La posible, casi segura, irrupción del partido Vox en el escenario político de Andalucía, logrando, como apuntan algunas encuestas, entre 2 y 5 escaños, supone un fenómeno relevante en la política española, similar al de la sorprendente eclosión de Podemos en las elecciones de mayo de 2015.
No es la primera vez que el populismo de derechas trata de hacerse un hueco en el territorio dominado por el PP. En 1989 la Agrupación Ruiz Mateos logró 2 escaños en las elecciones al Parlamento Europeo (608.560 votos), pero ese éxito relativo fue flor de un día: el partido del empresario expropiado se esfumó del panorama y la familia, encabezada por su esposa, Teresa Rivero, concluyó su coqueteo con las masas en el club de fútbol Rayo Vallecano.
El líder populista que más años disfrutó del calor del pueblo fue el ex presidente del Atlético de Madrid Jesús Gil, que ocupó la alcaldía de Marbella, con sobresalientes resultados electorales, desde 1991 hasta 2002. A él le hubiera gustado dar el salto a la política nacional y lo intentó extendiendo sus tentáculos a otros municipios de la Costa del Sol e incluso quiso dar el salto a Ceuta y Melilla, pero el desfalco de las arcas públicas del ayuntamiento en el que gobernó de forma continuada durante once años, el conocido como "saqueo de Marbella", acabó con sus aspiraciones de codearse con la alta política.
Por último, el ex presidente de Banesto, Mario Conde, también lo ha intentado en un par de ocasiones. En 2000, bajo el paraguas del CDS (partido fundado por el ex presidente Adolfo Suárez), con el que se presentó a las elecciones generales de 2000 logrando apenas 23.000 votos. Y, posteriormente, en Galicia, donde su partido Sociedad Civil y Democrática ni siquiera alcanzó los 16.000 votos.
Ser banquero o empresario no parece que sea una buena tarjeta de presentación para conseguir triunfar en política en España, aunque los abanderados de las intentonas hayan sido personas que acumularon en su día mucho poder y que jugaron con astucia la baza del victimismo "contra el Sistema". El propio Conde escribió un libro en el que mantenía esa tesis (El sistema). Desde ese punto de vista, puede considerársele como el primer anti sistema español, mucho antes de que Pablo Iglesias o Juan Carlos Monedero hablaran de "la casta".
Abascal les dice a los votantes del PP lo que quieren oír, defiende principios que su partido dice defender pero lo hace sin remilgos, sin complejos
El fenómeno de Vox es completamente distinto. No sólo porque su líder, Santiago Abascal, aunque procede de una familia burguesa, nunca ha sido un referente para el mundo del dinero, sino, sobre todo porque Abascal tienen callo de luchar contra ETA en el País Vasco durante los años más duros del terrorismo. Sin embargo, el elemento diferencial con sus predecesores en el intento de crear un partido populista de derechas, es que Abascal, Santi, como le llama su guardia de corps, proviene del PP, ha militado en el partido conservador durante muchos años y se ha partido la cara por él ante los cachorros de ETA.
Es decir, Vox es cuña de la propia madera del PP. Lo que dice, lo que propone, la unidad de España, la defensa de la familia, una clara recentralización del Estado de las autonomías, un mensaje rotundo contra la inmigración ilegal, etc. todo ello lo han escuchado y defendido miles y miles de militantes del PP en toda España.
Abascal sabe como robarle votos a la "derechita cobarde", como calificó con malévola intención al PP en el mitin de Vistalegre. Porque les dice a sus militantes lo que quieren oír y hacía mucho tiempo que ya no escuchaban. Descoloca a la cúpula de Génova sin que esta sepa cómo reaccionar. Sin ir más lejos, en la manifestación en defensa de la unidad de España celebrada este sábado en la simbólica -para la derecha- Plaza de Colón de Madrid, la dirección del PP no ha hecho más que dar bandazos: primero no se sumó a ella, luego dijo que enviaría alguno de sus dirigentes, y, al final, la ha boicoteado pero, al mismo tiempo, el concejal de Madrid José Luis Martínez Almeida se ha sumado a ella "a título personal".
Mientras Pablo Casado afirma que entiende que muchos votantes del PP quieran votar a Vox y elude criticarlos, su número tres, Javier Maroto, les ataca por euroescépticos y por sus vínculos con la extrema derecha europea ¿En qué quedamos?
