Pedro Sánchez ha metido la pata... una vez más. La designación a dedo de Pepu (José Vicente) Hernández, exitoso entrenador de baloncesto que llevó a la selección española a ganar el campeonato mundial en 2006, es un síntoma de la inclinación al cesarismo del presidente. No ha sido el único que ha caído en la trampa de creerse infalible, pero eso no debería servirle de consuelo. Sobre todo, cuando Sánchez hizo de las primarias y de la democracia interna la razón de ser de su campaña para recuperar la secretaría general del PSOE.
Entiendo que una vez que a la oferta para encabezar la candidatura a la alcaldía de Madrid le han dicho "no" personas tan distintas y distantes como Pérez Rubalcaba, Cristina Narbona o Grande Marlaska, por poner sólo tres casos de una larga lista, el presidente haya tenido la tentación de buscar al candidato en su propia agenda. El tiempo se le echaba encima y ha recurrido a Pepu como Rodríguez Zapatero -al que también dieron calabazas personas de su máxima confianza- tuvo que recurrir a Miguel Sebastián cuando comprobó que nadie quería enfrentarse en la alcaldía a Alberto Ruiz-Gallardón. Por lo menos, Sebastián era del PSOE y sabía de economía.
El anuncio del fichaje ha cabreado a muchos militantes del PSOE, incluido Manuel de la Rocha, un histórico socialista que ya había mostrado su disposición a presentarse a las primarias. ¿Es que el banquillo del PSOE en Madrid está tan falto de candidatos que el propio secretario general tiene que buscar entre sus amigos?
Es lógico que el militante de base se pregunte de qué sirve llevar años en la organización pegando carteles y asistiendo a mítines y aburridas reuniones si, al final, llega Pepu y encesta un triple.
Pedro Sánchez ha cometido el mismo error que con Màxim Huerta, pero, además, ha roto la neutralidad en las primarias y ha cabreado al partido en Madrid
La improvisación en el movimiento de Sánchez es evidente. Rompiendo la neutralidad que se le debe exigir a la máxima autoridad del partido (que además es presidente del gobierno), Sánchez declaró el pasado miércoles cuando le preguntaron si apoyaría al entrenador: "No olvide que soy afiliado en Madrid y votaré por Pepu Hernández" ¡Qué tiempos aquellos en los que el entonces candidato a las primarias exigía neutralidad a la gestora que teledirigía Susana Díaz!
Pero es que ni siquiera podrá hacerlo porque como le ha recordado el secretario general de Madrid, José Manuel Franco, Sánchez no podrá votar en las primarias "porque pertenece a la agrupación de Pozuelo de Alarcón". Un voto menos, Pepu.
Llevado por la convicción de que sus intuiciones son siempre certeras, Sánchez ha señalado con el dedo al popular entrenador sin haberle pasado antes el escáner. Le ocurrió con el ex ministro de Cultura Màxim Huerta, que le ocultó al presidente unos problemillas con Hacienda por una sociedad donde colocaba sus ingresos para reducir el pago de impuestos. Bastaba con que el presidente hubiera mirado en Google: el diario Marca publicó en 2008 que Pepu Hernández ingresó entre 2006 y 2007 un total de 659.552 euros de sus derechos de imagen, charlas, etc. Con ellos se compró unos inmuebles en Ribadesella.
Pepu no ha matado a Manolete, pero el común de los mortales recibe una nómina y no puede hacer ingeniería financiera para reducirse a la mitad el pago de impuestos. El propio Sánchez afeó una conducta similar a Juan Carlos Monedero y dijo aquello de que quien hiciera lo mismo nunca estaría en la Ejecutiva del PSOE. En España la hemeroteca mata.
¿Cómo se puede tropezar dos veces en la misma piedra? ¿O tres, si consideramos también el caso de Pedro Duque? El caso del entrenador Pepu Hernández no sólo demuestra que Sánchez sigue sin tener un mínimo filtro para las personas que designa, sino que en su entorno nadie se atreve a cuestionar sus decisiones.
Al presidente se le ve cada vez más el tic cesarista al que han sucumbido otros inquilinos de la Moncloa. Con una diferencia sobre sus antecesores: Sánchez sólo lleva en el palacio siete meses y su partido tan sólo tiene 84 escaños.
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