La encuesta del CIS, realizada entre el 1 y el 11 de octubre, sirve sobre todo para valorar el impacto de la crisis catalana en la intención de voto. Cuando se hizo el trabajo de campo ya se había producido el referéndum ilegal del 1 de octubre, con las consabidas cargas policiales; las declaraciones de Josep Lluis Trapero y de los Jordis en la Audiencia; el contundente discurso televisado del Rey, y la declaración con marcha atrás de independencia por parte de Carles Puigdemont en el Parlamento de Cataluña.
Es, por tanto, el CIS que mide a nivel nacional el comportamiento de los partidos ante ese reto sin precedentes al Estado de Derecho. Lo demuestra un dato: la independencia de Cataluña se ha convertido en la segunda preocupación para los españoles, después del paro. Eso no había sucedido nunca.
El votante de centro derecha ve a Ciudadanos como un valor seguro en la defensa de la unidad de España. Un 67,4% no quiere que se dé más poder a las autonomías
El partido que sale claramente beneficiado es Ciudadanos, que, respecto a las elecciones de 2016, sube 4,5 puntos, situándose en el 17,5% de intención de voto, muy cerca de Podemos, que baja del 21% al 18,5%. Además, Albert Rivera se convierte en el líder mejor valorado, mientras que Pablo Iglesias queda por debajo de Mariano Rajoy (algo a tener muy en cuenta).
El tsunami catalán, sin embargo, no ha provocado ningún movimiento significativo entre los bloques de la derecha y la izquierda: en porcentaje, el PP y Ciudadanos obtuvieron un 46% de los votos en las elecciones de 2016 y ahora, según el CIS, obtendrían un 45,5%. Algo parecido sucede en la izquierda: PSOE y Podemos lograron el apoyo del 43,6% de los electores en los comicios de 2016 y ahora obtendrían un 42,7%. La bajada en ambos bloques en intención de voto no es significativa. Y, lo que es más importante, no ha habido traspaso de votantes de izquierda a la derecha y viceversa. Es decir, la crisis de Cataluña no ha roto la fidelidad ideológica del voto.
Lo que sí ha sucedido es que Ciudadanos ha crecido a costa, fundamentalmente, del PP y lo ha hecho porque su posición sobre Cataluña ha sido mucho más decidida. Rivera fue el primer líder en pedir la aplicación del artículo 155 de la Constitución, lo que finalmente se ha acabado haciendo con el consenso del PP, Ciudadanos y el PSOE.
Rivera ha sido consecuente con la historia de su partido, que tiene un origen catalán, y una parte importante de la subida en intención de voto procede justamente de Cataluña, donde las últimas encuestas publicadas por los medios de comunicación (La Razón y La Vanguardia) le auguran una subida de en torno a dos escaños, lo que consolida a su líder, Inés Arrimadas, como líder de la oposición en el Parlament.
Desde el PP se argumenta que el gobierno ha sufrido el desgaste lógico por la aplicación de la ley y, por tanto, por la actuación policial el 1-O. Sin embargo, ese argumento no parece muy sólido. El PP no se ha desgastado por la izquierda, sino que una parte de su apoyo se ha ido al partido que ha sido incluso más duro en el reclamo de medidas para defender la unidad de España.
Ciudadanos pesca en un banco electoral muy sólido: un 67,4% de los españoles no quieren que se les dé más poder a las comunidades autónomas. De ese porcentaje, nada menos que un 17,5% desearía volver a un Estado centralizado sin ninguna autonomía.
Los votantes de centro derecha perciben a Ciudadanos como un valor seguro en ese aspecto. Tal vez no vean a Rivera suficientemente preparado como para gobernar, pero saben que su partido va a marcar de cerca al PP y no le va a permitir frivolidades cuando se negocie la reforma de la Constitución.
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