En El Séptimo Sello, una película clásica de Ingmar Bergman, un caballero que vuelve de las cruzadas (Max Von Sydow) se encuentra con la muerte. Con el fin de aplazar lo inevitable la reta a una partida de ajedrez que solo conseguirá retrasarla unos días, mientras recorren su Suecia natal asolada por la peste. Todos jugamos nuestra particular partida con ella. Nadie se librara de jugarla. Por eso nos importa saber las reglas con la que nos enfrentaremos a ella. Por eso estamos debatiendo en el Congreso nuestro proyecto de ley de derechos y garantías al final de la vida.
En estos días he asistido a un debate abierto al público sobre la proposición no de ley del Parlamento catalán para despenalizar el suicidio asistido. He de decir que no salgo de mi asombro al comprobar que el PSOE ha decidido dar su apoyo a una ley que no reúne ninguna garantía. Ni siquiera las que reunía la propuesta lanzada por Podemos en marzo de 2017.
Todos jugamos nuestra particular partida con ella [la muerte]. Por eso nos importa saber las reglas con la que nos enfrentaremos a ella.
Aquella ley se ganó la abstención del PSOE y el rechazo de la cámara. El PSOE argumentó su abstención por las siguientes razones: “ser precipitada”, “repetir errores como los de las legislaciones belga u holandesa en cuanto a la falta de testigos y de controles” o introducir la posibilidad de “suicidio por sufrimiento psíquico, lo cual es una absoluta barbaridad”. También argumentó el Sr. Cámara, en aquel debate, la necesidad previa de una ley básica de derechos y garantías. Esa ley básica, nuestra proposición de ley, aún está en tramitación en el Congreso. Su retraso se debe, en parte, a la actitud obstruccionista del portavoz sanitario del PSOE.
Pues bien, en este debate, el PSOE ha anunciado, como digo, su intención de aprobar ley remitida desde el Parlamento Catalán. Esta ley contiene un artículo único que modifica el apartado de 4 del artículo 143 del código penal con este escueto texto “está exento de responsabilidad penal el que, por petición expresa, libre e inequívoca de una persona que padezca una enfermedad grave que le conduzca a la muerte o una patología incurable que le provoca sufrimiento físico o psíquico grave y que se prevé que será permanente, cause con actos necesarios la muerte segura, pacífica y sin dolor de esta persona o coopere a ello, dentro del marco legal establecido”. Eso es todo. Ni controles, ni testigos, ni responsabilidades, ni exámenes, ni valoraciones… Nada.
Buscar una medalla, esa y no otra, puede ser la intención del PSOE con semejante dislate.
¿Cuál es la razón que impulsa al PSOE a aprobar esta toma en consideración? Lo explicaba muy bien el propio diputado del PSOE, Sr Cámara, cuando finalizaba su alocución a la propuesta de podemos en marzo del año pasado. Se dirigía en estos términos a la Sra. Sibina: “Ustedes no han buscado el consenso, si así fuera hubieran recurrido a nosotros para presentar una iniciativa conjunta. Ustedes han buscado únicamente ponerse la medalla tratando de humillar a otros grupos de esta cámara”. Una profecía auto cumplida. Buscar una medalla, esa y no otra, puede ser la intención del PSOE con semejante dislate.
Además, en el colmo del despropósito, el partido socialista ha presentado en el registro, sin consenso de nadie, su propia propuesta para hacer “de marco legal” de esta otra del Parlamento catalán. Se propone por tanto aprobar una ley, la catalana, sin haber garantizado que la suya saldrá adelante. Una aprobación en dos tiempos, primero despenalizamos y después ya veremos qué pasa. Novedosa técnica legislativa que podría suponer que nos hallemos, en un futuro no muy lejano, habiendo aprobado la despenalización del suicidio asistido sin tener consenso alguno en las garantías e indicaciones que deberían de darse en esos supuestos.
La ley del PSOE podría suponer que se aprobase la despenalización del suicidio asistido sin consenso en las garantías e indicaciones.
Por otra parte la propuesta del PSOE de regulación del suicidio asistido mezcla intencionadamente enfermos graves y terminales, con enfermos con padecimientos psicológicos o físicos permanentes. Esta mezcla genera un auténtico embrollo con la ley de garantías que está en tramitación. Si no garantizamos la sedación a los pacientes con enfermedades irreversibles, y aprobamos la ley del PSOE, podría suceder que, dado que la sedación en estos enfermos conduce invariablemente a la muerte, los médicos y pacientes se vean obligados a pasar por el farragoso trámite que es preciso, según la propuesta del PSOE, para legalizar el suicidio asistido. Les someteríamos así a un auténtico calvario, dejando a los profesionales de la medicina en la indefensión absoluta. Obligaríamos de esta manera a los médicos a someterse a ese trámite de 30 días para sedar a estos pacientes, so pena de acabar viéndose en un lío legal de muchas campanillas.
Son dos asuntos diferentes y el PSOE los mezcla intencionadamente para intentar buscar un consenso social engañoso. Consenso que no sería tan amplio si se separase, como debe de hacerse, la asistencia a enfermos con enfermedades graves, progresivas e irreversibles y su derecho a la sedación terminal, de aquellos otros cuyos padecimientos son permanentes pero no progresivos, o ni siquiera irreversibles en algunos casos. En fin, un lío de propuestas que no debe de acumularse al ya existente, puesto que conduciría irremediablemente a una confusión muy peligrosa en un campo que afecta a derechos fundamentales.
Son dos asuntos diferentes y el PSOE los mezcla intencionadamente para intentar buscar un consenso social engañoso.
Si la muerte se hubiese encontrado con Pedro Sánchez en vez de con el noble caballero Antonius Block, seguro que se hubiese negado a jugar con este trilero de los cubiletes y las bolitas. Seamos serios señores del PSOE. Hagan las cosas, por una vez siquiera, pensando en los españoles y no en las elecciones. Todos jugaremos esta partida, no nos lo pongan más difícil.
Francisco Igea es médico y diputado en el Congreso por Ciudadanos.
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