Los socialistas siempre hemos presumido de que nuestro mejor patrimonio, nuestro mayor caudal político, reside en nuestros ediles y alcaldes, miles de ciudadanos y ciudadanas comprometidas con un proyecto progresista y con su municipio. Personas que trabajan por el común sin sueldo ni horario, hombres y mujeres que quitan horas a su descanso y su familia por el resto de sus vecinos. Alcaldes y concejales cuya generosidad está por encima de toda duda y que son el orgullo de cualquier militante socialista. Hace 40 años, muchos socialistas tuvieron que acercar a pueblos y ciudades los servicios públicos que no existían, contribuyeron a cerrar fracturas y estrechar lazos de convivencia. Los pueblos y ciudades gobernados por socialistas se incorporaron mucho antes a la modernidad.
40 años después, en Cataluña, nuestros compañeros del PSC han vuelto a demostrar el compromiso, el coraje y la valentía de esos socialistas que no se arrugan ante cualquier desafío. Y el que hay ahora en Cataluña no es un desafío cualquiera. Están haciendo frente a quien desobedece las reglas del juego y trata de imponer sin garantías democráticas su voluntad.
Desde los alcaldes de grandes municipios como Santa Coloma o Lleida hasta los más pequeños, como Gimenels o Alfara de Carles, todos, han demostrado su compromiso con la ley y su voluntad de mejorar los márgenes de convivencia mediante el diálogo y el pacto. Un diálogo y un pacto que hoy tristemente parece alejado ante las cerradas actitudes de los independentistas catalanes, que además encontraron durante años la negativa del PP para hallar una salida a un conflicto que hoy tenemos encima.
Nuestro compromiso con la ley está por encima de todo, como nuestra voluntad de trabajar por un modelo federal
Nuestro compromiso con la ley está por encima de todo, como también lo está nuestra voluntad de trabajar por un modelo federal que, dentro de los márgenes de la solidaridad, permita a Cataluña un encaje cómodo en el resto de España. Pero siempre con la ley, con las reglas democráticas que tanto nos costó conseguir.
A nuestros compañeros catalanes solo podemos expresarles nuestra gratitud y admiración. No son días fáciles para ellos, sometidos a una presión insoportable que hace que su valentía sea todavía más digna de destacar. Saben que cuentan con el cariño y la comprensión de millones de socialistas que, hoy más que nunca, sentimos más cerca a Cataluña, esa Cataluña que algunos pretenden demostrar, desterrar su ejemplo de lugar de encuentro y convivencia, tratando de imponer su criterio saltándose las normas.
Por eso, el discurso del PSC cobra plena vigencia. Por su conocimiento de la sociedad catalana, su deseo de que cambien las cosas pero su rotunda negativa a participar de un juego ilegal. Ellos están ocupados en lo importante: en hacer de sus pueblos y ciudades verdaderos espacios de bienestar, lugares donde la justicia social sea un hecho, donde haya servicios de calidad para todos, donde nadie sea más que otro, donde las oportunidades lleguen y el desarrollo se haga sostenido y sostenible. A eso se dedican mientras otros se empeñan a una guerra de banderas que no conduce a nada.
La situación de Cataluña exige una solución pactada. Desde el diálogo y la comprensión mutua. Nuestros compañeros del PSC tienen una propuesta, la más racional aunque en pleno ruido de quien no quiere oír parezca la más difícil de escuchar. Como socialista y responsable federal de la política municipal de mi partido, solo puedo trasladarles mi agradecimiento, cariño, comprensión y ponerme a disposición de todos ellos. No están solos. Y les ampara el Derecho y el reconocimiento de millones de ciudadanos.
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