En mi primer artículo de 2018 tenía la intención de escribir sobre los propósitos de año nuevo, sin embargo, estas Navidades, entre langostino, copa y mazapán he podido pasar mucho tiempo conversando con un primo mío que es un gran experto en materia de pensiones, así que en vez de machacarle al golf me ha servido de inspiración para el inicio de la temporada.
Tengo varias obsesiones, educación, pensiones, financiación, etcétera. Ya he mencionado varias veces que, si los políticos que tenemos no son capaces de llegar a un acuerdo para los próximos 25 años en educación, lo mejor que pueden hacer es irse a su casa, y que vengan otros. En pensiones pasa lo mismo, el sistema está roto, quebrado, no se dejen engañar por la demagogia, es así, es imprescindible una reforma ya.
El actual sistema de pensiones tiene su origen en 1967, a lo largo de estos 50 años ha sido reformado en numerosas ocasiones con el fin de dotarle de sostenibilidad. Es un sistema de reparto, en el que los trabajadores actuales, activos, pagan con sus cotizaciones a la Seguridad Social las pensiones de los que han dejado de trabajar, pasivos.
El sistema de pensiones está roto, quebrado, y es imprescindible una reforma ya
El principal problema radica en que un sistema de reparto en un país como el nuestro no es sostenible por naturaleza, de ahí que cualquier reforma que se acometa sea estéril. A diciembre de 2017 en España había 45 pensionistas por cada 100 personas en activo, es decir la proporción es de 2,23 activos por persona retirada. En 2050, según la OCDE la proporción pasará a ser de 1,3 (76 pensionistas por cada 100 activos). Según cálculos de la Seguridad Social la tasa mínima para garantizar la viabilidad del sistema es de 2,1.
Así que ya ven, la cuestión no es que la bolsa de la Seguridad Social se esté reduciendo por la coyuntura, sino que hay que cambiar el sistema o quebrará. Cuanto antes se haga, mejor, porque el tránsito entre el sistema antiguo y nuevo será menos doloroso.
Para que un sistema de reparto pueda sobrevivir es necesario que se cumplan los siguientes factores:
- Estructura poblacional en forma de pirámide con una base sólida, es decir, elevadas tasas de natalidad.
- Mercado laboral con alta tasa de ocupación
- Esperanza de vida de los pasivos debe ser consistente con la vida laboral de los activos
En el caso de España no se da ninguno de los factores anteriores: el índice de natalidad es de los más bajos del mundo, el mercado laboral adolece de altas tasas de desempleo y a la vez es muy sensible a los ciclos económicos. Por si fuera poco, disfrutamos de una de las mayores esperanzas de vida del mundo.
Un problema añadido, y, no menos importante que los intrínsecos al mercado laboral o a la demografía de nuestro país, es que la solución al problema la deben proporcionar unos políticos y agentes sociales plagados de prejuicios y sin la altitud de miras necesaria.
Desde 1995 lo intentan hacer a través del Pacto de Toledo. Ya hemos perdido más de 20 años, porque si bien el problema demográfico se ha ido agravando era muy fácilmente detectable desde el principio. Por la Comisión del Pacto de Toledo han pasado los más prestigiosos expertos en la materia, y, pese a haber planteado el problema en toda su extensión, dudan que sus recomendaciones se pongan en práctica. Hasta ahora, ninguna de las medidas adoptadas en el seno del Pacto ha sido más que un parche.
La solución pasa por un cambio de sistema, hay que disolver el Pacto de Toledo, y debemos acostumbrarnos a nuevos conceptos en el debate: longevidad, factor de sostenibilidad, mochila austriaca, cuentas nocionales, sistemas mixtos, etcétera. No es cuestión de ideología, no nos dejemos engañar, el sistema actual está muerto, no debemos martirizarnos ni deprimirnos sino afrontar el problema con madurez y buscar soluciones. Que las hay, se trata de que sean sostenibles a largo plazo y consistentes con la estructura demográfica y laboral española.
En caso de no querer abordar la reforma, lo único que quedaría es que el déficit de la Seguridad Social que se vaya acumulando cada año se financie con cargo a Presupuestos Generales del Estado. El Tesoro acaba de prestar 10.000 millones a la Seguridad Social y prevé que este harán falta otros 15.000 millones. El año que viene tal vez hagan falta 20.000 millones, el siguiente 25.000 y en 2050 100.000. Es una posibilidad, tal vez los recursos se podrían obtener de la eliminación de otros gastos superfluos, embajadas, diputaciones, etcétera.
Lo óptimo parecería instaurar un nuevo sistema que fuera sostenible en el largo plazo, un sistema de capitalización individual. Estos sistemas se basan en el que el ciudadano cuando se jubile tendrá derecho a percibir lo que haya aportado. Así de simple.
Lo óptimo sería instaurar un nuevo sistema de capitalización individual que fuera sostenible a largo plazo
Se puede definir a través de una fórmula mixta, combinando con una prestación mínima que podría financiar el Estado. En esencia un sistema de capitalización individual al que se pueden ir añadiendo instrumentos más o menos sofisticados, como por ejemplo la mochila austriaca, que no es más que un fondo que se va generando en el seno de la empresa y que puede destinarse como indemnización de despido o fondo para la jubilación.
La clave sería definir el tránsito hacia ese sistema. ¿Qué hacemos con los millones de pensionistas que actualmente están cobrando pensión? ¿Y con los activos que tienen una edad avanzada y no van a tener tiempo a acumular una cantidad decente con el sistema nuevo? Para afrontar esa etapa de transición es necesario contar con:
- El apoyo del Estado, que va a tener que financiar una parte importante del mismo y que debe incentivar realmente el ahorro del segundo y tercer pilar de la previsión social (empresas y trabajadores).
- Una conciencia real de la población de la necesidad de ahorrar para la jubilación y no depender únicamente del Estado para el cobro de la pensión.
- Un esfuerzo por parte de las empresas canalizado en desarrollar sistemas de previsión en favor de sus empleados.
Este es un asunto tan extraordinariamente importante que debe ser analizado por auténticos expertos, ajenos a los ciclos de gobierno y a los partidos políticos, con la confianza suficiente para tomar medidas a largo plazo. Lo primero sería que se abandonase la demagogia y la generación de falsas expectativas en la población y mostrarles el problema tal y como es. Tal vez puedan surgir medidas que parezcan impopulares en el corto plazo pero que en el largo plazo son imprescindibles.
Será difícil dadas dos cualidades de la clase política nacional:
- Incapacidad de mostrar en público una opinión positiva sobre algún tipo de medida acometida por un adversario político.
- Incapacidad por asumir la responsabilidad ante una decisión errónea.
Se puede hacer, que no nos engañen y nos manipulen. En cuanto a los propósitos de año nuevo para el 2018, ser bueno y carpe diem. Suerte.
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