Reconoce Albert Rivera, en la entrevista concedida a El Independiente, que no habla a fondo con el presidente del gobierno desde el mes de diciembre. Desde entonces, han pasado dos meses y medio y sólo han conversado por teléfono sobre Cataluña y temas legales de menor importancia.
El dato es revelador, algo más que una anécdota, porque denota una especial manera de entender el poder por parte de Mariano Rajoy. Tiene un acuerdo firmado con Ciudadanos, que permitió su investidura; necesita que ese partido le apoye para aprobar los presupuestos, que le respalde en temas como las pensiones, o el pacto educativo, pero no habla con su líder.
El problema de Rajoy es que no tiene margen de maniobra. Tras el varapalo del PP en las elecciones catalanas y la victoria de Ciudadanos, el presidente intentó un acercamiento a Pedro Sánchez. Como si fuera posible cambiar de pareja a mitad del baile. El líder del PSOE, en principio, aceptó negociar la reforma educativa, la financiación autonómica y el espinoso tema del agua. Pero Sánchez ha cambiado de estrategia, ha roto el diálogo y ha pedido una cuestión de confianza si no hay presupuestos. El secretario general del PSOE dirige su partido mirando de reojo a Podemos y eso condiciona toda su acción política. Por tanto, Rajoy no va a poder contar con los socialistas como alternativa si le falla el entendimiento con Ciudadanos.
Rivera lo sabe y, por tanto, confía en que, al final, Rajoy terminará cediendo ante sus condiciones, incluyendo la renuncia a su escaño de la senadora Barreiro. Es cuestión de tiempo, porque el presidente, como ya hemos explicado en estas mismas páginas, no puede permitirse el lujo de una legislatura inestable. Es mucho lo que está en juego: sobre todo, teniendo en cuenta que quiere ser él el que encabece ¡por sexta vez consecutiva! la lista del PP a las elecciones generales.
El presidente del gobierno quiere recuperar el terreno perdido impulsando medidas para hacer llegar la recuperación a los ciudadanos
Rajoy cree que si logra el apoyo de Ciudadanos a los presupuestos (el del PNV depende exclusivamente de la retirada del artículo 155 en Cataluña) tendrá por delante casi un año para preparar las municipales y autonómicas de 2019, plataforma esencial para afrontar las generales en las que el presidente pretende revalidar la victoria del PP aunque sea por una exigua mayoría. Si obtiene un buen resultado en esos comicios, las generales se celebrarían a finales de 2019, para capitalizar mejor el tirón de ese triunfo local y autonómico, si es que se produce.
Ahora bien, ¿cómo piensa Rajoy recuperar el terreno perdido y que, encuesta tras encuesta, muestran al PP como un partido agotado y languideciente? El presidente ha hecho llegar a su círculo íntimo que éste debe ser el año en el que los ciudadanos noten la recuperación y ha puesto a trabajar a sus ministros en modo electoral con el objetivo de recuperar, aunque sólo sea parcialmente, el apoyo de los colectivos que le llevaron a la victoria en 2011, 2015 y 2016.
Si en las dos últimas convocatorias el PP se benefició del miedo del votante conservador al ascenso de Podemos, ahora ese escenario no atisba en el horizonte. El ascenso de Ciudadanos en paralelo al hundimiento de las expectativas electorales de Pablo Iglesias conforman una combinación dañina para los intereses populares. Lo que muestran los sondeos es que el bloque de centro derecha (PP+Ciudadanos) va comiéndole terreno poco a poco al bloque de centro izquierda (PSOE+Podemos). Si ahora se celebraran elecciones, el primero de esos dos bloques obtendría una clara mayoría absoluta, lo que no se produjo ni en 2015 ni en 2016.
El objetivo es llegar en buenas condiciones a las elecciones municipales y autonómicas de 2019. Si el resultado es bueno, las generales se adelantarán a finales de ese año
Esa perspectiva de estabilidad -económica y política- puede hacer que los votantes desencantados, sobre todo por la corrupción, abandonen sin miedo al PP para pasarse abiertamente y sin traumas a Ciudadanos.
Pero Rajoy sigue pensando que su as en la manga, su mejor baza electoral está en la mejora de la economía y en la creación de empleo. La cuenta atrás ha comenzado y Cristóbal Montoro ha dejado de repente de ser el Don Tacañón del gobierno para convertirse en un pequeño Rey Midas.
Con las pensiones, Rajoy hará de la necesidad virtud. El colectivo de los jubilados, donde el PP mantiene todavía un importante granero de votos, ha salido a la calle y los partidos de izquierda se han subido inmediatamente al carro de sus reivindicaciones. El próximo día 14, en el Pleno monográfico convocado a instancias del presidente, se verá hasta qué punto está dispuesto a llegar con tal de mantener la confianza de su núcleo de votantes más fiel. Se da por hecho que, entre las medidas que propondrá, estará una cláusula para asegurar el poder adquisitivo de las pensiones condicionada al crecimiento económico.
Un claro ejemplo de por dónde soplan los nuevos vientos es el acuerdo firmado por el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, con los representantes de la Policía y la Guardia Civil para equiparar sus salarios a las policías autonómicas. Por su parte, el ministro de Hacienda ha firmado un acuerdo salarial con los sindicatos de funcionarios que supondrá una subida superior al 8% en tres años, además de garantizarles la jornada de 35 horas, medida que en su día el gobierno recurrió ante el TC cuando lo propuso la Comunidad de Castilla-La Mancha y, posteriormente, Andalucía.
El ministro de Hacienda ha dejado de ser el Don Tacañón del gobierno para convertirse en una especie de pequeño Rey Midas
Además, el ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, ha acelerado los proyectos de tren de Alta Velocidad en un intento de que en 2019, antes de los comicios, puedan estar ya en funcionamiento. El Plan de Viviendas aprobado en el último Consejo de Ministros, que aumenta las ayudas para el alquiler a los jóvenes y a los colectivos más vulnerables, es otra muestra de que el gobierno determina ya sus medidas en función del número de votos que puedan granjearle.
Para Ciudadanos estos doce meses serán una auténtica prueba de fuego para comprobar su resistencia. Mientras el gobierno tira de chequera, Rivera sólo podrá esgrimir principios y promesas.
Ahora bien, el líder de Ciudadanos tiene también su propio as en la manga. Por desgracia para España, el problema del independentismo en Cataluña seguirá siendo un quebradero de cabeza permanente, al menos hasta que JxC, ERC y la CUP pierdan la mayoría en el Parlament. En esas circunstancias, la posición de Ciudadanos y de Inés Arrimadas en Cataluña y sobre Cataluña seguirá siendo fundamental en clave nacional. Parece mentira que la unidad de España haya dejado de ser bandera exclusiva del PP.
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