Opinión

Lesmes y Díez-Picazo siguen en su sillón: el Supremo roto

Luis Díez-Picazo y Carlos Lesmes

No se recuerda en la historia del Tribunal Supremo un cruce de acusaciones tan sangrantes y beligerantes como las conocidas este martes a propósito de la notificación de las sentencias de las hipotecas y los seis votos particulares suscritos por doce jueces de lo Contencioso-Administrativo del Alto Tribunal.

“Tribunal inquisitorial”, “reprimenda inaudita”, “desabrida provocación”, “medias verdades”, “indeseable práctica cinegética”… son algunos de los calificativos utilizados por los magistrados del Supremo para referirse a la situación vivida días atrás en torno al Pleno convocado por el presidente Díez-Picazo para “revisar” quién debía pagar el impuesto de actos jurídicos documentados en las hipotecas. Unos durísimos adjetivos que no se recuerdan ni en la época en que los tribunales superiores dictaban las denominadas ‘acordadas’ para reprochar a los jueces de instancias inferiores sus ‘errores’ en tono árido.

El resultado ya lo saben. Ganó la banca y hemos perdido los ciudadanos ante la mala imagen que ha dado nuestra Justicia, pilar fundamental de nuestro Estado de Derecho.

El ‘hundimiento’ del Supremo no puede ser peor, con el juicio del ‘procés’ a la vuelta de la esquina y después de que se haya evidenciado el pasteleo de PP y PSOE con el Poder Judicial

La situación actual, calificada por varios magistrados de la Sala Tercera de “terrible”, supone un descrédito total para la imagen del tribunal que representa la más alta jurisdicción española. El momento para este ‘hundimiento’ del Supremo no puede ser peor, con el juicio del ‘procés’ a la vuelta de la esquina y después de que se haya evidenciado el pasteleo de PP y PSOE para colocar en el gobierno de los jueces a las togas afines.  Sólo un golpe de dignidad del magistrado Manuel Marchena hizo recuperar durante algunos días, quizás horas, la malograda imagen de los representantes del tercer poder del Estado.

La pregunta que debemos hacernos ahora es si esta crisis se podía haber evitado. En mi opinión, la respuesta es sí. “Esto no habría sucedido si Sieira siguiese al frente de la Sala” es uno de los comentarios que más se han oído en el último mes en la Sala Tercera. La torpeza de Díez-Picazo a la hora de convocar un Pleno que nunca se debió celebrar y la soberbia que desarrolló durante los últimos diez minutos de las deliberaciones, donde obligó a los magistrados a votar una propuesta que no había sido debatida en profundidad, han provocado una crisis sin precedentes en el Supremo. La Sala está completamente rota y la percepción que los ciudadanos tienen del tribunal por los suelos.

Esta crisis tiene dos responsables y ambos siguen apoltronados en sus sillones sin asumir responsabilidades

No hay perdón de Lesmes que remonte esto. Sobre todo cuando el presidente prorrogado es el principal responsable del desastre provocado al haber maniobrado para que el magistrado José Manuel Sieira no fuera reelegido como presidente de la Sala Tercera hace tres años. Movido por el rencor personal colocó a su ex amigo Díez-Picazo, con quien avatares de la vida ahora apenas media palabra alguna, y quien ha conducido a su Sala al mayor descrédito que se recuerda en doscientos años de historia del Tribunal Supremo. Dicen quienes le conocen que el todavía presidente está arrepentido de esa decisión y que admite que el nombramiento de Díez-Picazo fue un error.

Lo cierto es que Lesmes consiguió su propósito y cambió en estos últimos cinco años el que denominó como ‘palacio de las intrigas’. La pena es que el cambio haya sido claramente para peor. Lo preocupante es que esta crisis tiene responsables y ambos siguen apoltronados en su sillón. En España, ya saben, cuesta dimitir.

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