Érase una vez una trabajadora andaluza que quería ser concejala de su pueblo, la noble villa de Cádiz. Figuraba desde hacía muchos años en la plantilla de una empresa pública cuando, de repente, le picó el gusanillo de la política (no se equivoque el lector, no es mi intención sugerir que la política española sea la afición favorita de los gusanos). La política municipal consumía casi todas las reservas físicas e intelectuales de Marta (que es el nombre de pila de la empleada). A costa de su trabajo, pero no de su salario, que seguía recibiendo íntegro mientras arengaba a sus vecinos.
Para seguir leyendo Regístrate GRATIS
Identifícate o Regístrate con:
Te puede interesar
Lo más visto
- 1 Broncano explota contra 'El Hormiguero' tras dejarle sin invitado
- 2 Sánchez estrecha lazos con China tras rechazar los aranceles al coche eléctrico
- 3 El inspector jefe de los 20 millones se reunía al lado de la Jefatura
- 4 El 'Aldamazo': El 'caso Koldo' coge vuelo y alcanza a Montero, Ribera y Cerdán
- 5 Cena de Delcy con sorpresa... y la sorpresa era Pedro Sánchez
- 6 La manta de la que puede tirar Aldama
- 7 Las catástrofes naturales encarecen más la cesta de la compra de los hogares con ingresos bajos
- 8 Dueño de un negocio ilegal y falso cónsul: así es Víctor de Aldama
- 9 Aldama, lavativa de la cárcel