El pasado 11 de septiembre las gentes de la montaña catalana invadieron festivamente la ciudad condal. Como de costumbre rememoraron lo que ellos consideran "la derrota de las armas catalanas en lucha desigual contra los imperialistas españoles".
Todo pueblo tiene como meta principal la reivindicación de sus orígenes, pues como decía el bardo "quien pierde los orígenes, pierde la identidad". Los separatistas necesitan constantemente demostrar su propia génesis, la singularidad de sus características, alejada de cualquier contaminación de la historia común española y cuanto más diferente y extraño al cuerpo común español mejor. Y no dudan en mentir, falsificar, manipular y engañar. Y ya sabemos que las mentiras repetidas mil veces se convierten en una verdad. Y hoy tenemos muchos mantras separatistas que se han convertido en un relato triunfante imposible de cuestionar y con un Estado que ha hecho dejación de sus funciones y abandonado la construcción de una ilusión común de la nación española.
Durante decenios a los catalanes nos han explicado que somos mejores y tenemos una superioridad moral sobre “las bestias españolas” (en palabras del MHP Quim Torra), porque somos los que más pagamos y los que mantenemos a vagos y maleantes, sean andaluces o extremeños. Suena duro e incluso ofensivo, pero es la constatación de un discurso íntimamente asumido por unos catalanes que, mayoritariamente, viven en el interior de Cataluña. Además, nos han hecho creer que disfrutábamos de una exclusividad innata en nuestros genes, puesto que Cataluña era el "oasis catalán", el único lugar del mundo donde no existía corrupción y además se podían atar a los cerdos con longanizas. Y se inventaron una historia y un relato que convenció a muchos. Y así empezaron a llegar las conmemoraciones multitudinarias del 11-S.
Los separatistas seguirán su desafío mientras no seamos capaces de revertir su estrategia y dejar en evidencia las falsedades en que basan su relato
"El separatismo es una enfermedad tan decimonónica como el nacionalismo y el centralismo. Es una enfermedad de la que no hay casi que preocuparse; se va extinguiendo sola, como un microbio que ha perdido la virulencia. No; nada de separatismo. Hemos vivido demasiadas centurias juntos, hemos participado en muchas empresas comunes -en demasiados desastres comunes también- para que juguemos otra vez a mezclar cartas. Hay demasiados rasgos comunes. Catalanizar Cataluña no significa, por tanto, restar algo de España. Quiere decir hacer España grande, y hacerla digna de incorporarse, sin complejos, ni reticencias ni reservas a una gran Europa "
El autor del Diccionario de Filosofía, Josep Ferrater Mora, dejó para la posteridad esta contundente frase. Ferrater, autor entre otras muchas obras, de Las formas de la vida catalana, afirma que Cataluña, como crisol de razas y de culturas que ha sido, ha de vivir y pensar con los tres mundos de referencia: el hispánico, el europeo y el Mediterráneo. Reivindicó constantemente el "seny" catalán y el trabajo bien hecho. Sin embargo, el separatismo; y sus aliados estratégicos, los separadores; tienen hoy día más protagonismo del que Ferrater creía, y ante un Estado débil crecen en su desafío de ruptura de nuestra legalidad. Y seguirán en ello mientras no seamos capaces de revertir su estrategia y dejar en evidencia las falsedades en que basan su relato.
Cuando los nacionalistas empezaron con su falsificación histórica, no tenían símbolos que justificasen una historia separada de España. Y no tenían ni himno, ni ejército, ni fiesta nacional. Y se pusieron afanosamente a inventar, y así surgió lo que hoy llaman el himno nacional de Cataluña, "Els Segadors". Fue en 1892 que el centro catalán de Sabadell patrocinó un premio a fin de encontrar el himno catalán que representase la voluntad de los catalanes de reivindicar un pasado glorioso. Se presentaron nueve textos, pero el jurado declaró desierto el premio. En 1895 fue el Orfeó catalán quien convoca un concurso similar, y ganó Francesc Mateu, con el poema "La Terra", que era la letra, pero no la música de los actuales “Segadors”. Para la música, Francesc Alió copió la música de una canción de siega obscena y provocativa. Para terminar Ernest Moliné añadió el guerrero "Bon cop de falç” (Buen golpe con la hoz), expresión de ardor guerrero que pretendía resaltar la resistencia numantina de los catalanes en la llamada guerra de separación.
