Ver la fotografía de Carles Puigdemont y Arnaldo Otegui juntos en Waterloo provoca a muchos catalanes asco y vergüenza a partes iguales. Van juntos en un frente común para denunciar que España es un “estado totalitario”, tras la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo al determinar que Otegui no tuvo un juicio justo cuando reorganizaba Herri Batasuna.
En Estrasburgo no saben cómo eran aquellos juicios en los que los etarras señalaban con el dedo a abogados de las víctimas y jueces amenazándoles con cortarles el cuello, que se lo pregunten a José María Fuster-Fabra. A la vez los sucesivos Gobiernos españoles nunca han sabido explicar adecuadamente al resto de Europa la mafia organizada que significaba ETA, de ahí sus apoyos en Francia durante décadas. Ni siquiera España tiene porqué avergonzarse como país por la decisión del alto Tribunal de Estrasburgo pues sólo ha recibido seis sentencias condenatorias en su historia. Suiza lleva 10, Francia 12, Portugal 13, Alemania 16 e Italia 31. Pero el problema nunca fue Estrasburgo. El problema es olvidar el pasado de los terroristas de marca blanca.
El problema no es la decisión de Estrasburgo, es olvidar el pasado de los terroristas
Que el president suplente Quim Torra califique como “hombre de paz” a un militante confeso en ETA y que le reciba Puigdemont en Waterloo tras asesinar la banda a 54 personas en Cataluña, da una idea de la catadura humana de estos individuos que tanto daño están haciendo a mi tierra. El último catalán asesinado por ETA en el 2001 fue el Mosso d'Esquadra Santos Santamaría, antes Hipercor, los niños del cuartel de Vic, Ernest Lluch, …Herri Batasuna antes de Hipercor recibía 40.000 votos de Catalunya, tras el atentado, en las europeas, sólo 15.000. Esto también lo han olvidado quienes ahora ocupan la Generalitat.
El 11 de septiembre del pasado año decenas de catalanes se hacían selfies y vitoreaban a Otegui en la manifestación de La Diada, ocupaba un lugar preferente en la marcha y era entrevistado como un héroe en TV3. Para ellos y para el resto sería bueno recordar lo que le hizo Arnaldo Otegui antes de blanquear su pasado. No lo olvida la familia de Luis Abaitúa Palacios, director de la fábrica Michelin en Vitoria.
Una noche de invierno Otegui le encañonó con una pistola y le hizo subir al maletero de su coche. Le quitó el reloj, le tapó con algodones los ojos, le puso unas gafas oscuras y se lo llevó secuestrado a un zulo excavado en el bosque. Era un lugar húmedo de 2,50 metros de largo por 1,50 de ancho y 1,80 de alto. Más parecía una tumba que un zulo. Allí permaneció 10 días secuestrado.
Por la mañana no le trataban del todo mal, por la tarde llegaban los interrogatorios insoportables y por la noche la tortura. Otegui entre otros le obligaba a empuñar un revolver y a apretar el gatillo, a jugar a la ruleta rusa. Para los terroristas era un divertimento, para el empresario una vejación de la que jamás se recuperó. A los 10 días fue liberado por la banda porque la empresa y los trabajadores habían llegado a un acuerdo laboral.
El pasado 11 de septiembre decenas de catalanes vitoreaban a Otegui entre selfies
Luis Abaitúa perdió en ese tiempo 7 kilos de peso. Él y su familia huyeron a dirigir Michelin en Brasil, aunque a los tres años regresaron y vivieron en Valladolid hasta su muerte, pocos años después. Asegura su hijo que jamás se recuperó de la tortura vivida esos días. ETA hizo lo mismo con otro directivo de la misma compañía en Vitoria poco después y terminó, como era habitual en la banda, asesinado con dos tiros en la nuca.
Ese es Otegui. Probablemente participó también en al menos otros tres secuestros, algunos testigos le sitúan en ellos, los de Gabriel Cisneros, Javier Rupérez y Javier Artiach, pero de los tres fue absuelto por falta de pruebas. Cuando le detienen en Francia llevaba encima siete cartas dirigidas a industriales de Pamplona y Vitoria exigiendo el “impuesto revolucionario”.
Por el secuestro de Abaitúa solo fue condenado a seis años de prisión. Este es el “hombre de paz” que hace frente común con Pugdemont y Torra para lograr la independencia de Catalunya.
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