Ya a la cuarta o quinta misa indepe llegábamos más descreídos. El Parlament parece Monsalvat, con los caballeros del Santo Grial allí, mirando un cáliz flotante y una lanza tribal como se mira un ovni o el bolón de una pista de baile, empastillados de mística u hongos. Con un mal incurable, como Amfortas, entre la melancolía y el flato, y hasta con su Parsifal, el loco o necio inocente o puro que podría ser Puigdemont, el independentismo se ha puesto crístico y wagneriano. Por Parsifal rompió Nietzsche con Wagner, por cierto.
Tanto monje soldado, tanto ascetismo de la entrepierna, tanta renuncia a la realidad del mundo. Yo vi en el Liceo de Barcelona un Parsifal notable, aún más porque el montaje lo situaba en un psiquiátrico de entreguerras, con lo que ese misticismo se revelaba como locura comunal. Hasta el Parsifal se entiende mejor si nos acercamos incrédulos. Esto hay que hacer en Cataluña, o seguiremos, como en Nicea, enredados en la de Dios es Cristo.
A este pleno había que acercarse descreyendo, porque dentro del escolasticismo indepe no hay nada que hacer, y hasta Inés Arrimadas, con lo que tiene de Hipatia, de esa inteligencia penetradora, no pasa para ellos de bruja hereje. Torrent, al que sólo le falta ya la tonsura indepe (la cara de dominico del Santo Oficio la tiene ya), planteó un pleno nada menos que para enfrentar un parlamento a la justicia, para pedir que se liberen presos y para rezar por la Segunda Venida de Puigdemont. Ya había dicho él que los jueces no pueden perseguir a un presidente, que es como si un municipal persiguiera al Papa. ¿Qué puede la ley de los hombres contra la ley divina? ¿Qué puede hacer la razón ante unos sacerdotes y una comunidad de Biblia y pajar?
Dentro del escolasticismo indepe no hay nada que hacer. Hasta Arrimadas es para ellos bruja hereje
Gemma Geis, de JuntsxCat, subió a la tribuna a hacer la lectura evangélica en ese mismo tono de prima del novio. A sus “presos políticos”, su “represión”, su “vulneración de derechos políticos” les faltaba un fondo de guitarritas de campamento o de monja. Apeló a la ONU como al Vaticano, pero con la ONU pasan varias cosas. Primero, que es una burocracia más parecida a un certamen amañado de mises con bandera que a un verdadero modelo o autoridad de democracia planetaria. Y, segundo, que esa resolución, también burocrática, ni entra en el fondo de lo que se plantea en la demanda, como reconoce el escrito, ni obliga a nada más que a que las partes presenten sus alegaciones. Ese rayo de luz vidriero de la ONU les viene muy bien en la misa y hasta en la obertura de Parsifal, pero sólo hace que veamos mejor el polvo o la caspa que flota entre tanta teología de cripta. La verdad sigue estando en los tribunales y el frío de culo que deja la cárcel.
Anna Coula, de ERC, puso cadencias de poesía a la “gota malaya” (eso dijo) con la que el Estado está torturando a Cataluña, intentando acabar con un “movimiento pacífico”. Los asaltos a delegaciones de gobierno y las llamas negras, de caucho y cola, que cierran carreteras y convierten a las calles en freidoras volcadas, no son violencia, sino la llama del espíritu de la República, bella como una aurora boreal.
Arrimadas y Ferrán Pedret, del PSC, pidieron que en ese pleno se condenara también la violencia. Esa violencia y la otra, la de los señalamientos, las amenazas, las casas y los nombres marcados como con sangre de puerco por el independentismo. Pero la violencia también es útil. Y Carlos Riera, de la CUP, sólo habló de la policía, de esos milicianos de los comités revolucionarios heridos cuando se lanzan a hacer kárate contra los Mossos y a tomar las calles con lanzallamas y metralla. Una barbaridad todo, sí, como dijo Arrimadas, que otra vez hablaba como una pecadora.
La CUP sólo hablo de Policía, de los milicianos de los Comités heridos en lucha con los Mossos
Barbaridad del procés, de un Parlament indepe y ojival desde su presidencia, de su directorio revolucionario pretendiendo decidir quién entra o sale de la cárcel, igual que quién puede ser o no catalán según el canon. La barbaridad de que pase todo esto buscando “impunidad para la corrupción”, “por el 3%”, origen de todo. El PSC volvió a pedir diálogo y Domènech se dejó caer con la propuesta de un gobierno transversal y equívoco, que igual defienda la liberación de los presos que la justicia de género, como si se hubieran mezclado las páginas de su librito de himnos. Se pelearon luego todos como a bibliazos, que eso también forma parte del rito.
Hay que escapar, como digo, de esa visión religiosa. Hay que mirar desde el escepticismo o sólo veremos exégetas de la patria y sectas arrancándose las barbas por si hay presidentes que puedan ser uno y trino. Ir detrás del dogma del procés. Y detrás de cada teología lo que está es el poder mundano, que es lo que pretenden conservar. Hay una religión del pueblo, folclórica, que hasta tiene sus zelotes violentos, también útiles. Incluso en la curia puede haber creyentes verdaderos, los mismos Puigdemont o Torrent pueden serlo. Pero son los de arriba del todo los que suelen saber que ese Dios con barba, huerto y alpargatas no existe, o al menos no nos ha mandado embajadores ni libro de instrucciones.
Ahora, los de arriba, los que están hablando con venerables susurros al PDeCAT y a ERC, los que saben que Dios o el procés son un medio, no un fin, están pensando en el futuro. En contentar lo suficiente a las masas independentistas para que les sigan entregando el poder. El procés nació para proteger el imperio pospujolista. Sin duda, se les fue de las manos el truco identitario, que, durante décadas, con escuela, TV3, inmersión lingüística y demás, no pretendía tanto identificar a un pueblo con una nación sino con una élite política que así conseguía eternizarse.
Los de arriba saben que el procés es un medio, no un fin, y sólo están pensando en el futuro
Se descontroló, pero se volverá a controlar. Aún tienen que quedar bien ante los pobres crédulos que piensan que esto va de independencia o de libertad, los del culto indepe, los de los rezos a sus santos de carterita y a sus banderas almeneras. Aún harán alguna misa de cuartel, alguna procesión de flagelantes, algunos plenos simbólicos, plañideros, con mazo o botafumeiro como éste; aún harán algunas fogatas con pelos y papeles.
Pero sabemos que todo esto es humano, demasiado humano. Aún nos dolerán y nos indignarán muchos hisopazos y fatwas. Pero a los de arriba no les interesa la revolución si no es sólo como amenaza. Así que todo volverá a la tranquilidad, sin la que no hay negocio, ni siquiera el de la magia. Y se trata, sobre todo, del negocio, más que de la magia.
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