No hacen tanto ruido como otros nuevos partidos que jalean consignas por España y aparecen por sorpresa en todas las encuestas. Ellos fueron el partido de moda en nuestro país cuando irrumpieron con dos eurodiputados en las europeas. Desde esos días hasta hoy, se han convertido en los ganadores en las elecciones catalanas, los que más crecen en la política andaluza y decisivos en el Congreso de los Diputados para formar mayorías de gobierno. Y sin embargo apenas han ocupado cargos públicos en la última década. Tan solo 49 alcaldías, muchas con mayoría absoluta y ninguna en Cataluña.
Hasta hoy esa fue la hoja de ruta de Ciudadanos de Albert Rivera para ser distintos a los demás, apoyar gobiernos, pero sin ocupar sillones. Hoy todo es distinto.
Se equivocan quienes agrupan a Ciudadanos junto al PP y Vox en la derecha española, no conocen a sus votantes ni su ideología. En las últimas andaluzas muchos votantes socialistas les votaron, incluso algunos dieron su voto a Vox para provocar un cambio de régimen necesario tras casi 40 años de gobierno monocolor. Los votantes no somos militantes con carnet, por creer en el proyecto de una persona cambiamos la opción del voto, más allá de siglas y partidos.
Las previsiones de Cs para los próximos dos años son llegar a La Moncloa. Pero jamás con el apoyo de Podemos ni de Vox
En Ciudadanos hay un buen número de votantes que antes lo hacían a la izquierda moderada, de ahí que sus pactos de gobierno con Susana Díaz gustaron a pesar de las críticas y llegaron a acuerdos imprescindibles como terminar con el impuesto de sucesiones a las herencias por debajo de un millón de euros. Juan Marín consiguió destruir el monopolio socialista en Andalucía desde dentro y lo hizo con una sonrisa, como un gaditano de bien. Pero tras unos años de acertadas políticas con algunos errores, como su falta de claridad en el apoyo a la prisión permanente revisable, ahora hay que pasar a la acción.
Sus previsiones para los próximos dos años son conseguir gobernar en algunas Comunidades Autónomas, ser decisivos en Europa y llegar a la Moncloa. Pero no lo quieren hacer a cualquier precio, jamás con el apoyo de Podemos, ni de Vox, que les marcaría electoralmente de por vida. El problema es que Vox será la pieza fundamental del puzzle que decida finalmente si el gobierno es de derechas o de izquierdas. Esa es la encrucijada en la que se encuentra Cs.
En Andalucía nadie hubiese entendido que apoyaran a Susana Díaz en lugar de sumar los diputados de Vox para echarla, pero ¿que sucederá si como dicen las encuestas, trasladamos el mismo tablero político al Congreso de los Diputados?
Vox está en plena efervescencia, como antes lo estuvo Podemos, ahora en constante retroceso. Lo mismo le puede suceder a Vox en unos años. Si son de extrema derecha o como ellos dicen “de extrema necesidad” lo dirán sus acciones a partir de ahora, su programa electoral lo firmaría al 70% hoy mismo Pablo Casado y nadie tacharía de ultraderechista al presidente del PP. Es el Partido Popular el que no encuentra el norte, el que está entre dos aguas y en ocasiones con el agua al cuello. Celebran como una victoria perder 350.000 votos en Andalucía, y la prometida regeneración del PP se demostró fallida cuando ellos, junto a PSOE y Podemos, se repartieron los vocales del Consejo General del Poder Judicial. Jamás Casado debía haber aceptado esos oscuros pactos.
En esta batalla separatista se enfrentan sobre todo PDeCat y PP, posiblemente los dos partidos más corruptos que ha generado la política europea en las últimas décadas
La realidad es tozuda y la deriva secesionista de Torra se ha visto trufada en el tiempo por casos de corrupción de las cloacas del Estado, que no hacen más que recordarnos que en esta batalla separatista se enfrentan sobre todo PDeCat y PP, posiblemente los dos partidos más corruptos que ha generado la política europea en las últimas décadas. Por todo esto nace la necesidad de nuevos partidos, pero hay que verlos gobernando para saber de qué son capaces, y eso todavía no lo hemos visto de Ciudadanos.
Lo hemos visto con otros partidos de la llamada izquierda, desde que los antisistema de Colau ocuparon el Ayuntamiento de Barcelona y los podemitas de Carmena el de Madrid, entendimos que su manera de hacer política, con aciertos y errores, es ideológica. Las formas son más importantes que el fondo, la ideología lo ocupa todo, por delante de la eficiencia del servicio público. Por eso han convertido a Barcelona en la ciudad con más robos de España y por eso Madrid Central se pone en marcha a la fuerza y sin consenso, ellos saben lo que nos conviene, incluso por encima de nosotros mismos. Es lo que tiene sentirse moralmente superiores.
Los españoles seguimos votando a las personas por encima de los partidos, Carmena lo averiguó tarde y tuvo que marcharse de Podemos para intentar seguir ocupando el sillón de alcaldesa. Ahora es el turno de Albert Rivera pero tendrá que demostrar que no solo es un buen líder en la oposición, sino que está preparado para gobernar.
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