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Andalucía y el nudo de la serpiente

La presidenta de la Junta de Andalucía y candidata en las próximas elecciones andaluzas, Susana Díaz.
La presidenta de la Junta de Andalucía y candidata en las próximas elecciones andaluzas, Susana Díaz. | EFE

El Estatuto de Andalucía de 1981 parecía una hoja de yerbabuena, leve, olorosa, alimenticia. Recuerdo que nos dieron el librito en el colegio, un libro delgado o transparente, un poco mágico, druida, esa magia de la propia tierra. Los andaluces habían salido a la calle para exigir una autonomía de primera, incluso había habido un muerto, un mártir, Manuel José García Caparrós, en 1977. La UCD, a través de la voz castiza y topolina de Lauren Postigo, nos advertía: “Andaluz, no te dejes engañar: éste no es tu referéndum”. Pero se ganó ese referéndum y allí estaba el Estatuto, en las manos del niño alegórico que era yo mismo. Parecía que la historia nos devolvía la manija que había tenido el señorito o el centralismo. Lo que vino después, lo que sigue viviendo Andalucía, fue la traición a todo aquello, vendido además, cínicamente, como fiesta de todo aquello. Se escribió incluso un segundo Estatuto, pero sólo fue como pasar el primero por la Logse.

Susana, el producto perfecto que es Susana, mezcla de almohadón sentimental y plástico de burbujitas, no habría sido posible sin un largo proceso simultáneo de santificación y putrefacción de la autonomía, como ocurre con las reliquias religiosas. Se necesitó tiempo, olvido, distracción, quietud, cierta atmósfera tranquila y fermentada de charca, pero el andaluz terminó olvidando ese librito fundante y quedándose con la mera santería de sus políticos.

Susana no habría sido posible sin un largo proceso de santificación y putrefacción

En aquel librito, quizá sólo un libro infantil, aparecían las aspiraciones de “pleno empleo en todos los sectores de la producción”, de “acceso de todos los andaluces a los niveles educativos y culturales que les permitan su realización personal y social”, o de la “constante promoción de una política de superación de los desequilibrios existentes entre los diversos territorios del Estado”. En 1981, el paro en Andalucía era del 16,4%. En 2013 alcanzó el 36,8%. Ahora, es del 23% (14,6% es el de España), sólo por delante de Ceuta y Melilla, y con municipios que han superado el 42%, como Barbate. La tasa de abandono escolar sigue siendo una de las más altas del país. De los diez municipios más pobres de España, sólo el noveno no está en Andalucía. Desde 1983, no es que Andalucía se haya acercado poco, porcentualmente, al PIB nacional, es que está más lejos que entonces, un 1,5% más lejos. Y ha vuelto al grupo de las regiones más pobres de Europa, por debajo del 75% de su PIB per cápita. Y eso, después de 102.000 millones de euros de fondos europeos. Según Susana, la población de Andalucía hubiera necesitado más dinero aún. Casi 40 años después, sigue hablando de “visión ceniza” y de “paro estructural”. Alemania, tras ser derrotada y devastada, tardó menos en volver a ser potencia mundial. En Andalucía, todo sigue siendo culpa de los señoritos antiguos, los de jaca, casino y limpiabotas.

Susana es la evolución partidista perfecta de ese estancamiento político y económico, pero también social y moral, que en Andalucía muchos llamamos el Régimen. Eso del Régimen no se refiere a que los gobiernos del PSOE en la Junta sean ilegítimos o antidemocráticos, sino a que todos los recursos públicos, institucionales, están dirigidos a mantener al partido en el poder. La gestión, como ha llegado a reconocer Susana, no le importa. El clientelismo, que es invento romano, ha sustituido la inversión por el favor y la prebenda. Como nos han enseñado los ERE, el dinero en mano, aristocrático, caballista, es más sencillo y más agradecido que el verdadero crecimiento económico. El andaluz, lejos de reconocer en ese modo de actuar el mismo caciquismo que lo convirtió anteriormente en esclavo, en menesteroso con la boina en el pecho como una joroba atroz, lo ve como recompensa histórica.

El andaluz ve el caciquismo que lo convirtió en esclavo como una recompensa histórica

El truco es mantener viva la derecha fantasmagórica u operística, que incluso sin poder en Andalucía es sin embargo la culpable todavía de todo. Y una depurada estrategia de adulación al pueblo, a su folclore, a su humildad y bonhomía, que Canal Sur, auténtico ministerio de la propaganda, explota sistemática e indecentemente: cuanto más pobre, cuanto más ignorante, y al mismo tiempo cuanto más alegre, mejor andaluz serás, más te aplaudirá el público toallero de Juan y Medio. Son las bienaventuranzas evangélicas usadas como sustento a un PSOE que, como he dicho otras veces, ha unido el priísmo mexicano con el pujolismo catalán y el marismeñismo rociero. El discurso socialista sigue siendo un discurso para pobres, una poética del pobre, una glorificación del pobre. El pobre responde con identificación, entrega, deleite y voto, así que el PSOE andaluz, evidentemente, se retroalimenta obviando la necesidad de crear riqueza, que se sustituye por la conveniencia de contar con más pobres.

Borbolla fue la juventud pronto olvidada. Chaves fue candidato sin querer y luego virrey aburrido. Griñán, un pasante tras la defenestración de Chaves por los ERE. Hubo un momento luminoso y vano, el discurso de investidura de Griñán, casi ateniense o renacentista. Pero el PSOE andaluz, con su inercia de vieja carraca, no podía detenerse sin morir. Griñán sin duda se dio cuenta y desistió. Susana no va siquiera a pensárselo, ni para la historia ni para un discurso. La cosa le funciona estupendamente como está. Tanto, que creyó que sus trucos de madrecita obsequiosa y envenenadora de tetera le servirían para alcanzar el poder a nivel nacional. No fue así.

El PSOE ha traicionado todo lo que pretendía la autonomía andaluza

En estas elecciones se vuelve a intentar deshacer el nudo eterno, la serpiente que se muerde la cola (ouroboros, en griego), algo que parece ciertamente una tarea mitológica, titánica, digna del Hércules del escudo andaluz, que ahora parece sólo un pordiosero con sus leones como perros famélicos. El PSOE, objetivamente, ha traicionado todo lo que significaba y pretendía la autonomía andaluza, escrito en ese librito verderón que quizá era más poesía y música de faunos que política. No sabemos si el andaluz no se da cuenta o ha renunciado. A veces se diría que no es que no le convenzan los números, que no vea la realidad, sino que no recuerda la esperanza. Aparte ideologías, partidos, propaganda, tópicos, lo que parece es que el andaluz ha sido vaciado de la esperanza. No es que vote a otro partido diferente al PSOE, es que ni siquiera es capaz de exigirle más a ese PSOE que gira sobre sí mismo como gira Andalucía. Sobre esta tragedia se ha erigido una casta invencible de falsos padrecitos, zalameros, generosos y protectores que ha culminado, evolutivamente, en Susana.

El domingo tampoco parece que se vaya a romper el nudo, ni a terminar la agónica y sartriana autodigestión de la serpiente o del andaluz alegórico. El andaluz atrapado en su pobreza, pero una pobreza que le asegurará atención y migajas del gobernante. Y es como ese sueño, pesado, inquieto, pero tentador, en el que te quieres levantar y el colchón te traga, con una ciega pereza o una dulce amante.

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