¿Y cómo queda el PP refundado o refundido, tras el último día de convención tridentina? Pues queda con cartón doblado, con banderas de Lego, con Europa por ahí arriba como una bola de discoteca, con la gaviota que ahora sale de un corazón y ese corazón de los dedos y el sol, como en una revista evangélica o un desfibrilador de estación.
Casado (@pablocasado_) dice que no se puede "unir España desuniendo el voto" https://t.co/02WdqSCXyN pic.twitter.com/GJAx4d0SNq
— Europa Press TV (@europapress_tv) January 20, 2019
Queda mojada de las alas de Aznar o del caldito de Rajoy o de la lluvia del sábado, que también parece haber dejado a la orquesta mojada de calderilla de luz. Queda la ristra de ajos de Vox en los cuellos, y los varios círculos concéntricos de poder con las sillas ya tiradas a una piscina, y jóvenes con chaqueta de ante azul a la cola de todo. Y queda dar forma a algo entre los expresidentes muertos, agitadores o dañinos, y la juventud con reloj de primera comunión. Tanto Rajoy como Aznar ayudaron y dañaron al partido. Hay en Vox algo de ellos, por reacción a la legaña burocrática de Rajoy, y por empuje de las grietas y las puñaladas a pellizcos que dedicaba Aznar, patriarca de garrota o botavara, a su propio partido.
Casado se puso a citar plazas españolas como si la conquista de la nueva mayoría comenzara con las tunas
A pesar de que el sábado Aznar hizo de Fraga o de Darth Vader con Casado, de que Aznar se percibe como el vencedor, en modelo de partido y en paseíllo con memento mori, lo único que puede hacer Casado ahora es matar al padre. O a los padres. Los libros de Aznar, guardados ya en el stand de FAES, parecían retratos del exnovio listos para la hoguera. Es ahora cuando las fiestas y las melancolías piden fuego. Toda esta pirámide de este fin de semana, todas las velas a los antepasados, todo esto lo que espera es una cerilla.
El himno nuevo del PP sigue sonando como a que te persiguen rinocerontes, y mueve a la gente como si así fuera. También se movían porque este domingo sí estaba Moreno Bonilla. Moreno, que se encontraba casi en la mesa de disección del partido cuando la fortuna lo llevó a la Junta de Andalucía, ya es recibido en el triclinio principal al grito de “presidente, presidente”. Bonilla, el sorayista, el superviviente, se ponía de pie como un torero de mucha gloria y revolcones, y recibía abrazos y aplausos fuertes y sinceros quizá por primera vez. Se aplaude el éxito, claro. Pero también la lealtad. Porque cuando Pío García Escudero mencionó a Rajoy la gente aplaudió más que cuando mencionó a Aznar. El marianismo está entre el olvido, la pena y la culpa, pero todavía merece agradecimiento, aunque eso arrugue aún el bigote de esparadrapo, el bigote sin bigote de Aznar, que sigue siendo el duro y el malo. Seguía Casado, por cierto, al lado de Aznar, escoltado por Aznar, acurrucado por Aznar. No hay tutela pero Aznar todavía le pone ruedines al líder del PP. Así quizá es más difícil matar al padre, como en el día de los Reyes. Sí, es duro dejar ir a todo aquello. Pero es lo que tiene que hacer Casado.
García Escudero mencionó a Rajoy y la gente aplaudió más que a Aznar. El marianismo está entre el olvido, la pena y la culpa, pero merece agradecimiento
Moreno Bonilla inauguró su poder subiendo a la tarima como si fuera Freddy Mercury. La corona de la Junta era ya como la de los Windsor, entre el poder, el folclore y el museo de cera. Dio las gracias a Casado, cerrando ya las heridas de las primarias, y a sus “negociators”, que quizá es un cuerpo de élite que debería crear el PP para la guerra de cafés y diteros que quedan. Moreno está subido, cree en el creer, como un mártir (casi lo fue), y levantó a la gente en un crescendo como de parturienta. Su épica de ganar la Junta, como un largo camino de políticos carreteros del PP, olvidó a sus socios necesarios ahora, pero esta asamblea necesitaba ego, esperanza y algo de taconeo, que fue lo que puso.
Casado subió por fin, con el viento pixelado de la bandera, agradeciendo la presencia a Rajoy, a Aznar, incluso a Cospedal. Hay que nombrar a los muertos para expiarlos y exorcizarlos. Mencionó a otros, y había algunos que estallaban, en la mente de todos, cuando Casado los nombraba. Recordó, cómo no, la refundación del PP hace 30 años. La de ahora, la suya, es una llamada a la casa común: no hay PP fuera del PP, y cada voto que no sea al PP debilita a España. Dijo que el PP no tiene que cambiar, sino fortalecer sus raíces. En las crisis, ya se sabe, el primer refugio, la postura fetal, es el purismo. Y es una manera, también, de rechazar la atracción hacia Vox.
Que lo peor de Aznar y Rajoy se quemara con las serpentinas de la convención, y que lo mejor se quedara en Casado, como en dos ojos de diferente color
El modelo de Casado es, pues, el modelo de Aznar, algo más enfierecido por los enemigos de ahora. Casado de nuevo pellizca donde sabe. Su verbo va de la pianola sentimental a la metralleta lógica. Se puso a citar plazas españolas, como si la conquista de la nueva mayoría comenzara con las tunas. Y a enumerar las traiciones de Sánchez, casi bíblicas. Lo de Casado es un aznarismo más emotivo y más cañero. Es un liberalismo que apela al civismo, con gotas aperladas o aceitosas del típico conservadurismo español. Una derecha que se define muy bien, también, en el espejo invertido de Sánchez, desde lo estético a lo ético. Así quiere llegar a la “mayoría razonable”, aunque no sé cuán razonables son las mayorías, sobre todo las cabreadas, las hartas, las castigadas y las engañadas.
Yo decía que Casado tenía que matar al padre. Tenía que hacer algo más, una especie de ceremonia caníbal definitiva. Que lo peor de Aznar y Rajoy se quemara con las serpentinas de la convención, y que lo mejor de ellos se quedara en Casado, como en dos ojos de diferente color. Quizá todo el fin de semana se estuvo preparando eso, ese crimen y ese devorar el tótem por su tuétano. La asamblea acabó con el himno nacional como impulsado por aviónica. Luego, quedaron, ya digo, los cartones como calendarios doblados y los charcos de luz pisada. Fuera, donde ya no se escuchaba la banda, seguía la España polarizada, odiadora, revanchista. Casado hasta gritó “¡Cuba libre!”. Le queda, ahora, lo que va de las fiestas a la vida, y de la fantasía al cuchillo.
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