El tiempo ha trascurrido como pasa un río, y el proyecto que se está desarrollando en Atapuerca va a cumplir cuarenta años. Una historia que ha estado llena de aventuras, de conocimiento y de amistad. Sin estos ingredientes que acabo de mencionar, qué sentido tiene el trabajo de investigación. Somos los protagonistas de importantes avances que en los últimos tiempos se han producido en el conocimiento de la evolución humana.
Hemos sido actores de esta maravillosa historia que ha documentado más de un millón de años de nuestra evolución como humanos. Hemos sido autores de decenas de libros sobre prehistoria y centenares de artículos sobre nuestros descubrimientos y análisis de los registros fósiles publicados en todo tipo de revistas. Hemos participado como codirectores, pero también junto a todo el equipo, en decenas de congresos sobre nuestro origen y evolución, y hemos realizado conferencias en los cinco continentes.
Es evidente que Atapuerca ha constituido una parte importante de nuestra vida, desde recién licenciados y más tarde, doctores; además, en el transcurso de nuestro trabajo en los yacimientos han nacido y crecido nuestros hijos. Un viaje interminable, no exento de dificultades hacia el conocimiento que nos ha fortalecido como personas y nos ha hecho más amigos, un viaje que nos ha permitido descubrir la fuerza y la tenacidad de nuestra especie cuando se propone hacer algo y está convencida de lo que hace.
Podríamos decir que se trata de una quimera convertida en realidad.
Hacer ciencia, construir el conocimiento de los procesos históricos y elaborar discursos que incrementen la conciencia de los humanos en torno a su funcionamiento como especie, una tarea inconmensurable que ahora, después de cuatro décadas, desborda cualquier planteamiento. Podríamos decir que se trata de una quimera convertida en realidad.
Probablemente algo que, aunque quisiéramos, no podríamos repetir por su singularidad y por el tiempo en que se llevó a cabo. Ciencia y enseñanza de calidad y didáctica al máximo nivel, todo efectuado en estos últimos cuarenta años en los que hemos dejado de ser jóvenes. Gran parte de este conocimiento se muestra en este libro que Eudald y Rosa han escrito para dar a conocer otra versión de Atapuerca en vivo, el primero es uno de los protagonistas de esta aventura científica y la segunda es una periodista que ha seguido de cerca el trabajo de excavación y los resultados obtenidos en esta sierra burgalesa.
Solamente el riguroso trabajo de campo, de laboratorio y de gabinete nos puede acercar al conocimiento de nuestros antepasados
Este libro repleto de información muestra los logros obtenidos por el Equipo de Investigación de Atapuerca y espera acercar a los lectores nuestra forma de entender el trabajo realizado en estas últimas décadas, en las que ha cambiado el país y también la forma de trabajar de los prehistoriadores, y que nos ha hecho conscientes de que solamente el riguroso trabajo de campo, de laboratorio y de gabinete nos puede acercar de manera adecuada al conocimiento de nuestros antepasados.
Desde que llegué a Atapuerca, a inicios de los años ochenta, excavé sin parar en varios yacimientos: de forma singular en la Trinchera del Ferrocarril, de manera más prolongada en el yacimiento de Galería, después me introduje en la Cueva Mayor y ya no salí de la Sima de los Huesos, donde he pasado los días más excitantes de mi vida y los descubrimientos se han sucedido en forma de cascada: Miguelón -el cráneo del Homo heidelbergensis-, Excálibur -el bifaz tallado sobre una cuarcita marrón y roja-, etcétera.
Esta historia apasionante, construida a base de descubrimientos y trabajos científicos, podéis encontrarla en el libro que estáis empezando a leer explicada por mi querido amigo Eudald, quien nos proporciona un relato personal e intransferible -el de sus propias experiencias, impresiones, emociones y recuerdos- de cuarenta años de esfuerzo concienzudo que nos ha permitido conocer cómo han vivido los homínidos europeos en el último millón de años.
Juan Luis Arsuaga, es codirector de Atapuerca. Este texto es el prólogo del libro Atapuerca. 40 años inmersos en el pasado, de Eudald Carbonell y Rosa M. Tristán.
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