Una cualidad que suelen compartir los más grandes es la humildad. En el día a día, en el trabajo, en el colegio, hay otro rasgo o conducta que diferencia a los que merecen la pena de las alimañas. Los que se comportan sin importar la condición del que está enfrente, los que no hacen la pelota a los de arriba para machacar a los de abajo, los que luchan contra los poderosos para defender a los débiles. Los honrados, los que se visten por los pies y pueden mirar a los ojos, los paisanos. Esos son los buenos, los mejores, no abundan. Hay más de los otros, de los ruines, de los taimados.
Sea como sea no puedo abstraerme ahora de mi entusiasmo respecto a la raza humana y a lo que el futuro nos depara. El progreso permitirá avances extraordinarios. El ritmo de la evolución es vertiginoso. Estoy convencido de ello, sin embargo, observo un aspecto ciertamente preocupante: la desigualdad. Los ricos cada vez son más ricos. Los pobres no tengo tan claro que se vayan a favorecer de la evolución. ¿Se está ampliando la brecha?
Una manera muy utilizada para medir la igualdad es mediante el índice Gini. Es una herramienta ideada por el estadístico italiano del mismo nombre que mide la concentración de ingresos entre los habitantes de una región en un período de tiempo determinado. El coeficiente Gini es un número entre 0 y 1, significando 0 la perfecta igualdad, en la que todos los ciudadanos tienen los mismos ingresos, y 1 la perfecta desigualdad, donde todos los ingresos los recibe un solo ciudadano.
Los ricos cada vez son más ricos, los pobres no tengo tan claro que se vayan a beneficiar de la evolución
Según datos del Banco Mundial, los países peor parados según esta variable son los de América Latina y el sur de África. Como era de esperar, los mejor colocados son los Escandinavos y Canadá. España está en línea con los países del sur de Europa, los conocidos como PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España). Lo más representativo del caso español es que desde el año 2004 se ha iniciado una fase de retroceso en términos de igualdad, pasando de 0,333 a 0,36.
Existe otra métrica interesante, IDH-D (Índice de Desarrollo Humano Ajustado por Desigualdad), procede del IDH (índice de desarrollo humano), es un indicador sintético elaborado por Naciones Unidas que mide los logros medios obtenidos en el desarrollo de las personas en términos de educación, salud e ingresos.
La ventaja del IDH-D es que no sólo tiene en cuenta los logros de un país en las 3 dimensiones expuestas sino que también considera cómo se distribuyen entre la población, penalizando el valor promedio de cada una de ellas en función de lo desigual que sea. Aquí tampoco estamos entre los primeros. Están los de siempre, Escandinavia, Suiza, Australia… pero sí tenemos una honrosa segunda posición dentro de lo que denominan segundo mundo, entre Estados Unidos y Japón.
El método más atinado, representativo y próximo para hacer un análisis de la cuestión de la igualdad es mediante la relación entre el salario mediano de una empresa con el máximo. Este cociente se ha desbocado en los últimos años; España no queda muy bien colocada, siendo los mejores una vez más los países escandinavos.
Una sociedad sana avanza mejorando la vida de las personas, que facilita la distribución de la riqueza
Los talibanes del liberalismo defenderán que las diferencias son consustanciales a la naturaleza humana, que las remuneraciones y pensiones millonarias que se llevan algunos forman parte del libre mercado. Le piden a la gente que se apriete el cinturón mientras cobran 200 veces lo que gana un empleado medio, más indemnizaciones, pensiones, etcétera. ¡Es el mercado idiota! Eso está muy bien cuando el que cobra de más inventa el iPhone, internet o algo similar. Pero claro, en España las eléctricas, telecos, bancos, no son negocios regulados, no. Los inventaron ellos.
Una sociedad sana es aquella que avanza mejorando la vida de las personas, que facilita la distribución de la riqueza, que no la usurpación de esta (léase impuesto de sucesiones o de patrimonio), fomenta la igualdad de oportunidades, elimina la discriminación. De paso, también aquella en la que los Gobiernos reducen impuestos, eliminan trabas, facilitan el emprendimiento y luchan por mejorar la cohesión social.
Uno no elige ser alto o bajo, tener los ojos azules o marrones, pero sí elige como afronta los palos, si sale de casa con la cabeza alta o mirando el suelo y deprimido. Uno puede elegir salir con una sonrisa con el objetivo de hacerle la vida más agradable a los demás, ayudar, aunque sea uno el que necesite más ayuda. Soy azul, pero puedo gritar bien alto: ¡Ahora, Quini, ahora! Es una frase que sirve para todos y para todo, porque la suya era la manera buena de ir por la vida. Feliz semana santa. Suerte.
Kike González es exdirector de Renta Variable de Ahorro Corporación
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