Hace un mes escribía que uno de los principales hándicaps que nos encontraríamos en este nuevo tiempo los socialistas serían las numerosas lecturas interesadas para debilitar al PSOE emanado del ilusionante congreso que dio la Secretaría General a Pedro Sánchez tras su incontestable triunfo en las primarias. Dudas interesadas que retorcerían a conveniencia nuestros argumentos de cambio, nuestra impronta innovadora y nuestras evidentes ganas de hacer en asuntos sensibles, como la política territorial y el conflicto político e institucional en Cataluña. Desafortunadamente no me equivoqué y los intentos de menoscabarnos han sido una constante. Este es el país que nos hemos encontrado. Ante la impasibilidad de unos y la locura de otros, somos los socialistas los únicos que abrimos vías para la resolución de problemas pero acabamos llevándonos las críticas injustificadas y simplonas. No se asusten. No pretendo formular aquí un alegato defensivo que por otra parte carecería de interés público. Aunque en el escenario político resultara cómodo y efectista hacerlo, debemos enfrentarnos a esta realidad con ánimo propositivo, y no para reprender a quienes nos critican con endebles argumentos.
En el mencionado artículo aseguraba que otra de esas lecturas interesadas, al margen de las soluciones propuestas por el PSOE en el asunto catalán, sería la diferencia en clave interna de inclusión y unidad, magnificada por quienes no asumen nuevas realidades. Pues es bien sencilla: la Ejecutiva de Pedro Sánchez ha demostrado que se pueden estimular los procedimientos de democracia interna sin desvirtuar los resultados. En los procesos de primarias no hay vencedores ni vencidos, y en caso de haberlos estos serían el PSOE (vencedor) y los malos hábitos democráticos (los vencidos). Con la misma normalidad que el secretario general ratificó liderazgos que sobre el papel le eran más afines (el de Francina Armengol en Baleares, por poner un ejemplo) lo hizo con otros que no le apoyaron en la carrera secretaria (como el caso de Ximo Puig en Valencia o el de Susana Díaz en Andalucía).
Quienes estamos con Sánchez entendemos la unidad como inclusión, no como adocenamiento
Quienes estamos con Sánchez y compartimos su modelo de partido entendemos la unidad como inclusión, no como adocenamiento o simple adición. La riqueza intelectual del PSOE deviene de un partido que funciona como un cerebro colectivo, capaz de aunar sensibilidades tras un debate de ideas complementarias, y no contradictorias. A esto le llamamos inclusión. Hay muchas maneras de unir o de unirse, pero incluir o incluirse no es solo unirse, es asimilarse con el objetivo de mejorar sumando. Queremos afianzar nuestro partido en las características comunes que nos dan sentido. Como dijo Sánchez este fin de semana en Sevilla, los socialistas hablamos el mismo lenguaje en el terreno de valores como la fraternidad, la igualdad y la justicia social, y ese mínimo (diríase máximo) común denominador es el que nos hace fuertes y necesarios.
Es muy importante este concepto, porque solo desde un PSOE transversal, aglutinador de sensibilidades de izquierdas, trabajador y paciente podremos despejar la segunda de las lecturas interesadas evidentes a las que aludía en mi anterior entrega: cómo adaptar el proyecto socialdemócrata español para convertirlo en vanguardia de izquierdas y dique contra los populismos. Quienes estamos en primera línea política no podemos perder de vista que ni somos imprescindibles ni debemos comportarnos como si fuéramos prescindibles. Nuestro compromiso tiene mucho de actitud. Y por eso queremos ser ejemplares: desde el trabajo, desde los valores, desde el compromiso, abrazando unas ideas que creemos que son necesarias en tanto que mejorarán las condiciones de vida de los españoles. Si tenemos esto claro todos los que estamos llamados a representar al resto de compañeros habremos recorrido la mitad del camino.
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