La campaña electoral andaluza cerró este domingo su tercer día y ya todas las posiciones está claras, todo está dicho y hasta los resultados de los próximos comicios del 2 de diciembre parecen estar claros: va a ganar otra vez el PSOE y el sueño compartido de Pablo Casado y Albert Rivera de poder gobernar Andalucía sumando sus fuerzas no se va a cumplir. Así lo adelantaba la encuesta publicada por Abc y realizada por GAD3, que es una de las empresas más acreditadas y que se ha ganado durante los últimos años su reputación a pulso.
Pero el PSOE de Susana Díaz se va a quedar muy lejos de mayoría absoluta que le sería imprescindible para gobernar en solitario, con lo que los electores van a situar a la presidenta de la Junta ante el desagradable escenario de iniciar unas negociaciones difícilísimas con uno de los dos partidos con los que podría intentarlo, toda vez que entra dentro de lo metafísicamente imposible un acuerdo PSOE-PP. Ciudadanos y Adelante Andalucía serían, pues, sus únicos interlocutores posibles. Pero ambos partidos han mostrado ya suficientemente su profundo rechazo a pactar con los socialistas en general y con la presidenta Susana Díaz en particular por lo que se refiere a su enemiga visceral, Teresa Rodríguez.
Para Susana Díaz la idea de formar gobierno con el apoyo de Teresa Rodríguez debe de formar parte de sus peores pesadillas: sería una negociación a cara de perro
La joven lideresa gaditana obtendría según las previsiones de votos publicadas un más que digno resultado: perdería entre uno y tres escaños respecto de los obtenidos en los anteriores comicios por Podemos e Izquierda Unida sumados. Pero eso es un éxito habida cuenta de los enfrentamientos y los desgarros padecidos por su formación, de los que ella salió victoriosa a pesar de contar con la hostilidad de la dirección nacional de su partido. De todos modos, para Susana Díaz la idea de formar gobierno con el apoyo de Teresa Rodríguez debe de formar parte de sus peores pesadillas. Sería en cualquier caso una negociación a cara de perro.
El panorama no es nada tranquilizador para la presidenta de la Junta, que sabe que una baja participación conviene a sus intereses porque le proporcionaría un mayor reparto de escaños. Ah, pero eso no es lo que le interesa a su jefe, Pedro Sánchez, que necesita un triunfo arrollador en Andalucía que haga de lenitivo a su muy complicada situación en términos de política nacional porque, con 84 escaños y sin apoyos previstos para aprobar los Presupuestos Generales del Estado, el prestigio político de su Gobierno está muy en entredicho.
Díaz sabe que una baja participación le conviene porque proporcionaría un mayor reparto de escaños. Pero eso no es lo que le interesa a Sánchez, que necesita un triunfo arrollador
Por eso insistía el domingo en que era necesario que nadie se quedara en su casa el próximo 2 de diciembre y por eso ha regado con casi mil millones el Campo de Gibraltar en una decisión en la que han intervenido nada menos que ocho ministerios y que recoge medidas policiales, educativas, judiciales y sociales además de las inversiones por esa cantidad de millones. Este es un anuncio que se hizo el pasado viernes tras el consejo de ministros. Es, por lo tanto, una medida claramente electoralista que a Susana Díaz puede venirle muy bien pero que a quien de verdad pretende beneficiar en última instancia es al presidente del Gobierno.
Pedro Sánchez irá poco a Andalucía en esta campaña, oficialmente porque tiene muchos compromisos en el exterior de España pero realmente porque la presidenta de la Junta no lo quiere por allí para que sus contrincantes políticos -los de Sánchez, no los de ella- no sigan restregándole por la cara los múltiples fallos del Gobierno y su política con los independentistas catalanes, una estrategia que en Andalucía es muy rechazada, también por los propios socialistas. Por lo tanto, Sánchez ha mandado los millones a Cádiz y se ha pasado a recoger agradecimientos por Chiclana de la Frontera, el único pueblo en el que él resultó ganador en las primarias en las que Susana Díaz compitió con él y resultó derrotada. Nada más.
Porque Andalucía no es de Pedro Sánchez, o no lo ha sido hasta que no ha accedido a la presidencia del Gobierno, que eso cambia mucho las cosas como es sabido, y trasforma los odios en amores y los rechazos en proximidades íntimas. Pero Sánchez no va a poder conseguir que el PSOE gane con holgura en estas elecciones en las que, según los sondeos, el partido sigue perdiendo votos lenta pero sostenidamente. No importa, él ha anunciado urbi et orbi que tiene intención de gobernar una década, lo cual supone dos legislaturas más, además de la media en la que está ahora. A la luz de esa confesión, su compromiso inicial de llegar al Gobierno para convocar elecciones cuanto antes se revela como una mera estratagema destinada exclusivamente a tranquilizar a los incautos.
Al margen de la política de ámbito nacional, lo que parece estar claro es que el momento en que el poder cambie de manos en Andalucía no ha llegado aún. Y ahí entramos en el drama de los otros contrincantes políticos de la presidenta. Para unos más drama que para otros porque, si creemos las previsiones publicadas este domingo, el triunfador real de estos comicios podría ser el partido de Albert Rivera, que casi triplicaría su número de escaños. Sería el único partido en lograr tal hazaña porque el PP de Pablo Casado podría perder entre cinco y siete escaños de los 33 que ahora tiene.
Núñez Feijóo sigue ahí y aunque no opte a nada más que a su papel en Galicia, Casado no debe olvidar que existe una alternativa para el caso de que él fracase en las urnas
Un pésimo resultado aunque con el consuelo no menor de no resultar sobrepasado por el partido naranja, lo cual en las actuales circunstancias nacionales podría suponer su hundimiento como líder y dificultar extraordinariamente una remontada en las elecciones autonómicas y municipales de mayo. Pablo Casado tiene todavía que consolidarse como líder del PP y para eso le faltan unas cuantas pruebas electorales: las primeras, las andaluzas; las segundas, las autonómicas y municipales, y las terceras y definitivas, las generales. A todas estas prueba se va a tener que someter en el plazo máximo de un año y medio si no acaba siendo un plazo más corto.
Hasta entonces su liderazgo no estará consolidado y no debemos olvidar que para cuando todas estas citas con las urnas se hayan cumplido habrá en el Partido Popular un hombre ya liberado de los deberes que le impidieron el pasado mes de junio presentar su candidatura a liderar su partido. Alberto Núñez Feijóo sigue ahí y aunque no opte en este momento a nada más que a su papel en Galicia, Pablo Casado no debe olvidar que existe una alternativa para el caso de que él fracase en las urnas.
Todavía falta tiempo para eso -aunque no tanto-, pero el joven presidente debe tener muy presente que la final definitiva de este partido en el PP aún no se ha jugado.
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