Ahora que Cataluña vive un proceso autodestructivo y de profunda división social debido al inicio de la desconexión separatista, es el momento de recordar la historia de nuestra policía autonómica, los “Xichs de Valls” como fueron conocidos primigeniamente. Una organización que siempre fue calificada de “botiflera” por los irredentos seguidores del archiduque Carlos, y que en román paladino podría traducirse como un cuerpo colaboracionista con el enemigo y traidor. Pero stricto sensu los Mossos fueron un cuerpo que se creó exclusivamente para hacer cumplir la ley.
Los Mossos fueron el garante de la imposición de la centralización tan denostada por los inventores de mitos, y nacieron exclusivamente para hacer cumplir la ley
Todo empezó en la llamada “Guerra de sucesión” al trono de España, tras la muerte sin descendencia de Carlos II “el Hechizado”, por cuyo cetro real las casas reales europeas se batieron en suelo hispano. Los Habsburgo (conocidos como austracistas o vigatans) y los Borbones (felipistas o botiflers), decidieron entablar una guerra internacional para asumir las riendas de una España en horas bajas, y se tradujo en un cruento enfrentamiento entre españoles y también entre catalanes.
Para la manipulada historiografía nacionalista, la contienda de 1701-1714 fue una “Guerra de secesión” y por tanto de separación, que resumieron a finales del 2013 en un eslogan que hizo fortuna en la Cataluña extasiada en el proceso de separación, durante un simposio orquestado y financiado por las cloacas secesionistas: “España contra Catalunya” y que supuso el inicio de los desvaríos historicistas que vivimos en Cataluña rememorando “el tricentenari de la derrota”, y con el 11 de Septiembre (fecha de la caída de la ciudad de Barcelona en manos borbónicas) como la jornada en la que se manifiestan los separatistas con alambicadas performances.
La victoria de las tropas borbónicas sobre los austracistas supuso el fin de las viejas y arcaicas instituciones forales catalanas (Consejo de Ciento, Diputación General, los brazos, la corte, la "Coronela", entre otros), y el advenimiento de una nueva estructura estatal; centralizada y moderna; debido a la implementación del “Decreto de Nueva Planta”, que según el discurso monocorde separatista supuso el fin de la nación catalana.
Con la victoria de las armas angevinas y para evitar desmanes en las zonas rurales catalanas, las nuevas autoridades felipistas decidieron la creación de un grupo policial llamado primero como “els Xichs de Valls”, después “Mozos del Bayle o Batlle de Valls”, también els nois d'en Veciana, Esquadres de Mossos, Minyons de Muntanya, Esquadres de Barcelona, y durante buena parte del siglo anterior el de Escuadras de Cataluña, y legalizados por un real decreto del Capitán General de Cataluña datado el 24 de diciembre de 1721
“Mossos d'Esquadra” al final, dirigidos y comandados por el alcalde de Valls, Pere Anton Veciana y Rabassa (de linaje catalán indiscutible), los Mossos se dedicaron a perseguir y ajusticiar a todos los austracistas (también llamados“Miquelets” o “Maulets”) que seguían defendiendo la España foral y tradicionalista que se concentraban en las zonas rurales del interior catalán. Fueron pues, los Mossos, el garante de la imposición de la centralización tan denostada por los inventores de mitos que tanto abundan en la vieja Marca hispana y nacieron exclusivamente para hacer cumplir la ley. Els xichs de valls, feroces catalanes y catalano parlantes, que aplicaron la ley manu militari sin concesiones a los enemigos.
Formados por agentes civiles que se profesionalizaron, llegaron a alcanzar hasta los 3.000 hombres a finales de 1714. Veciana puso en marcha un innovador sistema de "fichas criminales", conocidas como "sumarias" para conocer a los rebeldes, al tiempo que sistematizó la información policial creando una red de confidentes por el territorio, y organizó los primeros agentes infiltrados en el campo sedicioso. En 1735, Veciana renunció al cargo por motivos de edad y entonces el capitán general decidió traspasarlo a su hijo Pedro Mártir Veciana. Desde entonces el mando del cuerpo recayó siempre hereditariamente en la familia Veciana durante cinco generaciones, hasta el 1836, momento en que las comandancias de los Mossos se trasladaron de Valls a Barcelona.
