La Generalitat de Cataluña ha fracasado rotundamente en su intento por dar cobertura internacional al referéndum del 1-O. Hasta tal punto, que su éxito más reseñable ha sido el desliz del presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, que ha sido explotado hasta la náusea por los líderes independentistas y su coro mediático.
Sin embargo, lo que sí ha conseguido el independentismo es dar la sensación de que la sociedad civil catalana respalda mayoritariamente la ruptura con España. No sólo a través de grandes movilizaciones, como las Diadas, organizadas por la ANC y Òmnium Cultural, sino por la implicación de instituciones tan relevantes como el Barça, que no oculta sus simpatías por el independentismo, casi como una faceta más de su rivalidad con el Real Madrid (que representa para sus dirigentes la esencia de la españolidad); o de personajes públicos, como el entrenador Pep Guardiola; o de organizaciones como el Colectivo Wilson, que tiene entre sus miembros a un numeroso grupo de profesores universitarios, entre los que destaca Xavier Sala i Martín.
En ese contexto, todos los ojos se vuelven hacia los empresarios catalanes. Cataluña sigue siendo la locomotora de España a pesar de la caída en la creación de empresas registrada durante el primer trimestre de este año. Representa casi el 20% del PIB y el 30% del total de exportaciones. Un tercio de las empresas españolas tiene todavía su sede en Cataluña. Aunque hay empresarios claramente independentistas (como las familias Carulla y Rodés, accionistas mayoritarios del diario Ara; la familia Sumarroca o los Grifols), la mayor parte prefiere mantener una prudente indefinición, con alguna honrosa excepción, como la de José Luis Bonet, presidente de Freixenet y presidente de la Cámara de Comercio de España.
De forma poco habitual, Fomento y la Cámara de Comercio -las grandes patronales catalanas- harán la semana que viene un comunicado pidiendo que se respete la ley, pero apelando al diálogo entre la Generalitat y Rajoy
El movimiento independentista, a excepción de la CUP, que pretende acabar con la propiedad privada de los medios de producción, ERC y, por supuesto el PDeCAT (integrantes de Junts pel Sí), partidos de extracción burguesa, han mantenido un trato amable hacia los empresarios, algunos de los cuales financian a las organizaciones sociales que son el sustento de la movilización soberanista.
Llama la atención, por ejemplo, que en la ley de Transitoriedad, aprobada la semana pasada por el Parlament y suspendida por el Tribunal Constitucional, no se diga ni una sola palabra sobre el sistema financiero. Por ejemplo, ni siquiera se menciona la constitución de un banco central de Cataluña, que debería ser la pieza clave para la proyectada república catalana.
Isidro Fainé, presidente de la Fundación La Caixa, de Gas Natural y de Criteria Caixa, entre otras, es el empresario más influyente de Cataluña y seguramente de España. Fainé no suele hacer declaraciones sobre este asunto, pero su opinión tiene gran peso entre la alta burguesía catalana. Fainé, que no tiene nada de independentista, se ha movido entre bambalinas para que los empresarios de Cataluña hablen, por fin, sobre el referéndum del 1-O.
Tras el comunicado de la CEOE, tras la dura declaración del Círculo de Empresarios que ya se ha dado a conocer sobre el 1-O, el silencio de las organizaciones patronales catalanas chirría de forma notoria. Ha habido debate interno, pero, finalmente, se ha impuesto una posición que pretende representar el sentir de la mayoría. De forma poco habitual, la semana próxima (martes o miércoles), Fomento del Trabajo y la Cámara de Comercio harán un comunicado conjunto en el que expresarán su absoluto respeto a la ley y a la Constitución y, por tanto, su rechazo al referéndum ilegal, pero, a la vez, harán una llamada al diálogo entre la Generalitat y el gobierno de Rajoy.
El comunicado de las cúpulas empresariales representa un varapalo para los que quieren romper España, pero supone una llamada de atención para lo que debe ocurrir tras el 1-O. El día 2 comienza una nueva etapa política no sólo para Cataluña, sino para toda España.
El movimiento independentista ha demostrado tener una gran fuerza y lo va a demostrar en un multitudinario mitin que se celebrará el próximo día 29 en Barcelona.
Aunque el referéndum no se celebre, o no sea un éxito, como pretende Puigdemot, la mejor manera de derrotar al independentismo es minar su apoyo popular. Y para ello hay que sentarse a negociar con propuestas y una mentalidad abierta.
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