Opinión

Las heroínas de Cataluña se plantan

Mossos d'Esquadra tratan de impedir que los médicos de atención primaria que se concentran ante el Parlament entren en la cámara catalana. | EFE

Algo no funciona en Cataluña, algo lo suficientemente grave como para que nuestros héroes y heroínas paren su actividad y convoquen, el 12 de diciembre, la primera huelga general de funcionarios del Govern desde la restauración de la Generalitat.

La situación es tan extrema que las personas responsables del cuidado y educación de nuestros hijos, las que controlan con mimo nuestra salud, las que que salvan nuestras vidas arriesgando la suya propia, es decir, aquellas personas que trabajan por y para nuestro bienestar calientan motores y hacen sentir su voz en huelgas sectoriales hasta llegar a la convocatoria unitaria para todo el sector público catalán.

No se esconden, no deben. La profesionalidad ha sido y es su buque insignia, pero hoy más que ayer se sienten estafados, vapuleados, menospreciados por unos gobernantes que han sabido utilizar su buena labor y esfuerzo para arrancar, parece que solo, aplausos del electorado. Exponiendo y poniendo de este modo en riesgo su vocación y su buen saber hacer. La sensibilidad de los profesionales públicos, digna representación y excelencia en su ejercicio, ha sido y es utilizada en "canutazos" y mítines por aquellos que parecen no conocer, pues no lo ejercitan, el significado de priorizar el gasto público.

El sector público catalán se siente estafado, vapuleado y menospreciado por sus gobernantes

Movilizaciones que, sin freno ni pausa, están sacando los colores a una Generalitat que tira, sin ton ni son, balones fuera. Parece que alguien olvida en la Generalitat que antes que sindicalistas todos ellos son profesionales del sector, y no piden nada que no sea de su competencia. A mis compañeros sí que no se les puede engañar y disponen además de un bien muy preciado: la memoria. Subestimar tanto en tan poco tiempo es cuanto menos peligroso.

Colectivo tras colectivo se alzan en pie de guerra sin permitirnos ver tales movimientos de forma aislada. O por lo menos, no debemos verlos de ese modo, teniendo en cuenta que todas las reacciones son producto de una única e igual actuación: el pasotismo. Disculpad, pero ya no es tiempo de vestir palabras. No para quien no viste actuaciones.

Profesorado, bomberos, jueces y ahora también médicos, auxiliares, enfermeras, trabajadores sociales, administrativos. Empleados públicos todos de la Generalitat que transmiten hartazgo y se plantan, haciendo que la huelga en Cataluña retome, hoy, su sentido.

Nadie puede criticar a los profesionales de la educación. Reclaman la aplicación de la LEC. Es decir, que la Generalitat destine a Educación aquello que dice la ley, el 6% del PIB, y no el 2,04% como viene siendo.

Ningún catalán, ni catalana, pone en tela de juicio a los bomberos. Reclaman guantes y mangueras. Si, sí, leísteis bien, guantes y mangueras. Reclaman no vivir desde 2008 a base de “decretazos”, recordándonos que en Cataluña también existen y se ejercen.

Nadie, pese a tener dudas de si es o no la solución, puede tachar los argumentos de los profesionales de la Salud. Seamos sinceros. ¿Parece mucho tiempo 12 minutos destinados a la atención de un paciente? Pues bien, tres jornadas de huelga han sido necesarias para hacer entender al gobierno catalán que este es el tiempo mínimo e indiscutible que entienden los profesionales en la materia que se debe destinar.

Hablamos de las condiciones laborales de un colectivo que asegura con su ejercicio la atención de los bienes más preciados para una sociedad. En Cataluña no se está haciendo más que protegerla, lo curioso es que una vez más los vigilantes de ésta son los trabajadores, no los políticos.

Tres jornadas de huelga han sido necesarias para hacer entender al gobierno catalán que el tiempo mínimo dedicado a un paciente es de 12 minutos

Si fueran ellos los garantes de tales pilares, si se erigieran como firmes defensores de un modelo público y socialmente justo, harían valer su palabra. Que por cierto, es lo último que se debe perder.

Todos recordareis ese terrorífico 2012. Bajo el lema "recortes transitorios" todos vivimos y padecimos gestiones propias del neoliberalismo más demoledor. Los empleados públicos catalanes también, viendo secuestrar su justas y necesarias condiciones de trabajo. Sus pagas extras, sus salarios, su pan al fin y al cabo. Y se les pidieron, como a todos los obreros, esfuerzos titánicos.

Hoy, esa crisis que todo lo justificó ha pasado, o eso dicen los números de la macroeconomía y nuestros impuestos. Pareciera que debían cumplir pues con su palabra los deudores, es decir, abonar el dinero que se les debe a los trabajadores de la Generalitat. (Acuerdo: El 10% de la paga del 2013 se abonará en el año 2018, quedando el resto pendiente de devolución para antes del año 2021). Y todavía es hoy que no se ha hecho, ni se hará. Tal y como la parte deudora ha anunciado, proponiendo además alargarlo hasta 2026. Trece años después, afectando incluso a las pensiones de las personas afectadas.

Son muchas más las palabras perdidas. Son varias las resoluciones que el Parlament de Cataluña ha aprobado en materia instando al Govern a su cumplimiento. Pero como se diría en catalán "Aixó és paper mullat".

No se trata, o no solo se trata, de si es mucho o poco lo que se debe a los empleados públicos (supone el 1'5% de un presupuesto de 38.000 M€). De si se puede o no se pueden abonar tales cantidades, implementar tales peticiones, recuperar condiciones de trabajo. La cuestión es bastante más alarmante, lo que esta en riesgo en Cataluña es el modelo de sociedad. El respeto por la clase trabajadora, por los valores acuñados a base de esfuerzo, lucha y reconocimiento.

Pocos argumentos existen para rebatir las movilizaciones que vendrán y ninguno vinculado a España en esta ocasión. Han mostrado una total y absoluta indiferencia a las peticiones de los sindicatos para la convocatoria del espacio creado para el diálogo y negociación de las partes (Mesa de la Funció Pública General), que ha dejado de reunirse por un largo periodo de tiempo. Bajo mi humilde opinión no nos queda otra más que apoyar y entender a las organizaciones sindicales que también han visto mancillada su dignidad por ser vulnerados los acuerdos alcanzados, que por ende afectan a los directamente representados, los y las trabajadoras.

Pocos argumentos existen para rebatir las movilizaciones que vendrán, y ninguno vinculado a España en esta ocasión

Toca respaldar y hacer nuestros los motivos del llamamiento de los 250.000 empleados públicos de la Generalitat para secundar la huelga general del próximo 12 de diciembre.

Una tierra es aquello que demuestra ser, no aquello que dice que será. Eso lo sabemos bien los catalanes, solo que a veces a algunos, parece que se les olvida.

 

Afra Blanco | Sindicalista de UGT

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