A la hora de hacer las maletas hay gente ordenada y gente desordenada, hay gente previsora y gente poco previsora. Creo que aúno la peor de las combinaciones posibles: la de las personas que somos a la vez desordenadas y tremendamente previsoras. Y eso es terrible a la hora de preparar las maletas de las vacaciones de verano.
Los ordenados son gente de bien, minuciosa y detallista, que guarda cada prenda en bolsitas de plástico como si fueran forenses de C.S.I. Las prendas pequeñas siempre en los laterales, como debe ser. El viajero ordenado, aunque no sea previsor, tiene la ventaja de saber exactamente qué se lleva, qué no y donde está. Si algo se le olvida va a comprarlo o se resigna a vivir sin ello y listo. Si no metió las gafas de bucear al menos no perderá el tiempo buscándolas. La gente ordenada pasa varios días preparando el equipaje pero luego se ahorra muchos minutos de vida en el destino que el resto malgastamos buscando cosas en vez de estar tranquilamente en la playa.
Aúno la peor de las combinaciones posibles. La de las personas que somos a la vez desordenadas y previsoras
La gente desordenada y poco previsora es, sin embargo, la que más envidio. De perdidos al río. Me encantaría ser así, pero los previsores no hemos elegido serlo. Seguramente nacimos con la obsesión de los porsiacasos y en penitencia cargamos con maletas gigantes que en las que nunca aparece nada. Envidio las maletas de los desordenados sin ansia de control. Son un caos maravilloso. Un desorden sin complejos.
Para esos viajeros de la admirable especie que combina con naturalidad desorden e improvisación es recomendable tener buen humor y no ir con mucha prisa. Sobre todo porque se dará cuenta al llegar al aeropuerto de que tiene el pasaporte caducado o echará de menos el cargador olvidado en la mesilla al llegar de noche a una aldea sin poder mirar la dirección de la dichosa reserva del Airbnb que por supuesto nunca imprimió. Le suena, ¿verdad? Si se le olvidan siempre la mitad de las cosas cuando hace la maleta pero no le preocupa demasiado tal vez sea usted uno de estos. Enhorabuena. Le anticipo un verano lleno de anécdotas que le darán mucho juego en las cenas con amigos. Lo que más le envidio es la tranquilidad de ir por la vida sin pensar qué se le habrá olvidado ni dónde estará. Sus vacaciones duran mucho más que las del resto porque no perderá el tiempo planeando ni buscando cosas. Improvisación.
La gente desordenada y poco previsora es, sin embargo, la que más envidio
Y luego estamos los que no tenemos el don del orden y encima no podemos evitar ir de previsores. Pobres de nosotros. Venga a meter cosas en la maleta sin ton ni son. Y si por casualidad algo de eso presuntamente bien pensado hiciera falta durante el viaje, a la hora de la verdad, no aparecerá por ningún sitio. Juraría que metí aquí un chubasquero. ¿No me encargaba yo de las toallas? Mierda, al final hemos traído cuatro. Ya decía yo que pesaba mucho la maleta. Y así todo.
Menos mal que la gente previsora tenemos la buena costumbre de calcular bien con quién nos vamos de vacaciones. Lo ideal es alternar compañeros de viaje de los que siempre tienen a mano los ibuprofenos y el repelente de mosquitos con los que hasta el último momento no renuevan el carné de conducir pero improvisan rutas maravillosas. Puede que los de mi especie seamos terribles haciendo maletas. Pero nunca dejaríamos al azar con quién pasamos nuestras vacaciones de verano.
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