Ahora que Podemos ya embiste contra los toros sin disimulo, Diego Urdiales arrasó él solito en el referéndum de la Feria de Otoño de Las Ventas como hacía tiempo no se recordaba: tres orejas (las dos al cuarto acompañadas de dos vueltas al ruedo) y Puerta Grande de clamor.
Las Ventas bramó como en las fechas señaladas, con un público entregado y variado como es costumbre, más de 20.000 personas de toda condición, género y edad, para que ningún avispado piense que se trata de una continuación de lo de Vistalegre de la mañana.
A Diego Urdiales le llegó la tarde soñada a sus 43 años y a las puertas de celebrar en 2019 sus 20 años de alternativa. Casi dos décadas de matador de toros, pues, para pasearse por el cielo, para llorar sin disimulo viendo rodar a su magnífico colaborador tras la brava estocada. Con una faena de absoluta consagración. A sus casi 20 años de matador, insisto, síntoma de la extrema dificultad de esta profesión, que requiere para el éxito una indescifrable simbiosis planetaria.
El viento que le molestó en el también bravo primero de Fuente Ymbro -de menos a más el torero, algo desconfiado- pareció apaciguarse en el cuarto, Hurón de nombre, al que se pidió con fuerza la vuelta al ruedo en el arrastre.
El canon clásico de Urdiales, enroscándose al toro, la mano baja, muy lentos algunos muletazos imborrables ya, todo eso a plena cocción bajo ese sin igual rugido de Las Ventas. El de los días de las obras maestras.
Urdiales ha toreado poco este año, apenas media docena de corridas, pero sale como uno de los indiscutibles triunfadores por dos actuaciones de ensueño, en Bilbao y en Madrid. Casi nada.
Por tradición en esta plaza no se concede el rabo desde antes de que naciera Urdiales, de ahí que las dos orejas con dos vueltas al ruedo del cuarto den fe de la naturaleza de lo vivido. La segunda vuelta al ruedo, por cierto, con la bandera de La Rioja en la mano, que ningún antiespañolazo se preocupe. Y sin los cansinos vivas a España desde el tendido.
A tres toros de la ganadería Fuente Ymbro se les aplaudió merecidamente en el arrastre. Ante uno de ellos fue pitado David Mora y con el complicado segundo Octavio Chacón, muy valiente toda la corrida, cortó una oreja.
A Urdiales le llevaron a hombros en esa procesión de emociones hasta la calle de Alcalá, bajo la Puerta Grande, ya de noche, ya con frío de otoño por fin. Un torerazo, un artista, ha vuelto a dejar su firma en la plaza de Madrid.
Ya hay ganas de verlo en San Isidro.
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