Manuel Chaves, que en Andalucía no era ya un político, sino una moneda muy conocida, como el Falla del billete; un santo patrón igual de los marineros que de los abuelos que de los practicantes, una especie de hombre logo local, como el del pollo frito americano, no es sólo una dinastía china del PSOE andaluz: Chaves es quien inventó el PSOE andaluz, que antes era sólo una cosa de bardos vendimiadores. Por eso, aunque haya perdido el imperio como las gafas, aún se le nota esa congestión del poder, como a un rey expulsado y con gota que todavía tiene gesto de gloria desde su cama alta y su orinal de fábrica real de loza, que le hacen como un Escorial de sus miserias. Se le notaba cada vez que arrugaba la cara ante las preguntas del fiscal, como ese mismo rey con la incomodidad no de la culpa, sino de un zapato manchado de barro.
Chaves inventó todo el PSOE andaluz cuando llegó sin ganas a la presidencia de la Junta de Andalucía para poner fin al conflicto entre guerristas y felipistas, esa guerra como de gorras camperas. Sin ganas de pelea, de ruido ni de gobernar, se limitó a dividir el poder en cuotas de facciones, familias y provincias, mirando como un oteador de tiburones en una trona, aunque dejando hacer a los tiburones. Esta era la verdadera pax chaviana, y no tanto los acuerdos con empresarios y sindicatos a los que se les metía dinero como un calcetín en la boca. El calcetín era para muchos más.
Era necesario que todo lo público en Andalucía estuviera supeditado al interés y al beneficio del partido"
Tanto silencio para tanta gente requería gran contento, así que era necesario que todo lo público en Andalucía estuviera supeditado al interés y al beneficio del partido. Es justo lo que en Andalucía se llama el Régimen. Chaves tuvo algo de Claudio, ni peligroso ni inofensivo, ni brillante ni inservible, ni vital ni intrascendente. Así estuvo 19 años como toreando desde la cama, haciendo política zarzuelera con la derechona y los pobres, que él ponía a decir estribillos como coros para el pueblo, mientras el partido funcionaba subacuáticamente y Andalucía tomaba esa velocidad de crucero de estar parada.
José Luis Rodríguez Zapatero se lo llevó a Madrid como a ese torero revolcado que ya era, cuando ya subía la marea hirviente de los ERE, aunque Chaves estaba tocado más de cerca por la corrupción. La Caja de Jerez le condonó un préstamo. Unos hermanos suyos como rumberos, como hermanos de Manolo Escobar, nos ofrecieron una simpática canción que parecía la rima infantil de los cerditos, y en la que el presidente Manuel aprobaba el presupuesto, su hermano Leonardo lo ejecutaba y el otro hermano, Antonio José, se beneficiaba (caso Climo Cubierta). Sus hijos, Paula (caso Matsa) e Iván, también hacían de asesores o conseguidores para empresas que buscaban dinero público.
Y había más Chaves por ahí, como Borgias o Kennedys. Todo esto le pareció al presidente tan normal como los ERE. Seguramente también el ERE que se encontró una empresa de familiares del amigo que le presta a Chaves chalé para su veraneo o su condena a la acuarela, según se publicaba hoy. En realidad, el clientelismo lo inventaron los romanos y era para ellos casi cuestión de cortesía. Chaves, que había inventado otro imperio, no podía dejar de lado la peculiar urbanidad que se da en los triclinios y las termas.
Él siempre se ha sentido, igualmente, padrecito de todo
Uno puede estar tentado de creer a Chaves cuando aseguraba hoy, estirando su cuello como relleno de arena, que no sabía cómo se daban esas ayudas, que no correspondía a su “ámbito político de decisión”, él que siempre ha gobernado desde el jergón y como con mucha fila de validos y barberos. Casi lo creeríamos, si no fuera porque él siempre se ha sentido, igualmente, padrecito de todo; porque el paternalismo forma parte esencial de esa forma dadivosa, arbitraria, señorona, de entender la política.
Salvar las grandes empresas (Santana, Delphi) como se salva una cosecha o se salva un barco ballenero del naufragio, esa clase de heroicidad de dios de la Naturaleza. Tampoco podemos creer que Gaspar Zarrías, su factótum, el “Virrey”, el que presidía las reuniones de viceconsejeros, y que se jactaba de que en la Junta de Andalucía no se movía un papel sin que él lo supiera, nunca le comentara a Chaves cómo se estaban solucionando los conflictos sociales tan suave como rápidamente. El fiscal, que sabía sin duda esto, preguntó mucho por Zarrías, pero para Chaves parecía de repente un embajador ruso o así.
El procedimiento de las transferencias de financiación proporcionaba velocidad y comodidad
La pax chaviana requería paz en el partido y paz social. No es que les importaran el empleo o la mejora del tejido productivo andaluz. No, se trataba de la paz como ausencia física de ruido, simplemente. El procedimiento de las transferencias de financiación proporcionaba velocidad, comodidad y la gran ventaja de evitar la fiscalización previa para las ayudas, que se convertían en arbitrarias. Lo que no se entiende es que en una situación de grave crisis y conflictos diarios, cuando es prioridad de la Junta esa paz social estropeada por tanta bulla, una solución casi perfecta no se le mencionara nunca al presidente, al gran padre sentado. Y se entiende menos ese silencio sobre el procedimiento cuando, según la defensa, era completamente legal. ¿Por qué no iban a hablar de algo importante, perfecto, sencillo y además completamente legal?
Chaves tampoco supo, tampoco recordaba, tampoco conoció. Él, que lo inventó todo en el PSOE-A, aunque seguramente sin querer. El fiscal le mostró un documento de la Intervención y le destacó esta frase o lema casi chino, como el imperio socialista en Andalucía: “La eficacia no dispensa del cumplimiento de la ley”. En la comisión de investigación del Parlamento Andaluz sobre los ERE, Chaves dijo que aquello no podía ser ilegal porque él no lo habría consentido.
En realidad el falaz razonamiento (puro Chaves) es inverso: no puede sino ser legal precisamente porque él lo ha consentido. Por eso el poder aún le congestiona, porque aún identifica la ley con su voluntad. La casualidad hizo declarar a Chaves en plena Feria de Sevilla, uno de los muchos ritos en los que Andalucía exalta aún los valores de una sociedad preindustrial, agropecuaria y clasista, como explicaba aquel documental maldito de Fernando Ruiz Vergara. Chaves no es que sea un imperio. Es toda una cultura política desgañitándose contra la verdad, el progreso y la ventana.
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