Hace unos días un empresario me preguntaba sobre la idoneidad de aceptar una oferta de financiación que una entidad que se autocalificaba como banca en la sombra le había puesto sobre la mesa. La perplejidad de mi cliente provenía no tanto por su sorpresa ante una propuesta de crédito en estos días de escasez sobre el mismo, que también, sino por desconocimiento de la existencia de entidades financieras que abiertamente declaren su funcionamiento en una zona de sombras.
Y es que la banca en la sombra es un sistema que genera controversia hasta en su denominación. Desconozco quién creó el término, pero le reconozco el mérito en términos de ambigüedad del mismo, pues admite lecturas completamente contrapuestas.
En todo caso, no estamos ante una banca que practiquen oscuros druidas o camuflados chamanes, sino simplemente ante un conjunto de entidades que dan crédito y toman prestado evitando las regulaciones a que está sometido el sistema bancario de un país determinado. Puede tratarse de hedge funds, socimis del mercado inmboliario, business angels, plataformas de crowdfunding, entidades de direct lending, plataformas o apps de servicios de financiación, fondos de capital riesgo, fondos cerrados que están levantando firmas para que las pymes accedan al capital, fondos buitre, fondos oportunistas u otros inventos semejantes.
Su origen y su ideal caldo de cultivo lo encontramos en situaciones de crisis económica y bajo severas restricciones del crédito tradicional, apareciendo tanto en economías desarrolladas como en la de los países emergentes. En situaciones de crédito precario como el que vivimos desde la crisis financiera mundial del 2008, la banca en la sombra se ha reproducido con vigor inusitado llegando a hacer sombra a la banca regulada a un nivel considerable. Para muestra, un botón. En Estados Unidos proporciona ya el 50% de los créditos y préstamos para las empresas que no pueden acceder al crédito bancario tradicional.
En situaciones de crédito precario, la banca en la sombra se ha reproducido con vigor
Es como decía antes, un tipo de banca que se caracteriza no por ser sombría, sino por ser una banca paralela a la que sí sigue las regulaciones establecidas. Paradójicamente o no, el principal usuario de esta banca alternativa es la propia banca de inversión que está sujeta a regulación y seguimiento por parte de los bancos centrales y otras entidades gubernamentales, pero que lleva a cabo buena parte de sus transacciones a través de cauces que no aparecen en sus estados contables convencionales, por lo que no son visibles para los reguladores u otros inversores no sofisticados. Es decir, a la sombra de los controles y las regulaciones y supervisiones habituales.
Por ejemplo, con anterioridad a la crisis financiera de 2008-2012, los bancos de inversión financiaban hipotecas a través de la titulización fuera de balance y se cubrían del riesgo mediante permutas de incumplimiento crediticio que tampoco quedaban reflejadas en sus balances.
La banca tradicional que critica por delante a las entidades que actúan a la sombra, por detrás no solo las utiliza, sino que las promueve defendiendo su complementariedad, al jugar un papel beneficioso al ampliar el acceso al crédito, la liquidez en el mercado y la mejor distribución de los riesgos financieros.
No faltan voces críticas entre la banca tradicional que señalan cómo causa de este laissez faire, laisser passer frente a estas actividades bancarias paralelas a que el sistema ha decidido claramente que los beneficios son mucho más importantes que la responsabilidad social o la estabilidad del sistema financiero. Sin importar el precio a pagar con políticas tan potencialmente peligrosas.
En todo caso, estamos frente a una actividad en claro auge, pues el volumen de transacciones del sistema bancario en la sombra ha crecido drásticamente desde el año 2008. En 2017 los activos de la banca en la sombra en Estados Unidos suponían más de 100 billones de dólares y representaban el 24% de todos los activos financieros. Asimismo es constatable el fuerte crecimiento del shadow banking en países como China, Argentina, India o Sudáfrica.
La Comisión Europea estima que en Europa la banca en la sombra canaliza inversiones por una cifra superior a los 23 billones de euros.
¿Qué riesgos crea la banca en la sombra?
Por su opacidad y sus condiciones fuera del sistema de control bancario, la banca en la sombra puede contribuir notablemente a crear burbujas de crédito que pongan en peligro la estabilidad del sistema financiero.
Las entidades que conforman la banca en la sombra tienen fuera de balance riesgos ocultos que sólo llegan a conocerse cuando es demasiado tarde.
A esto hay que sumarle el peligro de un colapso de liquidez en el caso de que los fondos se retiren de golpe de un país en un momento de crisis o por no conseguir una rentabilidad esperada, algo sobre lo que ha alertado repetidamente el FMI. El mismo FMI recuerda de manera reiterada a los gobiernos que hagan un esfuerzo por vigilar ese riesgo paralelo, ya que su descontrol puede ser el origen de un nuevo colapso mundial.
La banca en la sombra puede contribuir notablemente a crear burbujas de crédito
El anonimato y la oscuridad de las sombras han creando un enorme volumen de ‘capital ficticio’, sin recursos suficientes y sin supervisión que puede infligirle un considerable daño a la economía real si las cosas se vuelven a torcer.
Cualquier problema que tuvieran que afrontar estas firmas podría propagarse rápidamente al sector bancario y a la economía real, puesto que están altamente interconectadas con las instituciones de crédito del mundo financiero a la luz. Además, la mayor parte de la banca paralela se basa en la financiación a corto plazo, lo que podría llevar a ventas forzadas y espirales de bajada de precios si los inversores quisieran su dinero de manera rápida.
Pero sin duda, lo peor de las finanzas paralelas es el riesgo que conllevan para el cliente particular, pues en el caso de tener contratados depósitos estos carecen de garantía, mientras que si han suscrito créditos, están expuestos a condiciones abusivas y formas más agresivas de recobro que en caso de impago pueden acabar en desahucios fulminantes por no estar sujetos al Código de Buenas Prácticas.
En estos casos y se lo vendan como se lo vendan, estamos ante los prestamistas y las prácticas leoninas y usurarias de toda la vida y a plena luz del día.
Aunque ahora esté de moda hablar de la banca en la sombra, el fenómeno no es nuevo y sus devastadores efectos son de sobra conocidos. Así que, al igual que el empresario que les comentaba al inicio, no se dejen deslumbrar por ofertas crediticias paralelas emperifolladas en atractivos anglicismos. En servicios y productos financieros se impone el control de las tinieblas, la prudencia y la claridad. Y en banca cuanto más luz y más taquígrafos mejor. Nada claro puede nacer desde las sombras. Y si a alguien le queda alguna sombra de duda al respecto, solo recordarle que las hipotecas subprime nacieron de entre tan oscuras y tenebrosas sombras.
Carlos de Fuenmayor es director de Kessler&Casadevall AF
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