Nunca habíamos vivido un panorama político tan abierto como ahora. La cita del 28-A está marcada por la incertidumbre. Las encuestas que se publican cada semana no hacen sino ahondar esa sensación de que todo puede pasar.
Si observamos la media de todos los sondeos realizados hasta ahora (públicos y privados), el equilibrio es casi matemático. La suma de PP, Ciudadanos y Vox se queda al borde de la mayoría absoluta; algo que también podrían lograr de los partidos que apoyaron la moción de censura (PSOE, Podemos, y los independentistas).
El consenso entre los sociólogos es que los electores deciden cada vez más tarde su voto. Incluso, hasta la última semana un 10% de los votantes no decide el partido al que apoyará. Por tanto, los sondeos hay que tomarlos con cierta precaución, porque, como se demostró en las elecciones andaluzas, los últimos días son clave para determinar el resultado final.
Eso no significa que los datos que aportan las encuestas a dos meses de los comicios no tengan ningún valor. Lo que ponen de manifiesto es ese práctico empate entre la derecha y la izquierda, tendencia que es muy difícil que cambie, pero con grandes fluctuaciones dentro de cada bloque.
El lunes 25 dos sondeos daban un resultado aparentemente muy distinto, pero que, por bloques ideológicos era bastante parecido. Lo que llama la atención precisamente es el porcentaje de voto que se asigna a cada partido dentro de esos bloques. El ejemplo lo tenemos en las encuestas publicadas por GAD-3 (ABC), que da 29 escaños a Podemos y 23 a Vox; y, por otro lado, Sondaxe (La Voz de Galicia) atribuye al partido de Pablo Iglesias 39 escaños y a Vox 51, convirtiendo al partido de Santiago Abascal en el tercero más votado, por delante incluso de Ciudadanos (al que otorga sólo 40 escaños).
A Rivera le pasa con Vox lo que a Sánchez con los independentistas: no les gustan, pero los necesitan para gobernar. A no ser que pacten entre ellos
En la izquierda, la subida del PSOE (pasaría de 84 escaños a una media de 110) se produce a costa del batacazo de Podemos. Hasta tal punto, que no hay ni un sólo sondeo que permita a Pedro Sánchez albergar la esperanza de un gobierno de izquierdas sin el apoyo de los independentistas.
Esa es la primera conclusión que hay que extraer de lo publicado hasta ahora: Sánchez necesitará a los independentistas si quiere gobernar al margen de los partidos de centro derecha.
Por otro lado, el ascenso de Vox se produce a costa del PP. Incluso el crecimiento de Ciudadanos también es a costa del partido de Pablo Casado, que perdería, según la media de todos los sondeos, nada menos que 52 escaños respecto a las últimas elecciones.
No parece que haya posibilidades de que se produzca el sorpasso que pretende Albert Rivera de Ciudadanos al PP. Pero eso no significa que la fórmula que se ha utilizado en Andalucía (un gobierno de coalición PP/Cs respaldado por Vox) sea mecánicamente reproducible a escala nacional; sobre todo si Vox se acerca o supera los 40 escaños. En ese escenario, Abascal puede imponer duras condiciones, lo que sería un terremoto para Ciudadanos.
La clave, por tanto, es qué va a hacer Albert Rivera tras el 28-A si se produce un escenario como el que apuntan los sondeos: la posibilidad de gobernar pero con el indispensable apoyo de Vox.
El escenario está abierto. Ningún partido las tiene todas consigo. El triunfador será quien tenga más habilidad para el pacto tras el 28-A
A Rivera le pasa con Vox lo que a Sánchez con los independentistas: no les gustan, pero los necesitan.
A no ser que.... Aunque el líder de Ciudadanos se ha juramentado para no pactar con "el PSOE de Sánchez", un eslogan preventivo para evitar que el PP le desgaste insinuando que, al final, pactará con los socialistas, no cabría descartar del todo esa posibilidad.
En primer lugar, porque los número podrían cuadrar. De hecho, en la encuesta de GAD-3 da exactamente a la suma de PSOE y Ciudadanos 175 escaños.
Hace ahora tres años (27 de febrero de 2016), los afiliados del PSOE votaron mayoritariamente (78,97%) a favor de pactar con Ciudadanos ¿Qué sucedería si, tras los comicios, Ciudadanos consultara a sus bases si prefieren pactar con Sánchez o entrar en un gobierno hipotecado por Vox?
Rivera siempre podría condicionar su acuerdo con Sánchez al endurecimiento de la política del gobierno en Cataluña, desterrando cualquier posibilidad de cesión ante el independentismo.
Eso lo sabe el PSOE y por ello no deja de lanzar insinuaciones al partido de Rivera. La carta remitida el pasado domingo por Cristina Narbona a Rivera, mostrándole su "pesar" por la decisión de no pactar con su partido tras el 28-A, no tiene más que un objetivo: crear dudas en el electorado de centro sobre las intenciones de Ciudadanos y, por otro lado, recordarle que, por ellos, no habría ningún problema en pactar.
El escenario está, pues, abierto. Ningún partido las tiene todas consigo. El triunfador será quien tenga más habilidad para el pacto tras el 28-A.
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