Hace algunos días, mientras en las televisiones se seguía a doble pantalla el debate del 155 y la DUI en el Senado y en el Parlament, y en las radios los tertulianos y locutores superponían sus voces a las de los intervinientes en ambas cámaras, yo compartía mesa y mantel con un buen amigo periodista. Mientras le dábamos la antepenúltima vuelta al delirio independentista catalán, pendientes de las notificaciones que iban apareciendo en la pantalla del móvil, surgió en la conversación una pregunta que de tan obvia nos pareció simple: ¿de qué estarían hablando los medios de comunicación estas últimas semanas, si el malhadado procés no saturara, desbordara y acaparara casi todos los minutos de los informativos?
La crisis institucional abierta en Cataluña ha conseguido reducir al mínimo, cuando no invisibilizar, muchos asuntos muy importantes –y urgentes- de la realidad, dentro y fuera de España, que en otro caso, sin duda, hubieran estado en primera página, en debates y tertulias, y quizá en las charlas de compañeros de trabajo, grupos de amigos y familias.
Pongamos, pues, que hablo, que hablamos, de la desesperanza de miles de jóvenes españoles defraudados
Hago memoria de las noticias de las últimas semanas y encuentro una larga lista de temas que han pasado casi inadvertidos por la gravedad y la urgencia de la pretendida secesión, cuyos protagonistas han estado viviendo en una realidad virtual paralela, al más puro estilo Matrix -aunque sin necesidad de tomarse la pastilla azul-, de la que, al parecer, aún no acaban de regresar.
Sin minusvalorar ni un ápice la trascendencia histórica de estos días, es necesario valorar a los responsables políticos y sociales que desde todas partes del país –y también en Cataluña, con mención muy especial a nuestros hermanos del PSC- siguen trabajando cada día para mejorar la vida de sus paisanos, de sus pueblos, ciudades y territorios, alzando su voz para denunciar injusticias, requerir soluciones a sus problemas y mitigar el dolor y el sufrimiento de los que están o se sienten desamparados.
Pongamos, pues, que hablo, que hablamos, de la desesperanza de miles de jóvenes españoles, defraudados por una sociedad que les había prometido un futuro luminoso tras completar su formación, y que han encontrado un inhóspito presente con un nivel de desempleo inasumible para cualquier sociedad moderna, con trabajos precarios y salarios miserables que nos les permiten independizarse ni iniciar con dignidad su proyecto de vida. Jóvenes a los que estamos obligados a devolver la confianza en su país y en la Política como fuente de bienestar, dándoles participación activa, con voz y voto, en el diseño del nuevo marco de convivencia que debe resultar de una inaplazable reforma constitucional consensuada, y que nos permita a todos disfrutar en España de la primera Constitución europea del siglo XXI.
Pongamos que hablo, que hablamos, de la desigualdad entre mujeres y hombres, de las diferencias de salario para trabajos iguales
Pongamos que hablo, que hablamos, de la desigualdad entre mujeres y hombres, de las diferencias de salario para trabajos iguales, de la violencia de género –mujeres que no mueren, sino que son asesinadas por el terrorismo machista-, de los abusos sexuales en todo tipo de entornos laborales, del acoso sexual en los centros escolares y universitarios, de la escasez de mujeres en los principales centros de toma de decisiones de las empresas, de la falta de mujeres premiadas en los Nobel, del olvido de mujeres ilustres de las Artes, las Ciencias, la Historia y la Política dignas de ser recordadas.
Pongamos que hablo, que hablamos, del cambio climático, del deterioro del medioambiente, de cómo va a afectar la ruptura del equilibrio de los ecosistemas a nuestra forma de vida cotidiana; de los incendios, provocados o agravados por la desidia o por la acción humana; de la gravísima sequía que, de norte a sur, de este a oeste de nuestro territorio, va a poner en riesgo o a menoscabar las cosechas, los bosques, los pastos, y que amenaza incluso el suministro de agua potable para el consumo humano; de la contaminación del aire que respiramos en las ciudades y los problemas de salud derivados de la polución ambiental que tenemos ya que afrontar; del inaplazable cambio de paradigma económico que vincule el crecimiento con la sostenibilidad.
