Cuando parecía que el problema de Pedro Sánchez era si entregar o no la cabeza de la ministra Dolores Delgado, sopesando si una tercera dimisión sería o no el fin de su Gobierno, le salta un nuevo escándalo: la sociedad patrimonial con la que el ministro astronauta, Pedro Duque, gestiona sus dos viviendas. De demostrarse que Duque eludió el pago de algún impuesto con esta empresa interpuesta, el presidente Sánchez tiene la hemeroteca cargada de citas en las que pedía ya su dimisión tres años antes de nombrarlo.
Y con tanto ministro y ministra en vilo, no nos está dando tiempo a acordarnos de todos aquellos que dijeron que no. Aquellos profesionales de prestigio que hace solo tres meses que parecen años luz declinaron amablemente la invitación de Pedro Sánchez para formar parte del Gobierno de las estrellas.
Aunque en junio podía parecer tentador sumarse al dream team de la regeneración que siguió a la moción de censura, muchos prefirieron no meterse en líos. En el selecto club de los grandes profesionales que nunca llegarán a ser ex ministros de Sánchez hay prestigiosos escritores, abogados y economistas. También científicos y hasta algún ex futbolista. Y en la cabeza de todos ellos resuena hoy más que nunca el día que dijeron 'no es no' a la llamada de Moncloa, cuando formar parte de este Gobierno todavía parecía una buena idea. Suspiran todos de alivio.
La ventaja de ser un profesional de carrera presuntamente intachable y haberle dicho que no a Sánchez es que uno puede seguir siéndolo sin que nadie escarbe en sus vergüenzas. Poco importa entonces si alguien tiene un chalé en Jávea a nombre de una empresa pantalla o un trabajo de fin de carrera en el desván con varios párrafos de la Wikipedia. A todos aquellos que dijeron que no a Sánchez nadie les va a sacar los colores por las barbaridades que soltaron después de un par de pacharanes de sobremesa con un ex comisario corrupto.
La exigencia de ejemplaridad fue lo que llevó a este Gobierno a La Moncloa y lo que le puede sacar de ella. Bienvenido sea el nuevo listón si sirve para dignificar la política en la España en la que llegó a parecer normal tener una clase política en ejercicio pringada en la Gürtel y los ERE.
Pero es preocupante que se estén alegrando tanto todos aquellos que le dijeron que no a formar parte de este Gobierno. Ojalá gobernar no quede (no vuelva a quedar) como un cometido para meapilas de partido y funcionarios sin carrera.
O, quién sabe, puede que el gran legado de este Gobierno sea este nuevo listón de ejemplaridad en la política para que de ahora en adelante nos volvamos todos mucho más honrados. Aunque solo sea por darnos el gusto de seguir despellejando con un pelín más de coherencia al desfile de futuros ex ministros.
Están los astronautas que emprenden misiones al espacio sin saber si podrán volver. Y luego están los que se juegan su prestigio metiéndose en política. De ahí sí que es difícil volver a casa sano y salvo.
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