La situación ha dado un vuelco y, sin embargo, nada ha cambiado. Ha dado un vuelco porque es la primera vez que un partido no nacionalista y mucho menos independentista se alza como la primera fuerza, no sólo en votos sino también en escaños. Ha superado nada menos que el millón de votos y ha ganado en las 10 ciudades mas importantes de Cataluña, incluida Barcelona. Impresionantes sus 37 escaños, que ponen de manifiesto que Cataluña no es un sol poble sino un pueblo diverso en el que la mayoría quiere seguir siendo española.
Tienen todos los motivos los dirigentes y militantes de Ciudadanos para sentirse muy orgullosos de la proeza lograda y sus resultados se convertirán en un argumento formidable para controlar e impedir en su caso toda tentación desmesurada de quienes van a ocupar inevitablemente el nuevo gobierno de la Generalitat. Y por eso, porque van a gobernar los mismos, hay que reconocer que nada ha cambiado: los independentistas mantienen la mayoría absoluta. Mantienen el apoyo de siempre, alrededor de dos millones de partidarios aunque han bajado sólo un punto en porcentaje de apoyos, el PSOE no consigue despegar como soñaba y el PP se estrella y no consigue ni siquiera conformar grupo parlamentario propio.
Lo que se abre a partir de mañana es un panorama extraordinariamente preocupante. La posibilidad de que Carles Puigdemont asuma la presidencia del gobierno abre una incógnita de dimensiones inmensas porque, entre otras cosas, el único programa planteado por su fuerza política, ha girado en torno al rechazo del artículo 155, a la venta de su particular situación de huido de la Justicia y su reclamación para volver a ocupar la Generalitat, además de su promesa de activar la república catalana aprobada por un parlamento diezmado y luego suspendida.
Los 37 escaños de Cs ponen de manifiesto que Cataluña no es un sol poble sino diverso, en el que la mayoría quiere seguir siendo española
¿Qué posición va a mantener a partir de ahora el señor Puigdemont en lo que se refiere al gobierno de Cataluña y su indiscutible encaje en España? Porque lo que debe quedar claro desde ahora mismo es que el Gobierno, sea el de Mariano Rajoy o sea el de cualquier presidente de España, nunca va a admitir la pretensión esgrimida por los secesionistas cuando aprobaron ilegalmente sus leyes de ruptura. Pero de lo dicho ayer por el ex presidente de la Generalitat desde Bruselas no se puede esperar más que un choque brutal entre sus pretensiones y la solidez del Estado.
En un lenguaje extremadamente beligerante y amenazador, el señor Puigdemont ha exigido al presidente del Gobierno español y también a la Unión Europea que "tomen nota" de que el independentismo ha ganado y el Estado y lo que él ha llamado "la Monarquía del 155" han fracasado "¡Que lo entiendan bien!" ha rematado. Este es el tono exhibido por un dirigente que anuncia una auténtica batalla donde no pueden quedar más que vencedores y vencidos, sin términos intermedios.
En este aspecto, existía una leve esperanza de que una victoria de Junqueras sobre Puigdemont en estas elecciones permitiera abrir un espacio de centralidad o de cierta moderación que abriera un campo en el que pudieran sentarse las bases para un acuerdo de convivencia. Con Puigdemont, que se ha comportado como un enloquecido y empecinado embustero dirigente de la CUP mucho más que como un responsable ex presidente de la Generalitat, ese espacio de aproximación aparece ya como imposible. En cualquier caso, escuchándole a él y a Marta Rovira después de conocerse los resultados, lo que podemos esperar es un desafío del mismo calibre que el que hemos venido padeciendo estos últimos dos años. Así que volveremos por donde solíamos: por "recuperar", dijo Rovira, "el mandato del 27 de septiembre de 2015 y del 1 de octubre de 2017". Volverán a intentar sacar a Cataluña de España, volverán a poner en práctica el referéndum del 1 de octubre apoyados en los habituales dos millones de votos que no les han abandonado.
El tono de Puigdemont anuncia una auténtica batalla donde no pueden quedar más que vencedores y derrotados
La CUP ha perdido la mitad de sus escaños y un número importantísimo de votos, pero eso no le priva de su papel decisivo a la hora de conformar la mayoría absoluta de los partidos independentistas. Y hay pocas dudas en este momento de que sacarán todo el rédito posible de su posición, lo cual quiere decir que empujarán, como han solido hacer en la anterior legislatura, hacia las posiciones más radicales. Y, escuchando a Puigdemont, no parece que vayan a encontrar ninguna resistencia a sus pretensiones.
Este es el panorama oscuro y sumamente inquietante que se abre en el horizonte porque podemos estar acercándonos otra vez a la casilla de salida, atemperada, eso sí, por la deslumbrante victoria de Ciudadanos, que tendrá toda la autoridad para esgrimir la autoridad política que se deriva de su clara mayoría y del hecho de que, una vez más, los votos de los no independentistas son 200.000 más que los votos de los secesionistas, que han seguido perdiendo apoyos.
Y eso es algo que la señora Arrimadas deberá exhibir una y otra vez para parar el previsible galope del secesionismo, satisfecho y reforzado no tanto por el número de votos como por el escenario que los resultados han ofrecido a los independentistas. Tiene razón la líder de Ciudadanos cuando ondea la bandera de su pertenencia a Cataluña, a España y a Europa porque eso es lo que le han encomendado los catalanes que la han apoyado.
Se abre un panorama oscuro e inquietante, porque podemos estar acercándonos otra vez a la casilla de salida
Pero que los señores Puigdemont y Junqueras acaben entrando en razón no deja de ser un deseo reforzado por los resultados conseguidos por Ciudadanos porque lo cierto es que a esta hora no aparece ningún elemento que permita considerarlo como una posibilidad real. Sobre todo, porque Inés Arrimadas se ha quedado muy sola en su papel de defensora de la democracia constitucional: el PSOE ha ganado unos 60.ooo votos pero ha crecido un sólo escaño. Queda, pues, en un lugar muy secundario del escenario del parlamento catalán. Y qué decir del papel que le está reservado al Partido Popular. La formación de García Albiol ha sido empujada al rincón de la Historia y eso va a complicar extraordinariamente a Mariano Rajoy la administración del problema catalán frente a unos dirigentes de la Generalitat que se han sentido reforzados en su imposible aspiración fanatizada. Albert Rivera ha crecido muchos enteros en la política española y por eso mismo se le abre una perspectiva muy prometedora.
Pero en el mismísimo centro de esta jornada electoral, está abierta una brecha formidable protagonizada por la acción de la Justicia y es que Junqueras está en prisión provisional y que en el momento en que Carles Puigdemont ponga un pie en España será detenido y enviado a prisión. Eso es así. Otra cosa será el permiso que el juez pueda dar a los encarcelados para acudir a la sesión de investidura. Pero la pretensión del ex presidente de la Generalitat, planteada ayer noche como una exigencia, de que los resultados electorales operen como un abracadabra que permita recuperar la libertad a los encarcelados y la no entrada en prisión a los huidos de la Justicia es una pretensión vana. Aquí se plantea un nuevo y dificilísimo problema que no va a tener solución. Entramos en un terreno oscuro y pantanoso.
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