Nunca una reunión tan pobre en resultados resultó tan fructífera. Al menos, en apariencia. La Vanguardia y El País coinciden en el mismo término para describir el resultado del encuentro entre el presidente del gobierno y el presidente de la Generalitat catalana: "Deshielo". El Periódico titula la portada de su edición digital con una frase de Quim Torra: "Hemos abierto un hilo de esperanza". Ni siquiera los periódicos más afines al independentismo cuestionan el resultado de la cumbre. El Nacional.cat se limita a reproducir una afirmación del president : "No es suficiente con admitir el problema político, sino que se tiene que votar".
Hay consenso, por tanto, en ver la botella medio llena, aunque esté prácticamente vacía.
El fruto más concreto después de más de dos horas de conversación ha sido la recuperación de la comisión bilateral Gobierno/Generalitat que no se reunía desde 2011. Pero no ha habido ningún compromiso por parte del gobierno que implique saltarse las líneas rojas que establece la Constitución, ni siquiera una expectativa para que Cataluña logre alguna vez el reconocimiento del derecho a la autodeterminación. Es verdad que, a sensu contrario, el gobierno tampoco ha conseguido que Torra se baje del burro y que renuncie a pedir cosas imposibles. Pero los dos han salido satisfechos, han hablado de todo, pero sin ceder ninguno en lo esencial. Lo que en otras circunstancias sería calificado como un diálogo de sordos se ha convertido en un "hilo de esperanza", en la constatación del "deshielo".
Tras la cita en Moncloa podemos afirmar sin temor a equivocarnos que España no se rompe, aunque tampoco podemos decir que haya salido más fortalecida. Tal vez sí un poco más "desinflamada".
Al presidente del gobierno y al de la Generalitat les interesa vender que estamos ante un nuevo escenario en el que todo es posible
Pero vayamos al fondo de la cuestión. ¿Por qué se ha producido este clima de cierta concordia?
1º El cambio de gobierno ha abierto un nuevo escenario. El PSOE necesita a los independentistas para gobernar y los independentistas son conscientes de la debilidad de Sánchez y, por ello, de su propia fuerza. No hay más que recordar lo sucedido con la elección del presidente de RTVE.
2º Al independentismo le interesa mantener un gobierno débil con el que se pueden conseguir cosas. Tal vez no tan importantes como la autodeterminación o la independencia, pertenecientes al programa máximo, pero sí otras más prácticas, como inversiones, bilateralidad, y asuntos que ahora no están sobre la mesa, pero que se pondrán cuando llegue el momento.
3º Torra sabe que no puede forzar la máquina e imponer otro nuevo 1-O. O bien dar por hecho que Cataluña ya se ha autodeterminado. Eso, tal vez, es lo que querría Carles Puigdemont, pero no la mayoría del bloque independentista mayoritario, compuesto por ERC y el PDeCAT, que ha virado hacia el pragmatismo.
4º De cara a la galería al president le interesa mantener que no se ha rebajado ni un ápice las reivindicaciones que tienen que ver con la independencia. Eso le ayuda a mantener tranquilo al frente más radical nucleado en torno a Puigdemont y la CUP. De momento, el independentismo se conforma con la escenificación y los gestos. Ya llegará el momento de la verdad.
5º Sánchez no puede ceder en lo más importante. No sólo porque no tiene capacidad para hacerlo: su exiguo grupo parlamentario no le permite capacidad de maniobra. Pero, aunque la tuviera, tampoco puede ceder en un terreno en el que sus propios votantes le abandonarían. El ahora presidente apoyó el 155 y eso le consolidó como líder del PSOE. Por tanto, aunque quisiera, no le puede dar a los independentistas lo que le reclaman.
6º Para el presidente del gobierno, que tiene la vista puesta en ganar las elecciones que se convocarán en 2020, le basta con que en Cataluña las cosas no vayan a peor. La idea de que con el PSOE en el gobierno la tensión con Cataluña se ha reducido, sin ceder en lo fundamental, le es suficiente como para presentarse a las generales con el mensaje de que él puede garantizar mejor que el PP la unidad de España.
A corto plazo, por tanto, no cabe esperar ningún terremoto en Cataluña. Ni a Sánchez ni a Torra les interesa ahora un escenario de conflicto.
Por tanto, sobre la base de esas pobres expectativas, la reunión, por ambas partes, se ha vendido como un avance. Un paso hacia la "normalización", como gustan decir los nacionalistas.
Como era tan poca la sustancia del encuentro (¡la resurrección de la comisión bilateral!) ha habido que llenarlo con detalles humanos que pusieran de manifiesto la distensión. Así, hemos conocido el interés del president por conocer los jardines de Moncloa y la fuente circular donde Antonio Machado le tiraba los tejos a Pilar de Valderrama. Hasta la perrita Turca ha tenido su papel en el idílico paseo, en el que ha tenido la oportunidad de ser acariciada por el Molt Honorable. Y ni siquiera le ha gruñido.
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