Pongamos que hablo, que hablamos, de educación, de cómo adaptar la formación de los niños y niñas a las nuevas capacidades, talentos y habilidades que va a requerir de ellos la sociedad tecnológica a la que vamos; de diseñar un Pacto de Estado que proteja e impulse la educación pública, gratuita, universal, y que exija a los poderes públicos una trayectoria firme que combine excelencia con solidaridad, que atienda a las capacidades individuales y a los diferentes ritmos de aprendizaje para no dejar atrás a nadie; de cómo formar personas con valores cívicos que entiendan y asuman la profundidad de las palabras ética y ciudadanía –compuesta a partes iguales de derechos y deberes-; de atender las demandas y necesidades de los profesores de la enseñanza pública.
Pongamos que hablo, que hablamos, de las personas más vulnerables de nuestra sociedad, de las que requieren que nos ocupemos de ellas por que no pueden sobrevivir dignamente solas; de los derechos de los niños y niñas a disfrutar de una infancia segura, sana y feliz; de las personas dependientes que esperan atención médica, acompañamiento social, ayuda económica, afecto; de las personas con capacidades diferentes, que requieren de nuestra solidaridad y compromiso para poder disfrutar plenamente de sus derechos como ciudadanos; de las personas refugiadas, que buscan entre nosotros protección y asilo huyendo de las guerras, la persecución, las hambrunas.
Pongamos que hablo, que hablamos, de las personas mayores –son nuestros padres, nuestros abuelos-; de pensiones dignas, que permitan una vida plena, serena y en paz tras décadas de servicio a la sociedad a través del trabajo; de cómo ayudarles a disfrutar de sus últimos años en plenitud, en compañía, sin la angustia de tener que ser el soporte económico y el refugio de sus hijos desempleados o trabajadores precarios, de ser los cuidadores de sus nietos y nietas cuyos padres no pueden acceder a escuelas infantiles públicas; de la crueldad del abandono que sufren muchos ancianos y ancianas que acaban su vida en soledad, o en residencias donde reciben un trato incompatible con su dignidad como personas.
Pongamos que hablo, que hablamos, de la salud; de cómo reforzar y mejorar la sanidad pública
Pongamos que hablo, que hablamos, de la salud; de cómo reforzar y mejorar la sanidad pública, del mantenimiento, dotación y rehabilitación de nuestros hospitales y centros de salud; de cómo evitar que los enfermos crónicos y los pensionistas tengan que dedicar parte de sus exiguos ingresos a pagar las medicinas que precisan para vivir; de cómo acortar las listas de espera de especialidades y quirúrgicas; de cómo mejorar el diagnóstico precoz y cómo prevenir enfermedades graves; de las necesidades y requerimientos de los médicos y profesionales sanitarios.
Pongamos que hablo, que hablamos, de Ciencia e Innovación; de emprendimiento; de transferencia de conocimiento de la universidad a la empresa; de investigación y avance tecnológico, de patentes, de cómo retener y recuperar a nuestros brillantes científicos e investigadores; de la ley de mecenazgo.
Pongamos que hablo, que hablamos, de proteger, impulsar y financiar debidamente la Cultura -la producción cultural en todos sus ámbitos y a los creadores-; de los derechos civiles, sociales y laborales que hay que recuperar, reconstruir, consolidar o implementar; del derecho a la interrupción voluntaria del embarazo y a la salud sexual y reproductiva; del derecho a la muerte digna y a los cuidados paliativos; de la regulación de la eutanasia; de los derechos de las personas LGTBI; de la definitiva laicidad real del Estado; de la memoria histórica; de las nuevas formas de participación política, que sirvan para perfeccionar nuestra democracia representativa.
Y pongamos que volvemos a hablar de la insoportable corrupción aún pendiente de tantos procesos judiciales
Y pongamos que volvemos a hablar de la insoportable corrupción aún pendiente de tantos procesos judiciales; de tantos responsables políticos infames, indignos de representar a ciudadanos honrados, que han saqueado las arcas públicas que son de todos para su beneficio privado; de tantos procesos en curso por malversación, prevaricación, blanqueo de capitales…; de cómo devolver la dignidad a la actividad política y a las instituciones públicas que demasiados políticos, en Cataluña y en España, han llevado a un gravísimo descrédito y a la desafección dolorida e indignada de nuestra sociedad.
Espero que, cuando la urgencia no silencie lo que también es importante, todos estos temas vuelvan a estar entre nuestras prioridades informativas.
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