Por fin el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha fijado oficialmente la posición de España respecto de la crisis de Venezuela. Pero ha llegado demasiado tarde porque durante estos tres, casi cuatro, últimos días ha sido un clamor en todo el país la petición de que España reconociera a Juan Guaidó como presidente legítimo de Venezuela. Tres días en los que el Gobierno español ha estado remoloneando en lugar de ponerse desde el primer minuto al frente de los países que, sin dudarlo, han respaldado la única opción democrática posible, que era la de reconocer la legitimidad del actual presidente de la Asamblea Nacional venezolana a la que el tirano Nicolás Maduro pretendió negarle la autoridad política y legal creando otra asamblea nacional paralela a su medida y sometida a su dictado.
Pedro Sánchez ha perdido lamentablemente la oportunidad de liderar el movimiento de apoyo a las instituciones democráticas que todavía permanecen en pie, contra viento y marea, en Venezuela. Las razones que expliquen por qué no se ha atrevido a dar un paso al frente serán estudiadas enseguida pero durante estos tres últimos días se ha apuntado con insistencia una posible: el temor del presidente del Gobierno a perder el apoyo de Podemos a los Presupuestos Generales del Estado, que están pendientes del hilo que mantienen en su mano tanto los independentistas catalanes como Pablo Iglesias. El líder de Podemos fijó claramente su posición con un tuit lamentable en el que calificaba la jura de Guaidó como presidente "encargado" de Venezuela de "golpe de Estado".
Sánchez ha perdido la oportunidad de liderar el apoyo a las instituciones democráticas de Venezuela
Ahí se puso de manifiesto la dependencia y el sometimiento político de el partido español Podemos al régimen corrupto y dictatorial de Venezuela porque hay que carecer completamente de un mínima honestidad intelectual para no admitir que Nicolás Maduro es el que ha perpetrado un auténtico golpe de Estado al proclamarse presidente después de unas elecciones fraudulentas a las que no concurrió la oposición y al jurar su cargo ante un falso tribunal supremo que había sido constituido por el propio Maduro con individuos próximos a su régimen después de haber desmantelado al verdadero Tribunal Supremo venezolano, a cuyos miembros acosó y persiguió hasta que algunos de ellos tuvieron que optar por huir de su país.
El presidente del Gobierno de España no debe, no puede, hacer depender la posición de su país de los intereses o de las conveniencias de unos socios con esos vínculos inadmisibles. Pero sucede que ésta es la única explicación verosímil a ese arrastrar los pies que ha exhibido durante tres, casi cuatro, interminables días el señor Sánchez, aunque no podemos descartar que se haya visto influenciado también por la opinión del ex presidente Rodríguez Zapatero, un acérrimo defensor del "diálogo" interminable y estéril con el tirano Maduro, a quien él no ha dejado nunca de apoyar. Pero a un presidente español le es exigible que atienda a criterios que defiendan el interés político y el deber moral de España, que tiene un papel insustituible que cumplir en América Latina, y no se someta a cálculos particulares de corto alcance y de baja estofa.
Ahora nos comunica el acuerdo a que se ha llegado con nuestros socios de la UE. Llega tarde. Y, con él, es España la que llega tarde a sumarse a un movimiento internacional que nuestro país tenía la obligación moral, sentimental e histórica de haber encabezado. Hemos perdido, muy a a pesar de muchos españoles, la oportunidad de estar a la altura de lo que la Historia nos exigía. Y eso es lamentable.
Hemos perdido la oportunidad de estar a la altura de lo que la Historia nos exigía
Al final, el presidente del Gobierno ha tenido que comparecer el sábado por la mañana porque la presión que se ha ejercido sobre él a lo largo y ancho del país ha sido formidable y su instinto de supervivencia política le ha aconsejado dar la cara para anunciar ese acuerdo dentro de la UE que rescata por la mínima la posición de nuestro país y le evita en última instancia caer en el oprobio.
No tengo por otra parte la menor duda de que el papel jugado por el ministro de Exteriores Josep Borrell ante Pedro Sánchez ha sido determinante para que la posición de España fuera variando en estos tres, casi cuatro días en que la opinión pública española ha estado esperando que su Gobierno se pusiera al frente, el primero, de un movimiento internacional que apuesta por la defensa de la democracia y por el apoyo a los venezolanos oprimidos y torturados por la carencia de las mínimas libertades políticas y de las mínimas condiciones de vida material en un país que vive, literalmente además, encima de un pozo de inmensa riqueza.
La fórmula elegida finalmente por España y por el conjunto de miembros de la Unión Europea se basa en un recurso retórico, que no otra cosa es el exigirle al autócrata Maduro que convoque en el plazo de ¡ocho días! unas elecciones libres. Es evidente para cualquiera que la exigencia de la UE no tiene ninguna posibilidad de concretarse en hechos porque ni Maduro quiere de ninguna manera someterse al escrutinio libre de la población ni tampoco estaría en condiciones de cumplir con ese plazo de ocho días para la convocatoria de un proceso electoral que es incompatible con las estructuras de poder y control político sobre las que se asienta el régimen del sucesor de Hugo Chávez.
La UE ha querido garantizar la ortodoxia del cumplimiento de las formas
Por lo tanto, el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente legítimo de Venezuela por parte de la Unión Europea, que se ha querido garantizar la ortodoxia del cumplimiento de las formas, será una realidad dentro de ocho días. Un plazo que no va a provocar en ningún caso el desistimiento de las fuerzas de la oposición venezolana, finalmente unidas en su batalla por la recuperación de las libertades. Entre otras cosas porque, además de haber recuperado el respaldo de la población gracias a la reactivación política propiciado por los cabildos organizados por todo el país, la apuesta de la Asamblea Nacional venezolana cuenta ya con el apoyo firme de la mayoría de los países de la América Latina al que se suma el determinante apoyo de los Estados Unidos.
Significativamente, Maduro cuenta con el respaldo explícito de Cuba, Bolivia, Rusia y China entre otros. Es decir, de los países donde impera la opresión y la dominación políticas, el apoyo de quienes están en las antípodas de un régimen democrático. Es evidente, pues, que el tirano sucesor de Hugo Chávez está hoy más debilitado de lo que lo ha estado jamás. Es por lo tanto el momento de que, en el interior de país, ese sector de las Fuerzas Armadas que no está inmerso en la corrupción que domina a la cúpula militar del país tome la decisión de desgajarse de sus mandos y se ponga del lado de la población que le reclama apoyo. La ley de amnistía elaborada por la Asamblea Nacional y que se está repartiendo ya en mano por toda Venezuela para conocimiento general puede dar el pistoletazo de salida para un cambio definitivo del régimen y el comienzo de una difícil transición a la democracia. O ahora o nunca.
Pero si eso sucede, cosa que todo demócrata desea, España llevará sobre sí la vergüenza de no haber estado en la primera línea de quienes empujaron para lograrlo.
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