El cigarrillo electrónico y los nuevos productos de tabaco han causado un enorme revuelo en los medios de comunicación y en la opinión pública. Para empezar es muy importante explicar la diferencia entre estos productos:
- Los cigarrillos electrónicos son dispositivos que calientan una solución líquida que puede contener o no nicotina, además de saborizantes u otros aditivos. Estos productos no contienen tabaco, y en el mercado existen múltiples variantes tanto en cuanto a su diseño como en el tipo de recarga.
Aunque puedan considerarse menos tóxicos que el tabaco no deben considerarse inocuos, cabe reseñar que además de contener en muchos casos nicotina (principal sustancia responsable de la adicción al tabaco y un potencial tóxico cardiovascular), contienen sustancias que pueden ser cancerígenas como el formaldehido y acetaldehído. En la mayoría de los países, incluido el nuestro, existe ya una regulación específica sobre la concentración de nicotina que pueden contener las recargas, la prohibición de venta a menores, y la restricción de uso en lugares públicos. Cabe reseñar que se han descrito casos graves e incluso mortales de ingestión accidental del contenido de las recargas.
En nuestra legislación los cigarrillos electrónicos, también denominados Dispositivos Susceptibles de Liberación de Nicotina (Ley 28/2005 y Real Decreto 579/2017), están incluidos en la categoría de productos relacionados con el tabaco.
- Los productos de tabaco por calentamiento y sin combustión, en inglés “heat not burn tobacco”, a diferencia de los cigarrillos electrónicos sí son productos de tabaco. Cada cigarrillo contienen una lámina de tabaco que es calentada por el dispositivo electrónico, sin llegar a las temperaturas habituales de combustión del cigarrillo convencional, lo que reduce la concentración de algunas sustancias tóxicas del tabaco, pero en este proceso de calentamiento, se producen aerosoles con nicotina y otras sustancias químicas que se inhalan por la boca.
No existe a día de hoy una evidencia sólida e independiente que demuestre su seguridad a largo plazo
No existe a día de hoy una evidencia sólida e independiente que demuestre su seguridad a largo plazo, ni su eficacia para ayudar a dejar de fumar. Dado que en este caso estamos hablando de un producto de tabaco, su regulación se ajusta a las mismas normas que el cigarrillo convencional en cuanto a prohibición de publicidad y promoción, regulación de su uso en los mismos lugares en los que está prohibido fumar, prohibición de venta a menores, etc…
A pesar de esta regulación, todos hemos sido testigos en los últimos meses de una campaña de promoción implícita y explícita en los medios de comunicación de estos productos, que ha contribuido a su popularización, generando una cierta confusión en la opinión pública.
El cigarrillo electrónico ha producido un profundo debate en la comunidad científica. Algunos expertos defienden su papel como “estrategia de reducción de daños”, que en el marco de las adicciones englobaría aquellas intervenciones que pretenden reducir los daños asociados al consumo de una sustancia en aquellas personas que no son capaces de interrumpirlo. Para otros expertos pesa más el riesgo para la salud pública de que se conviertan en una puerta de entrada a la adicción a la nicotina, sobre todo en jóvenes con ganas de experimentar. El que estos productos tengan un atractivo diseño y puedan contener aromas característicos supone un reclamo para la gente joven.
JUUL es un tipo de cigarrillo electrónico que se ha puesto de moda en Estados Unidos
Un ejemplo es JUUL, un tipo de cigarrillo electrónico que se ha puesto de moda en Estados Unidos y que ha inundado las aulas de los institutos. Se trata de un dispositivo con forma de llave USB, que se carga rápidamente al conectarlo al ordenador u otra fuente USB, y que permite vaporizar, de forma prácticamente imperceptible para los que rodean al usuario, un líquido aromatizado con distintos sabores y que contiene una alta concentración de nicotina. Recientemente la FDA, alertada por el rápido crecimiento en el consumo de estos productos por parte de los adolescentes, ha emplazado a reforzar los sistemas de protección de venta a menores, amenazando con prohibir las ventas si en un plazo de 60 días no se demuestran mecanismos de control eficaces por parte de los promotores. Coincidiendo con esta medida, la FDA ha lanzado una ambiciosa campaña de prevención del consumo de dispositivos electrónicos liberadores de nicotina en la población adolescente.
