Las instituciones económicas soviéticas se inspiraron en dos modelos económicos occidentales de principios del siglo XX. Uno fue el de la economía de guerra alemana de la Primera Guerra Mundial, que Lenin observó y admiró por sus prioridades gubernamentales, el control de las cadenas de suministro por parte de los comités de empresarios industriales, el racionamiento de las materias primas a precios fijos y la movilización laboral obligatoria. El otro era el sistema estadounidense de producción en masa de productos estandarizados en grandes fábricas bajo una administración centralizada.
Combinados con una dictadura autoritaria de partido único, estos dos modelos dieron forma a la economía soviética tal como surgió bajo Stalin y persistió hasta 1991. Todo fue diseñado para la movilización, la producción, la acumulación y la expansión. Para garantizar esto, el Estado poseía casi todo y dirigía casi todo desde el centro, ya sea por decreto o por presión para cumplir, respaldado por la policía secreta. Los ciudadanos eran motivados para cumplir con la autoridad mediante una mezcla de llamamientos patrióticos, miedo y exiguas recompensas.
La economía podía suministrar bienes de consumo y servicios básicos, pero su ventaja especial residía en proporcionar los medios de poder nacional en el mundo, especialmente un ejército de masas con grandes cantidades de armas estandarizadas. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética de Stalin se había convertido en uno de los dos principales productores de armamento del mundo, y la otra era la Alemania de Hitler.
La economía soviética nunca fue capaz de ponerse al día con las innovadoras economías de mercado
La economía soviética fue capaz de crecer, pero nunca se mostró capaz de ponerse al día con las innovadoras economías de mercado de la época. Además, la tasa de crecimiento de la economía soviética se deterioró constantemente durante el período de la posguerra. Desde mediados de la década de 1970, la Unión Soviética se fue situando cada vez más a la zaga de los Estados Unidos en productividad y prosperidad.
Mientras que su economía comenzó a estancarse, la Unión Soviética se enfrentó a los desafíos adicionales del momento. Un desafío surgió del rearme de Estados Unidos bajo los presidentes Carter y Reagan. Otro surgió de la carga autoimpuesta por la implicación de la Unión Soviética en Afganistán. En la economía internacional, la Unión Soviética dependía del mercado del petróleo, donde los precios colapsaron.
Los líderes soviéticos hicieron repetidos esfuerzos para superar las limitaciones económicas mediante reformas. Las reformas buscaron elevar la productividad mediante la descentralización de la gestión y la mejora de los incentivos para un desempeño eficiente, al tiempo que conservaban el marco de la propiedad estatal y el monopolio del partido en el poder. Todas esas reformas fracasaron, ya que la economía volvió a su tipo básico.
Más tarde, el líder chino Deng Xiaoping diría que el último líder soviético, Mikhail Gorbachev, fue un tonto por abandonar el monopolio del partido en el poder sin reformar la economía. Pero esto fue injusto. Gorbachov lo hizo solo después de que se hubieran intentado todas las reformas económicas, incluida la mayoría de las reformas que se habían probado con éxito en China. Por qué fallaron en la Unión Soviética es una historia importante, pero para otra ocasión.
El final de la Unión Soviética no puede explicarse sólo por factores económicos
El final de la Unión Soviética no puede explicarse solo por factores económicos. Esto debería quedar claro con el ejemplo de países como Cuba y Corea del Norte, donde los partidos gobernantes enfrentan problemas económicos y amenazas mucho mayores de los que la Unión Soviética jamás enfrentó, y sin embargo sus regímenes no han colapsado.
En el caso de la Unión Soviética, la política fue decisiva. La generación conservadora de líderes como Leonid Brezhnev, nacido a principios del siglo XX, murió. Una nueva generación tomó el mando, liderada por Mikhail Gorbachev. La nueva generación era mucho más amplia de miras, y sus mentes abiertas habían sido influenciadas por las ideas del movimiento disidente -nacionalista, liberal o socialdemócrata. Gorbachov fue influido decisivamente por ideas sobre la democracia social y el gobierno consensuado. Él no quería gobernar a cualquier precio, ni gobernar por miedo. Una vez que se entendió ampliamente que la resistencia al poder no sería castigada, la gente dejó de tener miedo. La Unión Soviética se volvió ingobernable y se vino abajo.
La política fue decisiva en ese momento, pero al mismo tiempo no deberíamos ignorar las fuerzas económicas más profundas. La economía soviética fue diseñada para un mundo de producción masiva y ejércitos masivos. Ese ya no es el mundo en el que vivimos. En la década de 1970, la revolución de la información dio lugar a una producción flexible y una economía de servicios basada en el intercambio de información. En la misma década, las armas de precisión y las armas nucleares a pequeña escala pusieron fin a la idea de que el futuro de Europa podría decidirse por una gran batalla librada por miles de tanques y aviones y cientos de miles de soldados en la llanura del centro de Europa.
El mundo para el cual se había diseñado la economía soviética estaba desapareciendo. La Unión Soviética no tenía futuro. Nadie debería querer verla regresar.
Mark Harrison es profesor de economía en la Universidad de Warwick y es investigador asociado al Centro ESRC de Warwick sobre Ventaja Competitiva en la Economía Global. Su trabajo sobre las cuentas nacionales históricas de Rusia en tiempos de guerra fue reconocido por el Premio Alec Nove de la Asociación Británica de Estudios Eslavos y de Europa del Este (1998) y el Premio Nacional Ruso de Economía Aplicada (2012).
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