Opinión

La nueva Gran Vía deja de lado la bici

El Edificio España, en Madrid.
El Edificio España, en Madrid.

Tras haber lanzado en febrero de 2017 un proceso participativo en el que los madrileños elegimos una Gran Vía sin bordillos y con un carril bici, de entre las opciones ofrecidas por el propio Ayuntamiento años después vemos que la obra de reforma los ha olvidado. Tendremos un ensanchamiento de aceras. Positivo, por supuesto, pero insuficiente. El mensaje de esta remodelación ligera no representa un nuevo modelo de ciudad, sino una mejora (estilo calle de Serrano) que recuerda a algunas actuaciones de la etapa de Alberto Ruiz-Gallardón antes que a un verdadero cambio en movilidad.

La transformación sería limitar en esta avenida el transporte motorizado a autobuses, taxis y vehículos de residentes y comerciantes de la zona. El resto del espacio, para peatones y ciclistas. Resulta lógico este planteamiento considerando el gran camino verde previsto para la reforma de la Plaza de España. Por coherencia y continuidad. El proyecto final aprobado ha roto definitivamente esa coherencia, ha entendido que la bici tendrá espacio solamente allá donde no moleste.

La reforma recuerda a algunas actuaciones de Gallardón antes que a un cambio

Ahora Madrid no va crear una malla de vías propias que anime a la población a desplazarse en este medio sano, silencioso y saludable, sino que lo hará como convidado de los coches y las motos, con sus reglas y en su terreno. El supuesto carril bici proyectado aparece y desaparece sin aviso y queda comprimido tan solo en un pequeño tramo de subida entre el carril derecho, reservado a autobuses, taxis y motos. No habrá nada más.

Atravesar la Gran Vía en bici supondrá moverte en una fila entre coches y vehículos pesados en algunos tramos e incorporarte al carril del resto de coches de vecinos, motos, vehículos eléctricos, taxis y automóviles VTC de gama alta. No parece que vaya a animar a muchos a usar la bici.

Muchos ciclistas evitarán la Gran Vía, como ocurre hoy

No se entiende por qué razón no se ha incluido un carril bici segregado y atractivo, tampoco por qué no se ha seguido la plataforma única (espacio sin bordillo) siguiendo las correspondientes directrices de adaptabilidad universal y diseño para todos. El ejemplo de este último diseño es bien cercano: la Gran Vía de Bilbao. Parece también complicado de explicar cómo es posible que se haya podido ejecutar un carril bici de calidad como el de la calle Santa Engracia, separado de la acera y de los coches, fácil de usar y seguro y no se pueda hacer en otras calles.

Y es que cada vez que se replantea el diseño de una calle en la capital aparecen siempre mil impedimentos técnicos. Resulta curioso que esos impedimentos no los tengan Valencia, San Sebastián, Barcelona, Sevilla o Zaragoza, o las ciudades de Alemania, Francia o Norteamérica. Igual es que la diferencia no reside en la forma de las esquinas de las calles, en las entradas de los garajes o en las paradas de autobús de Madrid sino en la ausencia de voluntad política de sus sucesivos equipos de gobierno frente a la de los de las ciudades mencionadas.

Qué curioso: los impedimentos técnicos aquí no existen en Valencia, Barcelona...

Por más que figurase en el programa político de Ahora Madrid la promoción de la bici y los carriles bici, la nueva Gran Vía parece el símbolo de la promoción a medias, entre la integración en el tráfico y su separación, no dependiendo del tipo de vía como parecería lógico, sino del hueco sobrante que quede. Los carriles bici de Madrid  no están conectados entre sí, muriendo a menudo sin previo aviso en las grandes rotondas, no salvan obstáculos arquitectónicos como puentes sobre las autovías o los túneles de la ciudad.

La lista de promesas incumplidas en cuanto a vías ciclistas es larga. Por un lado están los aprobados por los vecinos en las votaciones de los presupuestos participativos. Los madrileños proponemos al ayuntamiento carriles bici, los elegimos de entre las inversiones propuestas y pasan los años sin que ni siquiera se liciten.

La lista de promesas incumplidas de Ahora Madrid en cuanto a vías ciclistas es larga

Igual ocurrió con las Inversiones Financieramente Sostenibles, una opción legal a la que la concejalía de Hacienda recurrió para sortear la limitación de tener que invertir el excedente presupuestario en amortización de deuda pública. Las obras tenían que ejecutarse en un año, un periodo excesivamente corto para la contratación pública, sin duda; pero de los más de 30 proyectos de carriles bici incluidos en las IFS apenas se ha ejecutado la décima parte.

En resumen, el urbanismo madrileño parece dejar de lado la voluntad de los vecinos en cuanto a la bici y no materializar los esfuerzos efectuados por las áreas de transparencia y participación con las consultas ciudadanas y de Economía y Hacienda con la recaudación y la presentación de cuentas que sorteasen los límites de la denominada ley Montoro.

Madrid continuará siendo el agujero negro de Europa en cuanto a bicis

Si finalmente la Gran Vía se reforma conforme al plano previsto supondrá una desilusión más para los que queremos una ciudad que apueste por una movilidad inclusiva en bici. Como señaló Martin Colville-Andersen de la prestigiosa organización Copenhagenize, tras conocer el diseño final de la Gran Vía, Madrid continuará siendo el gran agujero negro del ciclismo urbano en Europa. Para que esto no llegue a hacerse realidad y perder una gran oportunidad, la asociación Pedalibre ha iniciado un proceso de recogida de firmas para que se incluya un carril bici en la Gran Vía en el que sale la cantante Christina Rosenvinge, asidua al velocípedo. Así no.

 

Jorge Estirado es miembro de la plataforma por un carril bici en la Castellana

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