La restauración de los Mossos en 1876 fue ampliamente rechazada por los dirigentes de la Mancomunidad al constatar que se tratada de una rémora del pasado vinculada a los 'botiflers'
No hay duda alguna del origen legalista, realista, borbónico y españolista del cuerpo de los Mossos (la primera policía moderna de la Europa occidental), a pesar de la falsificación del pasado que se intenta hacer a través de las historias impostadas, los libros editados por la Generalitat e incluso la página web oficial, contando falacias y obviando verdades. Pero la historia es la que es, y Nuria Sales retrata en el libro Historia de los Mossos d'Esquadra quienes fueron y qué representó este cuerpo: "El origen de las escuadras es tan felipista como su fundador: en la Guerra de Sucesión se llamaba escuadras a las escuadras felipistas de paisanos armados". Los colores de los Mossos (azul y rojo) pertenecen a los de la corona francesa, que como relata Sales "a través de las épocas quedan como constante en uniforme de los mozos de escuadra los colores azul y rojo -colores borbónicos-, el gambeto y la curiosa mezcla de alpargatas y sombrero de copa". El sombrero de copa francés, introducido en España por el Rey a su advenimiento y usado por sus partidarios como distintivo borbónico.
Los Mossos d'Esquadra existieron hasta el año 1868, fecha en la que el general Prim, catalán e hispanista, decretó la disolución de las Escuadras de Cataluña y su sustitución por la Benemérita. Justificó su final, jaleado por la mayoría de los municipios catalanes, en que la Guardia Civil era pagada por el Estado Español y en cambio los Mossos debían ser sufragados por los ayuntamientos y por las diputaciones provinciales. En 1876 retorna la monarquía borbónica con Alfonso XII, y el cuerpo se reinstaura en la provincia de Barcelona, pero no en toda la geografía catalana, ya que las diputaciones provinciales de Girona, Tarragona y Lleida no quieren hacerse cargo de su mantenimiento. La restauración del cuerpo policial fue ampliamente rechazada por los dirigentes de la Mancomunidad encabezados por Prat de la Riba, al constatar que se trataba de una rémora del pasado ligada a una historia de “botiflers”.
Aquella animadversión contra las Escuadras, latente y olvidada, resucitó después de largos años tras la caída de la Dictadura del General Primo de Rivera, con una campaña de Prensa tan desfavorable que el mismo 14 de abril de 1931, al proclamarse la República, "fue necesario detener unos brazos que iban a defenestrar el retrato del Comandante Veciana después de haber lanzado a la calle el del Borbón".
Otro problema que se planteó para los nacionalistas fue el encontrar una Fiesta Nacional para celebrar la plenitud de la nación catalana, expresar la alegría de ser catalanes, y evitar celebraciones tan alejadas del sentimiento común de la hispanidad. Se rechaza la fiesta más tradicional (23 de abril, Día de San Jorge) por poco patriota y además importada de Inglaterra. Y se escoge el 11 de septiembre. El Once de Septiembre no se conmemora una derrota de Cataluña, sino que fue la de toda España, tras una larga lucha fratricida. Los vencedores desmantelaron el Estado foral español e implantaron un modelo centralista, siguiendo el modelo francés y aplicando la ley sobre las jurisdicciones e institucionales de Castilla. Los nacionalistas encontraron con esta excusa la justificación para conmemorar una derrota de Cataluña frente España. A finales del siglo XIX se empezaron a organizar las primeras manifestaciones ante el monumento de Rafael Casanovas.
El pregón colgado en el Portal de San Antonio el 11 de septiembre de 1714 llamaba a luchar por "la libertad del Principado y de toda España"
El documento más importante de la guerra de sucesión a la corona de España, el pregón de la junta de gobierno de los defensores de la ciudad de Barcelona, ha sido escondido y silenciado por el nacionalismo. El llamamiento que hicieron las autoridades de Barcelona para defender los derechos de los catalanes, era un grito de libertad compartido con todos los españoles. Este documento, publicado en el Portal de San Antonio a las 3 de la tarde del once de septiembre de 1714 y colgado por las calles de Barcelona, fue recogido en varios libros y documentos y rescatado del olvido por Josep Coroleu y José Pella en Los Fueros de Cataluña en 1878. el pregón dice:
“Ara ojats, se fa saber á tots generalment, de part dels tres Excms. Comuns, pres lo parer dels Senyors de la Junta de Gobern, personas asociadas, nobles, ciutadans y oficials de guerra, que separadament están impedint lo internarse los enemics en la ciutat; atés que la deplorable infelicitat de esta ciutat, en que avuy resideix la llibertat de tot lo Principat y de toda Espanya, está esposada al ultim extrem, de sujectarse á una entera esclavitud… pero com tot se confía, que tots com verdaders fills de la patria, amants de la llibertat, acudirán als llochs senyalats á fi de derramar gloriosament seva sang y vida, per son Rey, per son honor, per la patria y per la llibertat de tota Espanya, y finalment los diu y fan saber, que si despres de una hora de publicat lo pregó, no compareixen gent suficient per ejecutar la ideada empresa, es forsós precis y necessari fer llamada y demanar capitulació als enemics, antes de venir la nit, per no esposar á la mes lamentable ruina de la Ciutat, per no esposarla a un saco general, profanació dels Sants Temples, y sacrifici de noys, donas y personas religiosas. Y pera que á tots sia generalment notori, que ab veu alta, clara e intelligible sia publicat per tots los carrers de la present ciutat. Donat en la casa del la Excma. Ciutat, residint en lo portal de S. Antoni, presents los dits senyors Excms. Y personas asociadas, a 11 de Setembre, á las 3 de la tarde, de 1714”.
