Tal vez Arcadi Espada entienda mejor la huelga del 8M si se la explicamos con pitufos. Aquellos muchachos de color azul que pululaban por la aldea acechada por Gargamel. Uno era el gruñón, otro el poeta y otro el bromista. Estaban el filósofo y el bonachón. El vanidoso, el tímido y el tontín.
Había muchas maneras de ser pitufo y una sola Pitufina. Sin más carácter conocido que una feminidad insípida y presuntamente universal. Y en ella pensé cuando oí a Arcadi Espada en La Sexta explicar que cedía “gustosamente” su columna dominical de El Mundo para el manifiesto que convoca la huelga del día 8 para que así “las mujeres se mueran de vergüenza al leerlo”. Como si, cual pitufinas, pensáramos todas igual.
Añadía Arcadi que la huelga feminista es “una bobada” porque “qué motivos va a haber”. Y como aclaró que hacía todo esto como “un acto de buena voluntad hacia todas las mujeres”, no tengo inconveniente en devolverle el favor. De buena voluntad también, faltaría más, yo se lo explico.
Las mujeres, verá usted, tenemos continuamente opiniones contrapuestas. Las feministas, también. No somos tan simples como para estar todas de acuerdo. No somos pitufinas. Y la huelga del 8M, convocada en más de 150 países, la apoyarán millones de personas en todo el mundo con un objetivo común: luchar contra las discriminaciones que frenan la igualdad de oportunidades, como los techos de cristal, la brecha salarial y la dificultad para la conciliación.
No es la del 8 de marzo una huelga anticapitalista, por más que se empeñe Podemos en que lo parezca, como tampoco es independentista aunque así lo diga la CUP. Con el copypaste de uno de los múltiples manifiestos que circulan por la red, Arcadi quería que nos muriéramos de vergüenza. Pero más bien lo que ha generado es una mayor movilización.
Tras el desconcierto inicial al comprobar cómo de lejos de la realidad puede vivir alguien que asegura que en 40 años de periodismo no ha visto “nunca a una mujer desplazada por razón de su sexo", no queda otra que sumarse al 8M. Gracias, Arcadi.
Podemos discutir si una huelga es el mejor de los mecanismos para lograr el objetivo. Pero escuchar en prime time dudar de que exista siquiera desigualdad alguna entre hombres y mujeres en la sociedad actual es lo que necesitábamos para terminar de convencernos. Es la oportuna confirmación de que trabajando duro día a día, haciendo las cosas como hasta ahora, una parte de la sociedad seguirá sin ver el problema. Hace falta un golpe de efecto atronador.
A diferencia de Pitufina, en el mundo real las mujeres sí que somos imprescindibles en la trama. Y no tenemos por qué estar de acuerdo en la solución para coincidir en que tenemos un problema. Por eso las calles se van a llenar el día 8 de mujeres gruñonas, mujeres filósofas y mujeres bromistas. Mujeres fortachonas, mujeres golosas y mujeres viajeras. Mujeres tímidas, mujeres valientes y mujeres soñadoras. Y mujeres dentistas, mujeres ingenieras y mujeres bomberas. Liberales y conservadoras, perroflautas y monjiles. Seguro las habrá también que les guste mucho Arcadi.
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