Jordi Sánchez no se ha movido un sólo milímetro de los planteamientos que le llevaron a él y a todos los dirigentes independentistas a intentar volcar el barco de la democracia española por la vía de los hechos, lo que incluyó un plan minuciosamente preparado de asalto al Estado y el recurso, en última instancia, de un levantamiento popular. Por todo eso y por haber participado directamente en las reuniones que desembocaron primero en el referéndum ilegal del 1 de octubre, incluida la traición de los Mossos d´Escuadra y la convocatoria a las masas para impedir la actuación de la Policía y la Guardia Civil, y también por haber propiciado más adelante la declaración de independencia, él y todos los demás están hoy en la cárcel.
Podemos repetir estos argumentos hasta que nos duela la boca pero hay que reconocer que es como hablar con una pared. El discurso calculadamente morigerado que trata de trasladar en la gran entrevista que le ha hecho Ángela Martialay tiene como único objeto el de presentarse como un probo ciudadano que se ha limitado a ejercer sus derechos políticos como son la libertad de expresión, de manifestación y de reunión. ¿Cómo es posible que un juez le meta por eso en prisión preventiva? Y sigue insistiendo machaconamente en la matraca de que es su ideología la que lleva al juez Llarena a encarcelarle.
Sigue insistiendo machaconamente en la matraca de que es su ideología la que lleva al juez a encarcelarle
A Sánchez, como a todos los demás de su ideología, les es indiferente la realidad, constatable para cualquiera que no esté enceguecido de fanatismo, de que Cataluña está llena de gentes que comparten su fe independentista y la defienden a voz en cuello desde hace décadas sin que jamás hayan sido llevados no sólo ante un juez sino ni siquiera a una comisaría.
Pero es que Jordi Sánchez y los suyos necesitan ignorar, es más, necesitan ocultarse a sí mismos que son sus hechos, no sus ideas, los que les mantienen en prisión. Porque si no lo hicieran así, tendrían que reconocer que han sido encarcelados por asaltar las leyes, por desobedecer al Tribunal Constitucional y por intentar imponer la ruptura de la unidad de España. Y si aceptaran eso, entonces entrarían en el ámbito de las realidades del que huyen como de la peste porque saben que únicamente metidos en la burbuja de la ficción tienen alguna posibilidad de sobrevivir.
Fabrican la versión que puede encajar en sus esquemas porque en caso contrario no la podrían procesar ni asumir
Yo he llegado a la conclusión de que no mienten de una manera consciente y deliberada y que lo que hacen es traducir al lenguaje inventado por ellos los hechos a los que se enfrentan, como hacen las personas que entran en un ámbito infeccioso y tienen que enfundarse en trajes especiales que los protejan de todo riesgo. Creo que ellos proceden de un modo similar y fabrican la versión que puede encajar en sus esquemas porque en caso contrario no la podrían procesar ni asumir. En esta entrevista el señor Sánchez proporciona infinidad de ejemplos de esa autoprotección de la contaminación de la verdad.
Hay que observar cómo proporciona a la periodista su propia versión Turull. Todos recordamos cómo el juez Pablo Llarena citó a Turrul, Rull, Romeva, Bassa y Forcadell un viernes 23 de marzo y cómo el presidente del Parlament catalán Roger Torrent montó, inesperadamente y a toda velocidad, una convocatoria por vía urgentísima para el día anterior por la tarde, tan urgente que las preceptivas consultas con los partidos las tuvo que hacer por teléfono, saltándose todas las normas y los procedimientos de cualquier Cámara.
Por lo tanto, no es que el juez decidiera encarcelar a Jordi Turull y a sus cuatro acompañantes en la vistilla para impedir que éste fuera investido presidente en esa sesión de investidura convocada por Torrent a prisa y corriendo por el procedimiento de aquí te pillo, aquí te mato. Ocurrió justamente al revés: que Torrent se montó a todo correr esa convocatoria para investir a Turull como un intento de desafío al juez por ver si el magistrado no se atrevía a meterlo en la cárcel, como por supuesto hizo. Pero Sánchez lo cuenta al contrario de como sucedió porque la versión real no le sirve para mantener su discurso ni para reconciliarle con sus particulares creencias.
Sánchez cuenta la versión Turull al contrario de como sucedió porque la real no le sirve para mantener su discurso ni para reconciliarle con sus creencias
Y lo mismo pasa con la admisión a trámite de su denuncia ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU: que no ha pasado de ser eso, una mera admisión a trámite que incluye en su plantilla unas cuantas frases que no prejuzgan el asunto ni permiten a nadie concluir que esa Comisión se ha inclinado por defender la causa del señor Sánchez.
No importa: él necesita creer y decir al mundo que la Comisión ha impuesto al Tribunal Supremo de España unas determinadas medidas cautelares, lo cual es rigurosamente falso. Y a ese clavo ardiendo, de una fragilidad dramática, Sánchez se agarra para justificar que donde dijo digo dice diego y que ya no renuncia a su escaño como había anunciado sino que lo recupera. Es más, que incluso vuelve a presentar su candidatura a la presidencia de la Generalitat.
Él sabía, por supuesto, que el juez no le iba a permitir acudir al parlamento para ser investido, entre otros motivos porque él es el número dos de la lista del fugado Puigdemont que no ha dejado ni un sólo instante de defender la "recuperación" de esa fantasmagórica república que nunca llegó a hacerse realidad.
¿Esperaba quizá el señor Sánchez que el juez le pusiera alfombra roja para que acudiera a repetir los delitos por los que ya le ha encarcelado? Desde luego que no. Pero no importa, él va a seguir repitiendo lo del castigo por sus ideas, lo de la Comisión de la ONU y lo de la obligación del juez de respetar sus derechos políticos aunque ya se le haya explicado hasta la extenuación a él y a todos los suyos que el derecho político no es un derecho absoluto que pueda prevalecer, por ejemplo, sobre los derechos constitucionales colectivos que son, precisamente, los que los independentistas como Jordi Sánchez han intentado destrozar. Que no lo hayan logrado se debe que el Estado ha decidido por fin defenderse de sus ataques, pero eso no quita ni un ápice de gravedad a lo perpetrado por ellos.
Jordi Sánchez está decidido a insistir, no se ha movido un milímetro de su posición, lo cual constituye por sí mismo un desafío
La clave de sus planteamientos está en la última respuesta de esta entrevista: "No hay que desesperar. Si persistimos pacíficamente [¡¡!!] como hasta ahora, lograremos encauzar democráticamente una solución al reto que hoy tenemos planteado". Está clarísimo: Jordi Sánchez está decidido a insistir, no se ha movido un milímetro de su posición, lo cual constituye por sí mismo un desafío.
Pero los demás, los que creemos y defendemos la Constitución y la unidad de España podemos tener por seguro que los tribunales españoles no van a ceder bajo ninguna circunstancia. El independentismo no debería ignorar que ninguna presión, sea interna o sea exterior, ningún revés, va a doblar jamás el brazo de un Tribunal Supremo cuya misión esencial e irrenunciable es hacer cumplir la ley. Fiat iustitia el pereat mundus. El señor Sánchez y sus compañeros secesionistas harían bien en ir desesperando poco a poco.
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