Si el Partido Popular consigue remontar su actual estado de postración y logra no perder el poder ni la cara en las próximas elecciones autonómicas y municipales, y no digamos ya si consigue gobernar tras las generales, habrá que solicitar una beca a alguna fundación para elaborar una tesis doctoral sobre cómo un partido hundido e intensamente desacreditado consigue sobrevivir a pesar de todo y sacar fuerzas de sus bases desmoralizadas y de sus votantes decepcionados para seguir pintando algo en el panorama político nacional.
Porque el asunto, visto con las lentes de hoy sería objeto de estudio en profundidad. El PP es ahora mismo una formación política literalmente acosada por los casos de corrupción más llamativos de los últimos años. Exceptuando el caso de los EREs fraudulentos perpetrados por los dirigentes de la Junta de Andalucía, distintos altos cargos pertenecientes al PP han sido ya condenados por corrupción o se enfrentan a posibles condenas futuras en casos tan importantes como los Gürtel, Púnica o Lezo, además de otros casos menores que cuelgan de los juzgados de toda España. Por lo tanto, y a pesar de que son casos que se juzgan por fechorías cometidas en años pasados, el partido es el mismo y son sus dirigentes actuales quienes habrán de afrontar, no la condena judicial pero sí la sanción social y el repudio de una parte importante de sus tradicionales electores.
Al mismo tiempo, y por si fuera poco, el PP se hunde en Madrid de la mano de Cristina Cifuentes, que ha protagonizado la más desastrosa gestión de un problema de reputación académica, cosa en la que han podido incurrir otros muchos políticos españoles en el pasado y en el presente pero que ella se empeñó en mantener vivo a base de porfiar en una mentira que la fue sepultando poco a poco, además de arrastrar con ella el prestigio de una Universidad y de mantener encendido el propósito de venganza al más puro estilo calabrés de quien en su día le juró odio eterno. Y todo apunta a que estos últimos episodios del sórdido serial que han acompañado a la ya ex presidenta de la Comunidad de Madrid tienen su origen y desarrollo dentro de las filas del Partido Popular, lo cual no hace sino rebozar de mugre a la totalidad de ese partido, les guste o no les guste a quienes son ajenos a estos enjuagues cochambrosos capaces de llenar de vergüenza al más pintado de entre sus militantes. Y no me refiero a la persona protagonista del vídeo que ha sido conservado ilegalmente y distribuido después, porque ese comportamiento que reflejan las imágenes puede muy bien deberse a un trastorno psicológico que tiene tratamiento pero no tiene cura, sino a quien no ha tenido empacho en humillar públicamente a una mujer con el exclusivo propósito de acabar en lo político y en lo personal con ella. Esta es la consecuencia del empecinamiento de Cristina Cifuentes en aguantar el tipo cuando todo a su alrededor la iba dejando a la intemperie, sola con sus mentiras. Pero todo ello, insisto, se ha venido cociendo en las zahúrdas del PP que no podrá liberarse como partido de los repugnantes efluvios que desprende la totalidad del episodio.
Esto es un desastre para los populares porque van a presentarse a las elecciones con un curriculum, con perdón de la palabra, que constituye un magnífico regalo para los demás partidos
Políticamente, esto es un desastre para los populares porque van a presentarse a las elecciones municipales y autonómicas con un curriculum, con perdón de la palabra, que constituye desde ahora mismo un magnífico regalo para los demás partidos que compiten por la Comunidad y por el Ayuntamiento de Madrid. Y si el PP pierde Madrid, lo cual en estos momentos no es en absoluto improbable sino todo lo contrario, ya puede prepararse para quedar derrotado en las elecciones generales, entre otras cosas porque quien le está pisando los talones en los sondeos es una formación que es verdad que no ha asumido aún una responsabilidad efectiva ni ha tomado todavía ninguna decisión porque no está en el poder, pero también es verdad que por ser un partido joven está limpio como una patena de corruptelas menores y mayores. Un adversario tanto más peligroso por ese motivo cuanto más sucia y desagradable se vuelve la tarjeta de visita del Partido Popular.
Y mientras tanto, el mismo Partido Popular, en este caso encarnado en el Gobierno, nos ofrece el mayor y más sonrojante espectáculo de arriada de calzones que ha visto el público en muchos años. Mariano Rajoy se comió con patatas su reforma de las pensiones. Así, a pelo. Independientemente de la opinión que merezca a cada uno ese proyecto del Ejecutivo, el hecho es que no hace más de un mes que se celebró en el Congreso un Pleno monográfico donde el mismísimo presidente Rajoy nos ofreció varias clases magistrales según las cuales lo que el martes pactó cara a cara con el peneuvista Andoni Ortuzar era precisamente lo que de ninguna manera se podía aplicar porque ello supondría un freno al crecimiento económico además de una garantía para el colapso del sistema de pensiones. Y afeó además con vehemencia a los grupos de la oposición que defendieran algunas de las medidas que ahora se acaba de tragar sin inmutarse. En algún momento nos han estado tomando el pelo: o antes, o ahora pero que nos lo han tomado, eso no admite dudas.
Y eso que estamos empezando la negociación para la aprobación de unos Presupuestos que, a tenor de lo visto en el Congreso, pueden acabar resultando irreconocibles porque vayan engordando de una manera patológica por la parte de lo que atañe al PNV y a sus intereses legítimos. Son cinco votos, pero por conquistar esos votos Rajoy ha demostrado estar dispuesto a emular a Groucho Marx y su célebre frase: "Damas y caballeros, estos son mis principios y, si no les gustan, tengo otros". La cesión, al margen de la opinión que merezcan las modificaciones aprobadas, debería poner colorado al presidente del Gobierno y a sus ministros porque ha puesto de manifiesto el grado extremo de debilidad en que sobrevive el Ejecutivo y lo lejos que está dispuesto a llegar para continuar sobreviviendo.
Y esa imagen de debilidad y también de versatilidad, desconocidas hasta esos extremos en lo que llevamos de conocimiento de las posiciones del presidente, no hace más que agudizar la sensación de que el PP está perdiendo pie de una manera tan dramática que le puede llevar al desastre de aquí a poco. Si siguen así las cosas no sería sorprendente que al final Ciudadanos o cualquiera de los partidos pequeños acaben por retirar su apoyo a estos Presupuestos. Con lo cual el Gobierno y el partido que lo sustenta habrán perdido al mismo tiempo la cartera y la cara, que ya la tienen tumefacta por los golpes recibidos desde dentro. Sólo les falta perder el crédito exterior que todavía les queda para terminar naufragando sin remedio.
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