¿Cómo es posible que en nuestro país y cuarenta años después del franquismo sigamos alimentando complejos sobre la bandera española? Estos días se ha presentado en Madrid una plataforma llamada “España Ciudadana”, auspiciada por Albert Rivera y un nutrido grupo de personas de todos los ámbitos de la sociedad civil, con la única intención de defender y alentar lo bueno que tiene nuestro país. Tuve el placer de presentar el acto inaugural y de formar parte de ella desde ese momento.
Algunos de sus principios son estos: “Juntos somos imparables. El futuro de España será lo que queramos los españoles. La diversidad nos ha enriquecido y la unión nos ha hecho fuertes. En la España que viene los protagonistas volveremos a ser los héroes anónimos.”
Estos argumentos los firmaría cualquier partido constitucionalista español, desde el PP a Podemos. Sin embargo, todos los complejos del pasado afloran cuando Marta Sánchez pone letra al himno, o una bandera nacional ocupa los 40 metros del escenario. Ya le pasó al Secretario General del PSOE en el pasado. Solo la falta de patriotismo de algunos de nuestros líderes políticos explica que los colores de nuestra bandera decidida por Carlos III y aprobada por Isabel II en 1843 les siga recordando al dictador Francisco Franco, que la uso cien años después. La Alemania nazi también utilizó los colores de la bandera alemana y a nadie se le ocurre boicotearla por ello.
No se trata de ser chovinistas como los franceses; tampoco nacionalistas como sucede ahora con la Generalitat. Simplemente necesitamos ser un poco patriotas
Hemos sido capaces, juntos, de hacer una transición política modélica y admirada por todo el mundo o de destruir a la banda terrorista ETA con la fuerza de la ley. Sin embargo, en nuestro país solo las victorias deportivas nos unen a la bandera, es como si entonces para algunos perdiera su significado histórico. Hace muchos años que hace falta una campaña gubernamental para reivindicarla sin complejos, para que en Cataluña o el País Vasco mostrarla no sea motivo de disputa o insulto fascista. Los territorios a menudo no son una marca reconocible en el mundo, lo son los países y las ciudades. La marca España sigue fuerte, como la marca Bilbao o Barcelona, pero no existe en el mundo un posicionamiento de la marca Cataluña o País Vasco. Entender que la diversidad de todos los idiomas y costumbres están en la marca España es el principio de este cambio.
El carácter español no es triunfalista, nuestra historia reciente nos ha dejado un poso lleno de dudas, inseguridades y lamentos. No se trata de ser chovinistas como los franceses, escogiendo lo nacional y despreciando lo extranjero, tampoco nacionalistas como sucede ahora con el Govern de la Generalitat, simplemente necesitamos ser un poco patriotas.
Según la RAE el patriota es la persona que tiene amor a su patria y procura todo su bien. Ni más, ni menos. También es cierto que lucir los colores de la bandera española no te convierte en patriota. Dejó escrito Charles De Gaulle: “Patriotismo es cuando el amor por tu propio pueblo es lo primero, nacionalismo cuando el odio por los demás pueblos es lo primero”.
España es un país único por muchos motivos, la comunidad de Madrid es la región de la Unión Europea con mayor esperanza de vida, 85,2 años de media. Además, entre las diez regiones europeas con mayor esperanza de vida están La Rioja, Navarra y Castilla y León. Disponemos de una infraestructura sanitaria que es la envidia de Europa y cualquiera que haya vivido en Londres o París la añora. Desde hace 26 años somos líderes mundiales en trasplante de órganos y en donaciones, somos capaces de realizar 14 trasplantes al día. Líderes mundiales en número de playas con banderas azules, en producir energía eólica y fotovoltaica, en kilómetros de trenes de alta velocidad, en gestión del tráfico aéreo, en plazas hoteleras y hasta en la fabricación de vestidos de novia.
Ya va siendo hora de que los derrotistas no ganen la batalla.
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