Las películas de ciencia ficción, en ocasiones, han contribuido a crear enormes prejuicios ante la ciencia o los avances tecnológicos. Eso pasa, por ejemplo, con la inteligencia artificial. En una de las películas míticas del género, 2001: Una odisea en el espacio (1968, dirigida por Stanley Kubrick y con guion del propio Kubrick y de Arthur C. Clark), la supercomputadora Hall 9000, con capacidad para tomar sus propias decisiones, termina asesinando a uno de los tripulantes de la nave Discovery y cargándose a los que viajaban en ella en estado de criogenización.
Cada vez que recuerdo su ojo de pez y su voz profunda me pongo a temblar.
Imaginamos el mundo del futuro como un espacio inhóspito, deshumanizado, donde las máquinas controlan a los seres humanos, que viven atemorizados en permanente angustia.
Lo que nos ocurre a la mayoría es que somos ignorantes. Decía Marie Curie (doblemente galardonada con los premios Nobel de Física y Química), que “nada en la vida debería temerse, sino entenderse”. El Congreso sobre Inteligencia Artificial que se acaba de celebrar en Alicante nos ha servido precisamente para eso: entender mejor para temer menos.
Existen tres creencias generalmente asumidas como ciertas, tres falsos axiomas que conviene desenmascarar.
- Las máquinas son más inteligentes que los humanos
Sabemos que el big data nos puede proporcionar información muy detallada sobre los gustos y hasta sobre las preferencias políticas de los ciudadanos. Incluso que un ordenador llamado Deep Blue le ganó jugando al ajedrez al mismísimo Gary Kaspárov.
Pero los humanos aprendemos más rápido que los ordenadores más potentes y de forma incremental. Podemos tomar decisiones con incertidumbre, cosa que las máquinas no pueden hacer. Y, además, los humanos tenemos la capacidad para integrar la información que captan nuestros sentidos y el sistema motor. Deep Blue juega muy bien al ajedrez, pero no es capaz, al mismo tiempo, de jugar al padel, nadar, salir corriendo si percibe un peligro, o saborear una paella… Al menos por el momento.
- La tecnología destruye empleo
Sobre este falso axioma hay un consenso general. Ese miedo tiene cierta justificación, al menos a corto plazo, y, sobre todo, si no se toman medidas. La consultora McKinsey ha establecido en un estudio realizado sobre 46 países (What's now and next in analytics AI and automation) que la mitad de los empleos actuales corren peligro con la aplicación de las tecnologías que ya existen en la actualidad.
Estamos en la Cuarta Revolución Industrial y prácticamente lo mismo se podría haber dicho ante las anteriores revoluciones. Por ejemplo, con la aparición de la máquina de vapor, o después con la electricidad, o con la irrupción de los motores de combustión, o más tarde (en la llamada Tercera Revolución) con la implantación de los ordenadores. Las estadísticas son rotundas al respecto: los países que mejor se han adaptado a las nuevas tecnologías son los que han generado más cantidad de puestos de trabajo y más cualificados.
¿Estaríamos hoy dispuestos a renunciar al uso de nuestros portátiles o nuestros teléfonos móviles inteligentes? No. Además, el problema es que no tenemos opción, la inteligencia artificial terminará por implantarse en la mayoría de los procesos productivos, será tan habitual en nuestras vidas como lo son hoy los automóviles o la televisión.
- España siempre estará a la cola de la tecnología
Este falso axioma nos gusta mucho a los españoles. Es un remedo de aquel “que inventen ellos”.
Si miramos los datos actuales, esa afirmación sería cierta. No sólo España, sino la Unión Europea en su conjunto, está a años luz de lo que están haciendo Estados Unidos o China en ese terreno. Incluso grandes corporaciones como Google, Apple, Amazon, Microsoft, IBM,.. invierten más en IA que muchos países de Europa, donde sólo se salva Reino Unido.
Ante un reto tan apasionante como el que tenemos por delante siempre hay dos alternativas: resignarse y llorar por nuestra mala suerte; o concienciar a las empresas, a las universidades y a las administraciones públicas de que no hay tiempo que perder. En los sectores donde España es competitiva (turismo, sector financiero, construcción, etc.) la incorporación de las nuevas tecnologías supondrá la posibilidad de generar nuevos empleos y será la única garantía de que los siga liderando a nivel global.
La irrupción de la inteligencia artificial en nuestras vidas, el uso del big data y la popularización del uso de las redes sociales son fenómenos que ya están cambiado nuestras vidas. Para bien, pero también con elevados riesgos.
Hemos visto como una empresa tan reputada como Facebook hizo la vista gorda para que otra empresa como Cambridge Analytica vendiera los datos de sus usuarios sin consultarles previamente con fines políticos, tanto en la campaña electoral de Estados Unidos a favor de Donald Trump o en Reino Unido a favor del Brexit. Todavía no sabemos qué país fue el responsable del ataque cibernético conocido como WannaCry que, en mayo de 2017, contaminó a 230.000 ordenadores de diversos países, afectando, por ejemplo al sistema público de salud en Reino Unido o a grandes empresas como Telefónica en España.
Problemas éticos y también problemas relacionados con la democracia real. El enorme poder que da la tecnología y que proporciona la inteligencia artificial corre el peligro de reforzar aún más a las superpotencias, que ejercen un dominio global desconocido hasta ahora.
Grandes oportunidades y grandes desafíos. Eso es lo que representa la inteligencia artificial. Por ello, El Independiente ha impulsado el I Congreso de Inteligencia Artificial celebrado en Alicante. Con él, hemos puesto primera piedra, o el primer chip, para que “entendamos más" y, de ese modo, para que "temamos menos” a partir de ahora.
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