Publicaba este sábado La Vanguardia una interesante entrevista sobre el proceso separatista catalán con el politólogo del CSIC, José Fernández Albertos, en el que afirmaba: “Vivimos demasiado bien como para arriesgarlo por una causa”, y pronosticaba el fin del choque entre catalanes debido a una mezcla de cansancio y temor a perder la zona de confort económico, y que su final supondría un gran pacto entre catalanes, sin ganadores ni perdedores. Señalaba el único camino factible: “Ponernos de acuerdo para trabajar en objetivos sociales y económicos comunes que puedan movilizar a los dos bloques”.
En los últimos meses, se está reconociendo por fuentes cercanas al ex presidente Artur Mas, que si Catalunya no tenía una Hacienda propia había sido por “errores propios del bloque separatista”. Recordemos que, en septiembre del 2012, Mas se reunió con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, para plantearle su propuesta de pacto fiscal, pero con ínfulas de la superioridad moral que ha caracterizado al nacionalismo, sin entender que el gobierno de España tenía como prioridad exclusiva salir de la crisis económica. “El presidente Rajoy ha mostrado su oposición a la propuesta de un concierto económico para Catalunya por no ser compatible con la Constitución”, comunicaron desde fuentes de Moncloa, sabedores de que Mas deseaba ir al choque de trenes. “No ha ido bien”, admitió un eufórico Artur Mas al término de su encuentro, y se puso a cabalgar el tigre supremacista, con las funestas consecuencias que todos los catalanes estamos sufriendo.
El roble de Gernika simboliza las libertades vascas, y alrededor suyo se reunían los nobles de Bizkaia en las Juntas Generales, juraban los reyes de España su respeto a los fueros y ahora promete el lehendakari su cargo. En 1200, los territorios vascos fueron incorporados a la Corona de Castilla conservando sus instituciones acatando la “Lege Zaharra”, es decir la “ley vieja” en las que se permitía a los vascos gestionar sus propios sistemas tributarios, y tras guerras carlistas y civiles los viejos fueros han sido sustituidos por el concierto.
Las elecciones representarán un punto y seguido al reto separatista sin soluciones a corto plazo, pero las bases de diálogo empiezan a verse
El fin policial de ETA y el concierto económico vasco ha creado una larga y estable relación entre Euskadi y el resto de España, donde por cierto menos apoyo tuvo la Constitución en 1978. En 1980, el que fuera consejero de Economía y Hacienda del primer Gobierno vasco, Pedro Luis Uriarte, cuenta que el gobierno de España ofreció a Catalunya un concierto económico similar al vasco y la Generalitat dijo ‘no’.
Fue en Catalunya el lugar de España donde la población dio un mayor respaldo a la Constitución, en contraposición con Euskadi. Tal vez sea el momento de hablar menos de sentimientos y agravios, y centrar los esfuerzos en la mejora de la financiación de las comunidades autónomas, poniendo especial énfasis en Catalunya. El ejemplo del concierto vasco podría marcar el futuro de la relación catalana con el resto de España.
Bien es cierto que como argumentó Josep Borrell, en su imprescindible libro El cuento y las cuentas, hay que poner fin a la extendida creencia de que, con la independencia, Cataluña dispondría, de forma inmediata y permanente de 16.000 millones de euros adicionales que “España roba a los catalanes”. Y es que los separatistas han mentido de forma sistemática sobre sus cálculos, sin contar el coste de todos los servicios públicos que el Estado español presta a los catalanes desde fuera del territorio catalán, y que una Cataluña independiente tendría que asumir y pagar. Por tanto, las cuentas deberían ser claras y sin trampas.
En el fallido debate electoral televisivo, entre los candidatos a la presidencia de la Generalitat que sufrimos el pasado miércoles, no se aportó ninguna solución novedosa en el camino que indicaba el politólogo, y en cambio se discutió agriamente alrededor de la tensión sentimental, saliendo a relucir los odios y miserias humanas que han dominado el debate político catalán. Las elecciones del próximo 21 de diciembre representarán solo un punto y seguido al reto separatista en Catalunya sin soluciones a corto plazo, pero las bases de diálogo empiezan a verse en el horizonte. Esta solución será la de los acuerdos sociales y económicos que reflejan nuestros compatriotas vascos. Esto será largo. Muy largo.
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