El futuro de la humanidad depende del mando a distancia. No de la televisión, no. Del mando mismo. Y, más concretamente, de cómo cambiamos de canal.
¿Qué hace usted para pasar, pongamos por caso, del canal 19 al 11? Me explicaba el otro día el profesor de la Universidad de Padua Massimo Marchiori, un genio de las matemáticas que hace 20 años inspiró con sus investigaciones el motor de búsqueda de Google, que en contra de lo que pensamos para ir al 11 no presionamos dos veces el uno. Los humanos no somos tan racionales como pensamos.
Para cambiar de canal, lo más habitual es apretar esa tecla que nos permite ir bajando uno a uno, canal a canal, hasta llegar al destino. Y así hasta ocho veces. Este matemático, que estudia el comportamiento humano a través de los números, tiene contabilizado que solo a partir de nueve clics nos deja de compensar el rodeo y nos animamos a buscar a nuestro pesar dónde están los números de destino.
El mando a distancia, igual que el populismo, prueba que a menudo los humanos perdemos la visión de medio plazo
La explicación es sencilla: aunque nos creemos muy listos, somos de lo más básicos. Estamos programados para minimizar el gasto de energía a corto plazo. Qué más da que sea más rápido presionar dos veces el uno que ocho veces el menos uno, los humanos evitamos pensar siempre que podemos. Y más cuando con estos calores nos tiramos en el sofá frente al televisor.
La ley del mínimo esfuerzo es la clave de por qué avanzan los nacionalismos y la extrema derecha en Europa. Sus soluciones siempre son cortoplacistas: si cerramos fronteras, habrá más trabajo. Poco importan los hechos. Un reciente estudio publicado en la revista científica Science Advances demuestra que a medio plazo, la inmigración dinamiza la economía y crea empleo.
El estudio revisa el efecto a lo largo de 30 años de los inmigrantes y refugiados que solicitan asilo en 15 países europeos. Ya desde el año de su llegada o solicitud de asilo, tanto inmigrantes como refugiados favorecen la actividad económica: el PIB per cápita mejora en los cuatro años siguientes y los efectos también son positivos en el ingreso de impuestos y la reducción del paro.
Pero pensar a cuatro años vista, sin embargo, parece mucho pedir para los telespectadores incapaces de marcar el canal que buscan. El mando a distancia, igual que el populismo, son la prueba que a menudo los humanos perdemos la visión de medio plazo. No elegimos la solución más racional a nuestros problemas, sino la que nos parece más sencilla desde el sofá. Y, ante la duda, cambiamos de canal.
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