Las cosas se le complican a Pedro Sánchez cada día que pasa. El último -en realidad el penúltimo- tropiezo se lo acaba de proporcionar muy intencionadamente la presidenta en funciones de la Junta de Andalucía. Susana Díaz le ha declarado ya la guerra al presidente del Gobierno, en un desafío abierto y público en el que se ha hecho evidente que va a por todas.
Lo primero que ha dicho Díaz en su entrevista a la Cadena Ser de Andalucía en un día tan impropio para las declaraciones políticas como es la mañana de la Navidad, es que no tiene la menor intención de retirarse. Ése es un aviso a la dirigencia de Ferraz y al propio Sánchez que, desde los primeros minutos en que se constató que iba a perder el poder en Andalucía a pesar de haber ganado las elecciones, le enviaron la sugerencia de que debía "reflexionar", lo cual era tanto como anunciarle que se disponían a moverle la silla y a empujarla a la dimisión.
La guerra del sanchismo contra Susana Díaz viene ya de lejos, de cuando ella le disputó a Sánchez la secretaría general en unas primarias en las que salió derrotada. Incluso desde antes, pero aquél fue el momento cumbre de un enfrentamiento que ha continuado aunque más en sordina después de que Sánchez se encaramara a la presidencia del Gobierno apoyado en los independentistas catalanes, en los nacionalistas vascos y en la extrema izquierda de Podemos y ganara con esos apoyos una moción de censura a la que se presentó sin más programa que la determinación de echar del poder al gobierno del PP y a Mariano Rajoy del palacio de La Moncloa.
Esa distancia infinita entre Sánchez y Díaz se volvió a constatar cuando ella elaboró las listas electorales del PSOE para las elecciones andaluzas y no incluyó a un sólo sanchista en ellas. El mensaje era meridiano: si gano, gano yo sola sin contar contigo y no te deberé nada. Ella ganó pero le va a pasar lo mismo que le pasó en los comicios de 2012 a Javier Arenas, del PP, que consiguió 50 diputados -tres más de los que tenía- pero vio cómo un PSOE que perdía nada menos que 9 diputados y se quedaba en 47 celebraba alborozado sus resultados porque sabía que, sumando fuerzas con una Izquierda Unida que había doblado representación y alcanzaba los 12 diputados, iba a poder seguir gobernando.
Susana Díaz le ha declarado ya la guerra al presidente del Gobierno, en un desafío abierto y público en el que se ha hecho evidente que va a por todas
Ahora ha sido algo parecido pero con mucho peores resultados para el PSOE comparados con aquel 2012 que se consideraron en su día un desastre sin paliativos. Los socialistas han perdido esta vez la friolera de 14 escaños y se quedan en 33. Y aunque el PP ha perdido 7 diputados, que es mucho perder, y se queda en 26 escaños, le pasa lo contrario de lo que le sucedió en 2012: que ahora sí va a poder gobernar. Por lo tanto, las quejas de Susana Díaz sobre por qué los perdedores le pueden quitar la presidencia de la Junta a la ganadora tienen su respuesta en el pasado cercano. No hace más que seis años y medio que se produjo una situación similar aunque con mucha mejor posición de un Javier Arenas que finalmente no pudo acceder a la presidencia andaluza.
Así que ni Susana Díaz tiene razón al hacer sus dolidos reproches a los "perdedores", ni Pedro Sánchez y su sanedrín la tuvieron cuando se dispusieron a cortarle políticamente la cabeza a la todavía presidenta en funciones de la Junta. Porque el plan de Ferraz, ávido de cobrarse la pieza, era el de esperar a que produjera la sesión de investidura en el parlamento andaluz para, una vez escenificada ante los ojos del público la derrota socialista, empujar a Díaz hacia la puerta de salida.
Pero sucede que ella no está por la labor y que ha decidido, además de plantarle cara a Sánchez, declararle la guerra abiertamente en un momento especialmente delicado para él. Y no sólo porque ha anunciado que no piensa dimitir y que se dispone a ejercer la jefatura de la oposición durante toda la legislatura -lo cual es ya en en sí un desafío- sino porque se ha lanzado a disparar munición de muy grueso calibre.