Luchaban por la libertad de toda España. No hay dudas en las intenciones, las ideas y la voluntad de los catalanes que sucumbieron en las murallas de la ciudad de Barcelona el 11 de septiembre de 1714. El relato triunfante por parte de los separatistas.
Lo que está pasando en Cataluña es el resultado de 35 años de gobierno de ideólogos en la Generalitat. Dicen los politólogos que hay 2 tipos de gobernantes: los realistas, cuya acción de gobierno emana de un profundo conocimiento de la múltiple realidad de las cosas; y los idealistas, que guían su gestión por una única idea elaborada en despachos y tertulias de ideólogos, casi siempre extraña a la realidad de los gobernados. Desde la llegada al poder de Jordi Pujol en 1980, el gobierno de la Generalitat ha seguido un patrón de gobierno ideológico conforme a la doctrina nacionalista y ajeno al sentir de la mayoría de catalanes, que lo han tolerado y a veces celebrado gracias a una gigantesca operación de propaganda a largo plazo dirigida desde la Generalitat.
Ante el relato separatista debemos contraponer un relato sobre España que se sea atractivo para los catalanes,y este debe ser la de un nuevo catalanismo profundamente hispánico
El objetivo de Jordi Pujol, confesado en 1979, era "un metódico trabajo de reconstrucción" de Cataluña para ajustarla a su catecismo nacionalista. Para ello era preciso que los catalanes aceptaran esa ideología y tragaran el "fer país" nacionalista; por eso Pujol incluyó siempre en su equipo de confianza a expertos en comunicación y directivos de agencias de publicidad como Jordi Vilajoana o Joaquín Lorente. Ellos conocían los mecanismos de la formación de juicios y decisiones, y ajustaron la propaganda para que los catalanes sustituyeran involuntariamente la cuestión sobre la gestión del Govern por una pregunta identitaria: "¿Amas a Cataluña?".
Siguiendo esta estrategia, los sucesivos gobiernos nacionalistas han dedicado enormes cantidades de dinero a crear marcos mentales que situaran las cuestiones políticas en el terreno de juego diseñado por el nacionalismo, el relato supremacista. Se estima que más de 20.000 millones de euros de los catalanes se han empleado en divulgar estas referencias a través de centenares de medios subvencionados, que a su vez han creado una red de periodistas acostumbrados a vivir de la ideología nacionalista a costa de todos los catalanes. Desgraciadamente apenas ha habido contestación desde el Gobierno con una estrategia de medios decidida y a largo plazo. La lluvia propagandística regada desde el poder y convertida en aguacero desde la crisis de 2008 ha conseguido partir la convivencia catalana y crear en España una tensión inaudita que nos perjudica a todos. Sin embargo, esto ha servido para que millones de catalanes descubran el truco nacionalista y se enfrenten a la manipulación mediática de la Generalitat. La antaño modélica TV3 ha perdido un 43% de audiencia desde 2001, convertida en un vulgar altavoz separatista.
Y ante el relato separatista debemos contraponer un relato sobre España que se sea atractivo para los catalanes,y este debe ser la de un nuevo catalanismo profundamente hispánico. Tomando como punto de partida la defensa del autogobierno y la cultura y lengua propias, el catalanismo no debe alinearse con los movimientos populistas y eurofóbicos que hoy amenazan la UE. Al contrario, los valores europeos están en el ADN de la catalanidad. El catalanismo ha de hacer realidad el eslogan independentista de un 'sol poble' a partir de aceptar y respetar la realidad social y la pluralidad lingüística. El catalanismo ha de volver a implicarse en la gobernabilidad de España, el 'nosaltres sols' nos lleva al aislamiento y la decadencia. El catalanismo del Siglo XXI ha de ser un instrumento de reconciliación de todos los catalanes, debe permitir hacer realidad una alternativa de gobierno al secesionismo. Que permita superar una etapa dolorosa de nuestra historia.
El tiempo –y el apoyo de toda España- dirán, pero mientras tanto la inmensa mayoría de catalanes nos preguntamos: ¿Dónde está el estado?. ¿Dónde está el relato de España?
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