Manuel Valls (Barcelona, 1962), ex primer ministro de Francia, ha dado un paso que puede marcar una nueva era en la política europea al presentar su candidatura a la alcaldía de Barcelona. Es la primera vez que un político que ha dirigido el destino de un país de la UE asume la responsabilidad de competir por la gestión de una gran ciudad de otro Estado.
En Valls se dan circunstancias especiales para que la aventura no concluya en sonoro fracaso. Es catalán, su lengua materna es el catalán y su familia está fuertemente enraizada en Cataluña. En la presentación de su candidatura habló en catalán, castellano y francés, intentando con ello reforzar su mensaje: la suya será una plataforma inclusiva, transversal. No sólo en lo cultural, sino también en lo político. Valls reivindicó su condición progresista, su militancia en el Partido Socialista de Francia, para seducir a un votante que va a necesitar para gobernar la segunda ciudad española.
Le apoya Ciudadanos (partido más votado en Barcelona en las últimas elecciones autonómicas), pero eso no será suficiente para ganar. Valls tiene que recabar el apoyo del barcelonés progresista y, a la vez, del que votaba al PP y ahora duda: su apuesta es convertirse en el voto útil del constitucionalismo. La ecuación es difícil, pero hay un denominador común que puede aglutinar a una mayoría capaz de ganar a la suma de los independentistas y los populistas. Y es precisamente su posición clara, nítida y rotunda contra el nacionalismo, uno de los males de Europa.
Tiene experiencia para el cargo (ha sido alcalde de Évry desde 2001 hasta 2011), y lo demostró en su elocución, pero la apuesta de Valls es mucho más que un programa municipal, lleva implícita una concepción política frente al cambio climático, la desigualdad y, sobre todo, de radical oposición al nacionalismo. No eludió dar su respaldo a la Constitución y al Estatuto.
El ex primer ministro de Francia apela al seny catalán frente a la rauxa nacionalista. Su apuesta transciende la lucha por la alcaldía, representa un nuevo modelo de Europa
Por tanto, aunque dijo que no tenía enemigos, ya los tiene: ERC, PDeCAT y los populistas, que no le van a dejar en paz. E incluso el PSC no se lo va a poner fácil.
La candidatura de Valls tiene tantos alicientes como riesgos. Propone recuperar el protagonismo de Barcelona en el mundo, apoyar la cultura, el urbanismo, acabar con la delincuencia,.. Si ganara, el nacionalismo habría perdido el mayor altavoz para su propaganda. Sería un éxito del seny frente a la rauxa.
Pero, al fondo, ya se escuchan los reproches: "¿Un francés gobernando Barcelona?"; "un fracasado en Francia que quiere hacer carrera en Cataluña", etc. Es una pugna que transciende, por tanto, la simple pugna por la alcaldía de la ciudad. Lo que está en juego es un modelo de Europa y, si sabe utilizar ese poderoso argumento, Valls tendrá muchas opciones de ganar.
El otro gran riesgo es que el candidato no tiene un partido detrás. Aunque Ciudadanos se vuelque, no es lo mismo que si fuera uno de los suyos. Al no aceptar integrarse en el partido de Rivera el ex primer ministro francés se lo juega todo a una carta. Si gana, habrá dado una lección a los grandes partidos y su proyección crecerá exponencialmente tanto dentro como fuera de Cataluña. Pero si pierde... Valls quiso ahuyentar el fantasma de una candidatura oportunista e insistió en que "pase lo que pase" se quedará en Barcelona, a la vez que anunció que renunciará a todos sus cargos en Francia, incluido su escaño a la Asamblea.
Quema sus naves Valls. La suya es una apuesta vital (su compañera es española), pero, sobre todo, política. Uno puede estar de acuerdo o no con él, pero lo que no se puede negar es que es un profesional de la política y un hombre de fuertes convicciones.
La irrupción de Valls en la vida política es como un vendaval de aire fresco. Algo que hacía falta en Barcelona, en Cataluña y en España.
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