Las elecciones catalanas del próximo 21 de diciembre serán trascendentales y vitales para el futuro de la convivencia en Catalunya, una paz social que los separatistas han destruido y que tardará años en curar.
El resultado del CIS, publicado el pasado lunes, está evidenciando lo obvio; es decir, una sociedad dividida, con un progresivo deterioro de la convivencia, una radicalización de las posturas y que se plasmará en una dificultad evidente para la gobernabilidad de Catalunya en función de unos pactos que no suman. Sin embargo, más allá de las elecciones, a partir del próximo 22 de diciembre, los partidos constitucionalistas deberán crear un nuevo relato que sea capaz de ganar los corazones de una parte muy importante de catalanes que decidió dejar de sentirse español y abrazó la ideología del odio y del supremacismo nacionalista.
Un relato que aúne símbolos y sentimientos para mantenernos unidos, a través de la explicación didáctica de recuerdos comunes, rememorar expresiones compartidas, descubrir los referentes coincidentes para preservar la cohesión, porque durante décadas en España hemos descuidado este aspecto, de tal forma que las relaciones familiares, de amistad, de negocios, que vertebran desde abajo a nuestro país no tienen un suficiente reflejo simbólico. Y ha sido, especialmente en Catalunya, donde el imaginario colectivo que contribuye a dotar de vitalidad los nexos humanos que nos unen, ha sido abandonado por parte del estado y los gobernantes que han regido los designios de España han abandonado el relato en manos de provocadores separatistas profundizado en la destrucción sentimental entre los pueblos hispanos, todo ellos basado en el sencillo y demoledor discurso del Espanya ens roba.
La desaparición del estado en Catalunya está siendo demoledora para la supervivencia de España
La desaparición del estado en Catalunya está siendo demoledora para la supervivencia de España como nación cohesionada, pero lo más grave ha sido la ausencia de cuidado por los elementos sentimentales comunes, especialmente peligrosa cuando desde el separatismo se ha realizado durante décadas una campaña de propaganda sin parangón en la Europa occidental, en que tiene como referente no ya al conjunto del Estado sino a una parte del mismo, tal como de forma expresa y evidente sucede en Cataluña. En este empeño llevan los nacionalistas de distintos signos una tarea deconstructiva intensa de las profundas huellas y lazos comunes, cercenando la idea del proyecto común e ilusionante de España. El proyecto de separación ha cautivado a miles de catalanes y ante ello nadie ha levantado la voz para oponerse desde la inteligencia a las propuestas de seducción rupturista y nadie tampoco ha sido capaz de proponer ideas que ensalcen el bien común compartido y nuestra historia milenaria. El resultado, como es obvio, es una desafección que, aunque pretende en ocasiones basarse en graves razones económicas y políticas, no deja de tener una pulsión identitaria y sentimental.
El desafío que el separatismo ha hecho en estos últimos tres años para separar Cataluña del resto de España y la fuerza de sus acciones no es fruto de una casualidad, ni de la crisis económica, ni de un sentimiento aletargado que tenía el pueblo, ni de la modificación sustancial de un texto estatutario aprobado en el Parlamento de Cataluña y modificado en Madrid, sino que ha sido el control del lenguaje y por tanto de la mente de los individuos donde el separatismo ha sabido promover las trampas dialécticas. Mediante este lenguaje quieren hacer olvidar que Cataluña es parte de España imprimiendo una dinámica psicológica en la mente, donde Cataluña se ve como un país más que está y ha estado siempre fuera de España. Esta evidencia no la corregirán unos resultados electorales del próximo 21 de diciembre, y mucho menos unos pactos electorales formulados desde una ausencia real de relato de España para la mayoría de catalanes.
Plantear componendas o pactos con los partidos separatistas no es el camino, puesto que volveremos a tener escenarios golpistas en breve. Escuchar recomendaciones y consejos de intermediarios obcecados en mantener su posición preponderante en Madrid y al mismo tiempo en Barcelona sería el error más grande que se podría cometer, puesto que el separatismo volverá con renovadas fuerzas para destruir nuestra casa común. Sólo en la idea de seguir compartiendo un proyecto común con todos los españoles y el convencimiento de que las dificultades que pasamos como país serán superadas desde la unidad y no desde la separación, será el camino para vencer al separatismo.
Puede sonar a tópico, pero sólo con una efectiva propaganda de recordatorio de las evidencias que nos unen podremos conseguir ganar el relato. Y en ello se deben emplear a fondo el PSC, Ciudadanos y el Partido Popular, que es la única opción de pactos que puede salvarnos del desastre colectivo. Y el “lío catalán”, que nadie lo dude, será largo. Muy largo.
Josep Ramon Bosch fue presidente de Societat Civil Catalana.
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