Susana Díaz ha expresado con total claridad su oposición rotunda a la política que el presidente del Gobierno está llevando a cabo con los independentistas catalanes, una política que le está saliendo todo lo mal que puede salir cuando se trata de atraer a fanáticos irreflexivos como lo son el valido Torra, el fugado Puigdemont y todos sus adláteres a un espacio de entendimiento. Susana Díaz cita abiertamente las concesiones que el Gobierno de Sánchez está haciendo al secesionismo, la más llamativa y la más irritante de las cuales se ha producido el 21 de este mes con esa entrevista de igual a igual -porque fue así por mucho que quieran vestirla de otra manera- y sobre todo con ese inaudito comunicado en el que el Gobierno reconoce la existencia de un "conflicto sobre el futuro de Cataluña" al que quiere dar respuesta con "una propuesta política que cuente con un amplio apoyo de la sociedad catalana".
Y ahí se ha plantado Susana Díaz, que todo el mundo sabe que habla también por boca de otros presidente socialistas que no sólo no están de acuerdo con semejantes concesiones formales y de fondo a los independentistas sino que se temen que esos errores políticos se los van a pasar al cobro a cada uno de ellos en sus respectivos territorios en el mes de mayo cuando se celebren las elecciones autonómicas y municipales.
Por eso, aunque sin verbalizarlo abiertamente, ha empujado de modo consciente a Sánchez a hacer lo que de ninguna manera él querría hacer nunca, que es aplicar el artículo 155 de la Constitución. Pero ella ha insistido en esa vía, en parte por una convicción propia hasta ahora silenciada y en parte también por dejar al presidente ahí fijado, ensartado por la espada y estampado contra la pared.
Sánchez se ha quedado ahora solo ahí en medio, con el juguete de su permanencia en La Moncloa en la mano y sin saber qué hacer ni por dónde tirar, mientras la ciudadanía le contempla
Pero es que la andaluza ha ido más allá y ha comparado el "conflicto político" que el Gobierno acepta reconocer ante los independentistas con el "conflicto político"con que los terroristas de ETA y sus partidarios pretendían revestir su acción criminal. Y ha lanzado su misil a la mismísima línea de flotación del presidente Pedro Sánchez. Reproduzco el párrafo entero porque lo merece. Dice Susana Díaz: "En este país nunca se reconoció un conflicto político a quienes utilizaron la violencia y el terrorismo. Y eso fue la respuesta que tuvo el Estado durante 40 años a los que plantearon la cuestión en esos términos. Como comprenderá, no voy a reconocer que cuando un Gobierno ahora le echa un pulso al Estado y se se salta las normas se considere un conflicto lo que es un desacato, la desobediencia a las normas y quebrar la convivencia entre los ciudadanos".
Ahí queda eso. Esto que ha dicho Susana Díaz lo comparten no solamente muchos de los presidentes autonómicos socialistas sino la gran mayoría de sus militantes y por eso, por la brecha que ha abierto la andaluza, van a salir todos los reproches contenidos hasta ahora con el silencio en el seno del PSOE, y desde luego entre los tradicionales votantes de ese partido. Por esa herida se le va a escapar una gran parte de la escasa fuerza política que le queda a un Pedro Sánchez que no está en condiciones de exhibir públicamente ni una sola muestra que sirva como prueba de que su estrategia de apaciguamiento ha producido algún resultado por pequeño que haya sido. Ninguna.
Es más, el mismo día de Navidad y unas horas después de la andanada de Susana Díaz, el recibido, saludado, sonreído y masajeado Quim Torra ha dado una vuelta más al torniquete en torno al cuello del presidente del Gobierno desvelando la insólita e inadmisible lista de "reclamaciones" que le presentó en su encuentro del día 21 de este mes de diciembre, entre las cuales se incluye la majadería de la "desfranquización de España" entre otras muchas de ese tenor.
Pero no ha quedado ahí la cosa. El presidente de la Generalitat ha anunciado que, puesto que no ha recibido respuesta por parte del presidente al impropiamente llamado "documento" de 21 puntos, no le van a aprobar los Presupuestos Generales del Estado. Esa es su respuesta a los desvelos de Sánchez.
Tanto esfuerzo, tanta renuncia, tanta cesión, tanto ridículo, tanta sonrisa impostada, tanta humillación colectiva para esto. Hombre, muchos lo veíamos venir, y lo dijimos, pero el presidente del Gobierno no lo vio o no lo quiso ver. Y ahora se ha quedado él solo ahí en medio, con el juguete de su permanencia en La Moncloa en la mano y sin saber qué hacer ni por dónde tirar, mientras la ciudadanía le contempla. Y ha sido en ese preciso instante de debilidad en el que Susana Díaz ha apuntado a su cabeza y ha ordenado "¡fuego!".
Va a ser una guerra política cruenta.
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