Ya está. Los taxistas han acabado su huelga y en la madrugada de hoy han desalojado las calles, recogido piscinas de plástico y acampadas, y han retomado la actividad. Ya hay taxis en aeropuertos y en estaciones de tren.
La situación, sin embargo, dista mucho de estar solucionada. Los actores implicados simplemente han dado una patada hacia delante para quitarse, de momento, un problema de encima. El problema de hacer eso es que, no tardando mucho, se lo van a encontrar de nuevo en las narices.
Puede que para entonces sepamos que opina del conflicto el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que ha decidido delegar completamente el asunto en manos de su ministro de Fomento, José Luis Ábalos, y del secretario de Estado de Transporte, Pedro Saura, que es probablemente el nombre más destacado, y a la vez al que menos se destaca, de toda la huelga del taxi.
Saura ha cogido el marrón por los cuernos y ha conseguido, primero, apaciguar los ánimos y, después, tener el compromiso del taxi y las VTC de sentarse a negociar en unas semanas. Se ha fajado en las trincheras sin dar una voz más alta que la otra mientras sus superiores se mantenían al margen.
El panorama tras la batalla, pues, no parece muy alentador para el usuario que, al final, siempre parece el perjudicado de todos estos conflictos sectoriales. Así quedan los frentes con el fin de la guerra más próximo.
El taxi, ¿gran vencedor?
Terminada su huelga, y pese a que todavía no han sacado nada definitivo, se puede decir que los taxistas son los que han ganado esta batalla, por mucho que su victoria no haya sido total. Con su movilización han conseguido visibilizar lo que consideran un problema, pero también se han granjeado mucha antipatía.
El taxi se ha dado cuenta de que tiene un arma muy poderosa: una enorme capacidad de presión y coacción. ¿No me das lo que quiero? Te paro la ciudad y te monto un enorme problema, a unos meses de las elecciones. Ningún político quiere fotos así.
El taxi se ha dado cuenta de que tiene una enorme capacidad de presión y coacción
Han conseguido que el Ministerio de Fomento, y por tanto el Gobierno central, se pliegue a sus demandas a cambio de solventar de manera momentánea el problema. Eso sí, mantienen su amenaza de volver a las calles. Sabiendo que funciona, como no iban a hacerlo.
Sin embargo, van a pagar un alto precio por su victoria. Se podrá poner la palabra aislado cuando se hable de los disturbios, pero lo cierto es que los hubo. En los primeros cuatro días de huelga hubo más de 100 coches de Cabify y Uber destrozados, tres conductores -trabajadores sin nada que ver sobre dónde tributa o tiene su sede fiscal su empresa- fueron hospitalizados. La policía tuvo que investigar hasta 60 posibles agresiones y detuvo a tres personas. Piro pacifismo, sí.
Todo el mundo ha visto el ya famoso vídeo de la familia francesa, niña de cuatro años incluida, cuyo coche es destrozado en medio de la calle, o el del coche volcado -literalmente- en el párking del aeropuerto de El Prat de Barcelona. La imagen y las mil palabras.
Y sí que es cierto que la mayoría de las protestas han sido pacíficas, y que por mucho que se reproduzca 2.000 veces el vídeo sólo ha ocurrido una vez. Pero ha ocurrido, y con eso vale para que esta sea la huelga de cuando los taxistas reventaron un coche con una niña dentro. Muy mala imagen.
Por eso es una victoria, sí, pero debería ser agridulce. El intento pegarse un lavado de cara ofreciendo un día entero en el que todos los viajes en taxi en Barcelona serán gratis no parece muy efectivo. Les va a costar recuperar los miles de clientes que han perdido en una semana y no, no será por la botellita de agua.
El incierto futuro de Cabify y Uber
Pese a que su participación en el conflicto no ha sido decisiva, Uber y Cabify son los que peor parados salen de esta huelga. Su futuro es incierto, como mínimo. Vivirán los próximos meses con la espada de Damocles sobre ellos, sabiendo que puede caer en el Consejo de Ministros de un viernes cualquiera.
Por mucho que Unauto, la patronal que engloba a ambas compañías, quiera ver un punto positivo, lo cierto es que cuesta encontrarlo. Sus coches han sido destrozados, muchos de sus conductores no querrán volver a operar con ellos por miedo a choques con los taxistas y el Ejecutivo en ningún momento se ha puesto en su lugar.
No vale con decir que quieres ser socio del taxi si luego tiras los precios para no competir
Evidentemente, su comportamiento no es el ideal. No vale con decir que quieres acercarte al taxi, colaborar y ser socios y luego poner unos precios contra los que sabes que tu competencia no puede hacer nada, ya que tiene las tarifas reguladas.
Su papel ahora consistirá en pelear en los tribunales la posible implantación de esa segunda licencia en Madrid y Barcelona, las dos plazas fuertes, antes de que eso suponga su muerte paulatina. Poco más pueden hacer, que seguir operando sabiendo que las noticias que vayan surgiendo del conflicto sólo puedan ser malas.
¿Dónde estás, Sánchez?
Supondremos que a Pedro Sánchez le están yendo bien las vacaciones, que su último encuentro con el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, fue agotadora o que, simplemente, no quiere muchos problemas ahora que están en modo precampaña electoral.
Su papel en un conflicto que ha parado dos de las calles más importantes de las ciudades más importantes es irrelevante. No ha aparecido. Debemos, una vez más, suponer que se ha enterado de que los taxistas estaban en huelga por el hashtag en Twitter, pero tampoco podemos estar seguros.
Si la labor de Sánchez ha sido inexistente, no hablemos ya de las alcaldesas de Madrid y Barcelona, Manuela Carmena y Ada Colau. Su permisividad con el taxi no tiene comparación. Son las responsables directas de que un grupo de personas haya decidido dificultarle la movilidad a decenas de miles de personas y que, además, no pase nada.
Sánchez, en precampaña, no ha aparecido ni una vez en todo el conflicto del taxi
Estos días en los extremos del Paseo de la Castellana apenas había un par de agentes de la Policía Nacional -de la municipal, ni rastro-, sin más. ¿Por qué se permite al taxi parar una ciudad? Y más cuando se ha visto como con otros colectivos se aplicaban medidas más duras sólo por una manifestación.
A las dos, igual que al presidente del Gobierno, se les tiene que exigir que, al menos, tengan el detalle de aparecer en los medios de comunicación para explicarle a sus ciudadanos porque no están haciendo absolutamente nada, pero no lo han hecho.
Las únicas explicaciones del Ayuntamiento de Madrid las ha dado Inés Sabanés, responsable de Movilidad de la ciudad y del círculo más cercano a Carmena, que compareció a matacaballo ante los medios para explicar brevemente sus razones para apoyar la imposición de una doble licencia.
Como todas las guerras, y los taxistas ya nos han recordado que estamos en una, no existen bandos vencedores ni perdedores. Aquí todos salen mal parados, unos más que otros, con todavía muchos capítulos por desgranar. Septiembre va a ser un mes muy movido.
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