El spot que emite TV3 para que los buenos catalanes vayan a votar el próximo 1 de octubre es la cuadratura del círculo. Como no pueden pedir el voto para un referéndum ilegal desde una televisión pública, lanzan mensajes subliminales para leer entre líneas. En él se ve una vía de tren que se bifurca en dos nuevas vías (sin choque de trenes), la música propia de una banda sonora nos recuerda el momento histórico que según ellos vive Catalunya y el mensaje final “naciste con la capacidad de decidir, ¿renunciarás a ella? “parece plagiado de Media Markt con su famoso “yo no soy tonto”.
Otra vuelta de tuerca porque no hay más camino que el de la independencia, lo demás no importa. Más allá de los errores de Rajoy, Zapatero, Aznar y González, pagando con dinero de todos la paz social de la “minoría catalana” a cambio de sostener sus gobiernos. Más allá del negoci de la independencia tan lucrativo para los Pujol y su entorno durante 30 años, a los ciudadanos catalanes les hemos fallado todos.
Durante tres décadas se ha aceptado como dogma de fe "el fet diferencial”, que los catalanes éramos distintos al resto de los españoles, que un señor de Murcia o Badajoz no podía ni compararse con uno de Barcelona porque carecía de historia milenaria y lengua propia. Esa diferencia, aceptada por todos los partidos en la transición, nos condujo más tarde a pedir el Estatut de Autonomía, a escribir en nuestras leyes el termino de “nación” o “nacionalidad” creado poco antes del 1800 en Francia y así mentira tras mentira hasta la independencia final.
Sin pestañear destruimos el primer artículo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos…” y el artículo dos: “Toda persona tiene todos los derechos y libertades sin distinción de raza, color, sexo, idioma…”
La historia se ha retorcido en Catalunya para crear héroes y villanos
Más allá de que la historia se ha retorcido en Catalunya para crear héroes y villanos, de que todo el aparato del Govern de la Generalitatha estado al servicio de la misma idea (aún siendo el cordobés José Montilla President), más allá de la manipulación mediática que ha ido calando lentamente como una gota malaya en cada uno de nosotros para creernos que éramos los elegidos, lo peor de haber llegado a este punto es que no hicimos nada para evitarlo.
La inacción es nuestro mayor pecado. Aceptamos lo que venía como inevitable, sobrevivimos décadas sin hacernos demasiadas preguntas, aunque no dejaran a nuestros hijos estudiar en castellano o rotular el negocio en el idioma que quisiéramos. Podíamos seguir trabajando a pesar de que pisaran algunos de nuestros derechos civiles, la otra opción era protestar y si lo hacíamos pasábamos al ostracismo social marcados como fascistas, o peor aún, españolistas.
Los empresarios siguieron haciendo negocio y los más poderosos dando un 3% a la causa de Catalunya en negro, los medios de comunicación privados acataron normas imposibles para emitir música en catalán o porcentajes del idioma en su programación a cambio de subvenciones millonarias… En definitiva todos miraron a otro lado porque pagaban por ello y creían en una máxima: no llegarán más lejos en sus pretensiones nacionalistas, les podrá más el seny que la rauxa.
Esta norma se rompió al disgregarse el voto, al desaparecer la mayoría absoluta y buscar socios como la CUP o ERC que no tenían nada que perder. Los corruptos moderados que nos gobernaron tantos años, heridos de muerte, no podían más que seguirles en su huida al monte o desaparecer.
El voto independentista nunca superó el 25%, pero hoy entre los jóvenes alcanza el 60%
En Catalunya el voto independentista nunca superó el 25% y hoy entre los jóvenes supera el 60% ¿por qué? Entre otras consideraciones porque nadie más les ha vendido la ilusión del cambio. Se han perdido décadas sin actuar de ninguna forma para ofrecer una alternativa atractiva dentro de España y de Europa a estas nuevas generaciones. La visión cortoplacista de nuestros dirigentes no alcanzó a ver más allá y ahora que ya es tarde, creen que con el Tribunal Constitucional se soluciona todo, no entienden que una idea mueve montañas.
El 1 de octubre habrá votación, aunque sea ilegal, votarán, sin valor ninguno, pero votarán. Saldrá que si lógicamente porque los que no quieran la independencia no participarán en un referéndum ilegal. Participarán pocos, pero a los organizadores que saben lo que va a ocurrir les da igual, será suficiente para que varios millones de catalanes se movilicen y con ese aval continuar reforzados el viaje a ninguna parte. En Moncloa no se dan cuenta de que hay que luchar contra una idea, una ilusión, no contra un referéndum.
El día siguiente al atentado yihadista de la Rambla un hombre que me vio con el micrófono de Antena 3 en la mano me insultó acusándome de ser un mal catalán por no ser independentista y gritó: “En una Catalunya independiente no habríamos sufrido un atentado como este”. Alain, un prestigioso científico alemán, dijo hace 100 años que “nada hay más peligroso que una idea cuando sólo se tiene una”.
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