Opinión

No hay tiempo que perder contra la violencia de género

Cruces blancas contra la violencia de género.
Cruces blancas contra la violencia de género. | EP

Una mujer, un teléfono descolgado, una víctima, una niña que llora sentada encima de su madre, un rostro desfigurado y sollozos. La escena de nuevo es la misma. Encendemos la televisión y observamos que la Violencia de Género ha entrado en nuestros hogares, sigilosa, sin que nos demos cuenta de su presencia. Mientras la sociedad calla, la violencia se empodera y la igualdad se resiente.

La Violencia de Género se siente como algo gelatinoso, que se pega en nuestra piel y que se resiste a abandonarnos. Intenta instaurarse en nosotros. Algunos llegan a interpretar que los casi 60 asesinatos que se producen anualmente en España son cosas de estadísticas, de algún loco al que se le ha ido la cabeza. Pero nada más lejos de la realidad. 

La violencia contra las mujeres es la manifestación más cruel de la desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres. Se trata de una violencia de naturaleza estructural que se dirige contra la mujer por el mismo hecho de serlo. Esta violencia menoscaba el disfrute de sus derechos humanos y libertades fundamentales y es un obstáculo para la plena realización de la igualdad entre mujeres y hombres.

En este escenario, se nos escapa que los niños y niñas expuestos a la violencia machista no son víctimas colaterales de la violencia de género. Son víctimas directas. Crecen en un ambiente de miedo permanente y anulación, no sólo por el hecho de presenciar actos violentos hacia su madre, sino simplemente por vivir en ese clima de violencia.

La falta de reconocimiento de la violencia de género como una situación de riesgo para el menor, como algo que va en contra del interés superior de éste, no se ha tenido en cuenta en nuestra sociedad y esto supone un riesgo para su integridad física y emocional. 

Utilizan para agredir a la que fue su pareja lo que más dolor provoca en una madre, los hijos e hijas

Cuando los agresores pierden el control y dominio sobre la víctima mujer, una vez que se produce la ruptura, el único vínculo que mantienen con ésta es el de los hijos e hijas. Ante esto, intentan ponerlos como rehenes del dominio y el temor. Utilizan para agredir a la que fue su pareja lo que más dolor provoca en una madre, los hijos e hijas. 

La sociedad no puede hacer vista gorda a esta situación.  Debemos cambiar el enfoque y ser valientes al decir que un maltratador, nunca puede ser un buen padre.

No es difícil entender que un hombre al ser violento con su pareja, lo es también con sus hijos; no hace falta una agresión física, muchas veces basta un golpe en la mesa, una mirada, para sentir la violencia.

No hay tiempo que perder, debemos vencer la dictadura impuesta por la historia a través de la desigualdad

Por tanto, seamos conscientes que no se pone fin a la violencia por el hecho de poner fin a la convivencia, sino que ésta puede continuar en el tiempo a través del ejercicio del régimen de visitas, percibidas a menudo por los hijos como una tortura adicional. 

Son muchos los niños y las niñas que en uno de los fines de semana acordados se encontraron con la muerte, víctimas de unas manos que debían procurarles cuidado y protección. 

Sólo a través de la sensibilización y concienciación haremos frente a este grave problema social. Sin conocimiento el avance será a ciegas, andaremos dando vueltas sobre los mismos escenarios y la violencia de género se prolongará más allá de los días. Hoy por hoy,  no hay tiempo que perder, todo lo contrario, debemos vencer la dictadura impuesta por la historia a través de la desigualdad.

 

Mª Auxiliadora Díaz Velázquez es magistrada y miembro del grupo de Expertos del observatorio contra la Violencia Doméstica del Consejo General del Poder Judicial

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