Habrá elecciones en Andalucía pero previsiblemente no cambiará nada, o casi nada. Volverá a ganar el Partido Socialista, que protagoniza la absoluta anomalía de llevar 36 años en el poder. Es decir, que ningún otro partido político ha ocupado el gobierno en Andalucía desde que en mayo del año 1982 se celebraron las primeras elecciones autonómicas. Y eso, además de resultar una anomalía en cualquier sistema democrático, resulta ser necesariamente nocivo para la salud de la sociedad y para la profilaxis exigible en la vida de las instituciones, cuyos dirigentes acaban considerando que ellos o su partido, tanto da, son los auténticos dueños de las entidades que presiden.
De ahí viene el manejar el dinero público con la ligereza y a veces con la desvergüenza delictiva con que se ha distribuido en casos tan escandalosos como los Ere o, como se acaba de saber, directamente en juergas en puticlubs pagadas con tarjetas de la Fundación Andaluza Fondo de Formación y Empleo, es decir, con el dinero para la formación de parados.
Habrá elecciones en Andalucía pero previsiblemente no cambiará nada, o casi nada
Esas son las consecuencias de la permanencia eterna en el poder de un determinado partido político. Es evidente que el gobierno de la Junta es el resultado de la voluntad libremente expresada por los andaluces en unas elecciones libres e impecablemente democráticas. Pero ése es precisamente el problema, el de que una sociedad asista a escándalos tan llamativos como los que se están juzgando hoy en los tribunales y no se revuelva contra sus autores. El PP ha perdido, justamente por la corrupción que ha asolado a esa formación, muchos millones de votos en elecciones generales. Y lo mismo se puede decir del PSOE en los comicios de ámbito nacional. De tal manera que desde 2004 a 2016 los socialistas se dejaron por el camino nada menos que cinco millones de votos y el PP desde 2011, su punto máximo de apoyos, hasta 2016 perdió tres millones.
Es decir, que los votantes españoles reaccionan a la gestión de los partidos y castigan inexorablemente a aquél al que no desean ver de nuevo en el Gobierno. Ésa es la alternancia, básica para la vida democrática de una sociedad. Pero esa alternancia nunca se ha dado en Andalucía por lo que se refiere a su gobierno autonómico. Es por eso una sociedad eternamente inmovilizada bajo el poder de mismo partido. Y no puede decirse que sea el premio que los ciudadanos otorgan a unos gobiernos que han llevado a esa autonomía desde los últimos puestos a las posiciones de cabeza en alguno de los parámetros con los que se elaboran las listas: hablamos de PIB, de paro, de presión fiscal, de innovación empresarial, tecnológica o de fracaso escolar.
La andaluza es una sociedad eternamente inmovilizada bajo el poder de mismo partido
Lamentablemente, Andalucía sigue ocupando desde el comienzo de la democracia una de las posiciones de cola de entre las comunidades autónomas españolas. Pero eso no ha movido hasta el momento a los andaluces a probar un cambio e intentar depositar en otro de los partidos que concurren a esas elecciones autonómicas la responsabilidad de buscar otra vía distinta para salir de esos últimos puestos. Ahora se les presenta una nueva oportunidad, la undécima, pero todos los sondeos apuntan a que el PSOE podrá seguir gobernando con el apoyo o bien de Ciudadanos o bien de Podemos. Pero será de nuevo un gobierno socialista que, sin duda, ha encontrado la composición de la piedra filosofal en materia de elecciones en su estrategia de repartir el dinero público en toda clase de subvenciones de las que se beneficia un número amplísimo de andaluces que, naturalmente, no quieren que eso cambie de ninguna manera.
Por eso la única incógnita que se abre ante las elecciones anticipadas que acaba de convocar la presidenta de la Junta no es la de quién va a ganar esos comicios sino simplemente quién logrará ocupar el segundo puesto. La batalla entre Ciudadanos y el PP será por eso el objeto del único interés de los observadores. Ambos partidos se juegan mucho en estos comicios porque ambos necesitan pasar por delante de su inmediato adversario para estar en condiciones de aspirar a un futuro más esperanzador en las próximas elecciones generales. Pero ninguno de los dos sueña siquiera con ganar al PSOE que parece tener en propiedad la plaza de vencedor. Allí ganan siempre los mismos.
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