Dos vicepresidentas, dos heroínas. Las reinas gobernadoras del ala extraviada y mesiánica del feminismo, las pastoras de un rebaño que no conoce la duda. Las primeras mujeres bonapartistas de nuestro país. Dos señoras que convocan a sus discípulos (hombres y mujeres) a un plebiscito cotidiano y ruidoso, dos sacerdotisas que dan la comunión a sus fieles. María Teresa Fernández de la Vega y María del Carmen Calvo. El amargado Thomas Carlyle escribió una vez: “La democracia es la desesperación de no encontrar héroes que nos dirijan”. El historiador escocés vivió en un país y en un tiempo equivocados. Hoy sería feliz en la nueva corte de los milagros de Madrid.

Va de suyo que un demócrata es un feminista. Un demócrata no tolera la desigualdad ni la violencia. Sólo un malvado negará la realidad cotidiana de las agresiones machistas. Sólo una persona cruel ignorará la necesidad de una respuesta eficaz del lado de las instituciones públicas para atajar la violencia contra las mujeres. Los crímenes machistas constituyen una sucesión de delitos que el Estado no detiene.

Muchas personas se esfuerzan en prevenir la violencia pero su tarea callada permanece casi oculta y resulta lastrada por la propaganda política de las heroínas olímpicas

La sociedad entera debe derrotar esa violencia con un repertorio legislativo atinado que, vista la realidad diaria, continúa siendo una respuesta pendiente de formulación por parte de quienes deben darla (los mismos que están obligados a proporcionar los ingresos públicos necesarios para remediar o al menos atenuar el problema). Muchas personas se esfuerzan en prevenir la violencia y en proteger a las víctimas. Pero su tarea callada, en el mejor de los casos,  permanece casi oculta y, en el peor, resulta lastrada por la propaganda política de las heroínas olímpicas. Nunca tantas debieron tan poco a sus sedicentes defensoras. Por la incompetencia, la ingenuidad y la codicia política de las dos vicepresidentas. La buena voluntad se les supone.

Las libertades fundamentales, como el derecho a la vida y el derecho a la integridad física, no se defienden con fuegos artificiales. Los fuegos fatuos no son más que vicios narcisistas que empeoran las cosas. Como la voluntad de sinécdoque, ese impulso que confunde interesadamente la parte con el todo, lo singular con lo plural y la especie con el género. La violencia contra las mujeres no es una guerra de sexos. La seducción del maniqueísmo inhabilita la utilidad social de los dos extremos opuestos del arco ideológico español. La violencia machista no puede ser objeto de comercio político (aquí le tomo la palabra al ministro Grande-Marlaska). Sin embargo, es terreno abonado para el espíritu de cruzada. Deslumbradas por esa vocación misionera, las dos heroínas se ufanan de haber sido las pioneras en la guerra contra el mal. Su mayor error ha sido el motivo principal de su orgullo: la precipitación.

Las libertades fundamentales, como el derecho a la vida y el derecho a la integridad física, no se defienden con fuegos artificiales

El 18 de abril de 2004 accedió a los cargos de Vicepresidenta del Gobierno, Ministra de la Presidencia y Portavoz María Teresa Fernández de la Vega. Dos meses y una semana después (el 25 de junio), el Consejo de Ministros aprobaba el Proyecto de Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género (convertido en Ley el 28 de diciembre siguiente). Fue el primer relámpago legal de Zapatero. Cualquiera que haya palpado las entretelas del Ministerio de Justicia de la época recordará el ósculo que le dio la madrina María Teresa a la nueva criatura. El tiempo ha demostrado las insuficiencias de la Ley de 2004. A mi juicio, por su error de diagnóstico de la grave enfermedad social que agrede a tantas mujeres. El sustrato de la violencia de género no es el conglomerado que establece el artículo 1 de la Ley de 2004. En la relación de causas que figura en dicho precepto algunas son ficciones y otras permanecen ausentes.

El 7 de junio de 2018 (recién instalado en La Moncloa Pedro Sánchez) accedió a los cargos de Vicepresidenta del Gobierno y Ministra de la Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad María del Carmen Calvo. No habían transcurrido dos meses cuando (el 3 de agosto de 2018) el Gobierno, a iniciativa de la misma Vicepresidenta, aprobó el Real Decreto-ley 9/2018, de modificación urgente de la Ley Orgánica contra la Violencia de Género de 2004. El Decreto  tiene dos “méritos” indiscutibles: apartar a los jueces de certificar la condición de víctima de la mujer (para recibir las prestaciones sociales) y modificar de manera grosera el Código Civil en cuanto a la regulación de la patria protestad. Nunca un simple Decreto-ley ha caído tan bajo en la historia jurídica de nuestro país.

 

*A Angélica Liddell, por su valentía