Sorprende esta postura que resulta ahora tan drástica y alarmista, cuando hace apenas un año la FDA abría la puerta a aceptar el cigarrillo electrónico como estrategia de reducción de los daños producidos por el tabaco, sin prestar atención a los potenciales riesgos de lanzar este tipo de producto al mercado.
En España, según datos de ESTUDES 2016/17 un 20,1% de estudiantes han usado cigarrillos electrónicos alguna vez
En España, según datos de ESTUDES 2016/17 un 20,1% de estudiantes han usado cigarrillos electrónicos alguna vez, 3 puntos más que en 2014. De ellos un 78,8% han consumido alguna vez tabaco. Aproximadamente uno de cada cuatro escolares que usan cigarrillos electrónicos lo hacen con nicotina. Además, alrededor de la mitad de estudiantes que han consumido cannabis también han usado los cigarrillos electrónicos. Y en cuanto a la percepción de riesgo del uso de los cigarrillos electrónicos en el alumnado la encuesta refleja que es muy baja. De manera que estamos ante un consumo creciente, con escasa percepción de riesgo y asociado al consumo de otras drogas en muchas ocasiones.
¿Cuál es la postura del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo?
Con respecto a los cigarrillos electrónicos, nuestra postura ha sido muy firme desde la aparición en el mercado de estos productos. Siempre hemos defendido que para reducir la morbimortalidad relacionada con el consumo de tabaco la prioridad es el cese total. Cabe reseñar que la mayoría de las personas fumadoras que logran el cese lo hacen sin ayuda profesional ni farmacológica, y para aquellas que no lo consiguen o que recaen, el sistema sanitario debe ofrecer una red consolidada y efectiva de atención al fumador, algo que también venimos reclamando desde hace tiempo. También hemos defendido que debe facilitarse el acceso a las terapias farmacológicas y no farmacológicas que han demostrado seguridad y eficacia para dejar de fumar.
Hemos abogado por una regulación efectiva de estos productos, de forma equiparable a la del tabaco manufacturado, incluyendo prohibiciones explícitas sobre su uso en lugares públicos (sin excepciones respecto al tabaco convencional), sobre su publicidad y promoción, y una fiscalidad equiparable a los productos de tabaco. Desde hace años venimos alertando de los riesgos, desde la perspectiva de la salud pública, de que estos productos se conviertan en una atractiva puerta de entrada a la adicción a la nicotina, especialmente en adolescentes. De hecho hay evidencia de que los adolescentes que utilizan cigarrillos electrónicos tienen mayor probabilidad de acabar siendo fumadores. El cigarrillo electrónico no es un producto inocuo, y no existe una evidencia sólida sobre su eficacia como herramienta de cesación.
En cuanto a los productos de tabaco sin combustión nuestra postura es más firme si cabe: no hay un tabaco sano. No podemos confundir a la opinión pública ni hacer creer que existe una forma saludable de fumar. Consideramos estos productos como una estrategia de la industria del tabaco para mantener las cuotas de personas adictas a la nicotina en mercados con políticas de control avanzadas y especialmente en países ricos. Y sobre todo, a estas alturas de la película no vamos a aceptar que la industria del tabaco, que tanto daño ha causado a la humanidad, pretenda liderar la batalla contra la epidemia de tabaquismo.
La OMS se ha pronunciado sobre estos dispositivos, así como el Ministerio de Sanidad de nuestro país, y en ambos casos alertan de los riesgos para la salud de su uso.
Regina Dalmau es la presidenta del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo
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