Vox es cuña de la propia madera del PP, por eso no tiene nada que ver con otros intentos de consolidar otras opciones populistas de derechas
La indefinición, las dudas, sólo benefician a Vox, que ha conseguido algo que parecía impensable hace tan sólo un mes: convertirse en un elemento central del debate de las elecciones en Andalucía. Todo ello, no sólo gracias a la zigzagueante posición del PP, sino a que Susana Díaz lo ha utilizado para sacarle los colores a Juan Manuel Moreno y a Juan Marín. Tanto el presidente Sánchez, como la vicepresidenta Carmen Calvo, han echado leña a ese fuego. Para el PSOE dar oxigeno a Vox es la mejor forma de limitar las opciones del PP. Una venganza en frío para compensar lo que hizo Mariano Rajoy desde Moncloa al darle aire a Podemos para debilitar al Partido Socialista. Donde las dan, las toman.
Pero hay algo más. Vox no es un experimento aislado, montado sobre la egolatría de su líder, como lo fueron otros partidos, sino un partido que tiene vínculos con el Frente Nacional de Marine Le Pen, o con la Liga Norte de Matteo Salvini. Y, por supuesto, con el autor intelectual de la victoria de Donald Trump en las elecciones norteamericanas: Steve Bannon. La labor del sociólogo Rafael Bardají, otro brillante estratega que proviene del PP y que tiene contactos al más alto nivel tanto en el Partido Republicano de EE.UU como en el Pentágono, ha sido crucial para tejer alianzas que cada día cobrarán mayor valor. La habilidad con la que Vox maneja las redes sociales no es una casualidad, sino que se explica por los grandes expertos que trabajan para el partido y que ya han demostrado su valía en Estados Unidos, Italina, Reino Unido o Francia.
Cuando se les pregunta a los líderes del PP cómo se explican el auge del pequeño partido por el que nadie daba un duro hace un par de años, la respuesta es un tanto exculpatoria, aunque probablemente tenga algo de verdad: "En la etapa de Mariano Rajoy el partido perdió perfil político, se habló mucho de economía y poco de principios, por eso Vox está llevándose algunos votos que son nuestros. La intención de Pablo Casado es precisamente recuperar el perfil político del PP, rearmar al partido ideológicamente".
Vox tiene fluidos contactos con la derecha de Francia e Italia y bebe de la experiencia de Bannon
Si la corrupción le quitó al PP más de dos millones de votos, de los que 1,5 millones se fueron a Ciudadanos, esa pérdida de perfil no se sabe muy bien cuantos votos le puede quitar. La primera oportunidad para valorarlo la tendremos en Andalucía, donde el partido conservador corre el riesgo de sufrir uno de los peores resultados de su historia.
Si Vox entra en Parlamento de Andalucía y obtiene, como dicen algunos sondeos, en torno a 200.000 votos, Abascal habrá conseguido un éxito considerable. El próximo reto -si no se convocan antes las generales- será en el mes de mayo, con la ventaja para Vox de que en las europeas hay circunscripción única.
Cuando José María Aznar refundó AP para crear el PP siempre tuvo en mente la construcción de una gran derecha que recogiera las sensibilidades desde el votante de centro casi lindando con el PSOE, hasta aquellos que seguían siendo nostálgicos del franquismo. Ese gran partido conservador, que logró dos mayorías absolutas (una en 2000 y otra en 2011) ya prácticamente no existe. En el centro, Albert Rivera avanza cada día con más fuerza y Ciudadanos es hoy un partido consolidado con el que hay que contar para gobernar. Por la derecha, Vox amenaza con ser la mosca cojonera que le esté recordando todos los días las renuncias que ha tenido que asumir para ser considerado un partido del sistema.
Vox es el voto de la derecha de toda la vida sin complejos, con un líder que representa a la perfección la figura del macho alfa. En un mundo asustado, acosado por los miedos a la pérdida de privilegios, o a la pérdida de una cierta identidad cultural y religiosa, Vox es el partido de las certezas, del orgullo de lo propio, de la tradición. ¿Alguien duda de que un partido así puede acaparar decenas de miles de votos en España?
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