Lo único que se ha sacado en claro de la intervención del ex ministro del Interior ante el tribunal que juzga los sucesos en Cataluña de septiembre y octubre de 2017 es que en su opinión, la actuación de la Policía y de la Guardia Civil el 1-O fue "proporcionada" y que las autoridades políticas de la Generalitat no destinaron el suficiente número de Mossos que hubieran sido necesarios para cumplir el mandato judicial recibido según el cual debía impedirse la celebración del referéndum.
Pero no escuchamos a Juan Ignacio Zoido hacer una defensa cerrada, que era lo que muchos esperábamos, de la actuación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado ni un relato detallado y convincente de las dificilísimas circunstancias en las que tuvieron que actuar. Tampoco escuchamos un reproche pormenorizado y con datos precisos del hecho de la ausencia de los policías autonómicos y de la actitud pasiva de muchos de ellos ante las multitudes congregadas ante los colegios en los que se habían instalado las urnas para la celebración de ese sucedáneo de referéndum ilegal. Ni siquiera la asunción de una responsabilidad en términos amplios para proporcionar así por deducción el obligado y exigible respaldo a sus subordinados.
Daba la sensación de que no se atrevía a señalar con el dedo los puntos que podían hacer culpables a los responsables independentistas
Todo lo más escuchamos algunos comentarios gaseosos e inconcretos sobre todos esos aspectos. Daba la sensación de que el señor Zoido no se atrevía a señalar con el dedo los puntos que podían hacer culpables a los responsables de las dejaciones y de los incumplimientos a cargo de los responsables independentistas, datos que se han publicado y descrito desde entonces una y otra vez en los medios de comunicación. Pero el ministro del Interior parecía estar sumido en un vapor de adormidera hasta el punto de que cualquiera que le hubiera escuchado sin tener información previa habría sido incapaz de concluir que el que hablaba era, en el momento de los hechos, el responsable último de la Policía y de la Guardia Civil.
Tan es así que eludió cualquier conocimiento, no ya de los detalles precisos del operativo desplegado en los día previos al 1-O, lo cual puede tener su lógica, sino que también eludió por completo haber tenido nada que ver con las decisiones que se adoptaron y con las órdenes subsiguientes que se dieron a los efectivos policiales en esas primeras horas en las que se tenían que haber requisado las urnas de los colegios. La frase más repetida de su testimonio fue "lo desconozco".
Zoido no sabe nada y no decidió nada. No sabe por qué se ordenó a la Guardia Civil que empezara a actuar contra la multitud ni tampoco por qué a una hora determinada de la jornada se les dio la contraorden y desaparecieron de la escena. Lo ignora todo y deja toda la responsabilidad sobre los hombros de los mandos operativos de los que, según parece, no obtuvo la menor información relevante.
Zoido no sabe nada y no decidió nada. No sabe por qué se ordenó a la Guardia Civil que empezara a actuar ni tampoco por qué se les dio la contraorden
Con esta intervención, el señor Zoido pareció asombrosamente actuar más a la defensiva que a la ofensiva, que era lo que algunos esperábamos, dado que era el ministro del Interior y su obligación era no sólo defender, quiero decir defender con mucho más ahínco, el comportamiento de Policía y Guardia Civil, sino asumir plenamente la planificación del operativo diseñado por sus subordinados, cosa que no hizo. Al contrario, se desentendió de esa responsabilidad e incluso de su conocimiento. Pero es que también tenía la obligación de haber puesto los puntos sobre la íes en lo relativo a la actuación de los Mossos para dejar el campo dispuesto para que en comparecencias posteriores lo ocuparan y describieran con más detalles los mandos que estuvieron dirigiendo las operaciones sobre el terreno.
Nada de eso sucedió. Él contó, siempre de aquella manera gaseosa, y hasta pareció que temerosa, que lo que se esperaba era que los mandos de la policía autonómica cumplieran con su obligación de hacer efectiva la orden judicial pero que finalmente eso no sucedió. Y ése era el momento en que podía haber dicho lisa y llanamente "nos engañaron", que fue exactamente lo que ocurrió durante aquella jornada dramática.
Tampoco hubiera estado de más que el entonces ministro del Interior hubiera explicado a la opinión pública -porque el tribunal lo sabe de sobra- que las imágenes que se exhiben por los independentistas como de una dureza inaudita por parte de las Fuerzas de Seguridad son perfectamente homologables a las que hemos visto de los Mossos o de cualquier otra policía -francesa, inglesa o alemana- a la hora de deshacer una concentración o de reprimir una manifestación. Nada nuevo ni diferente hemos visto en los vídeos que el independentismo exhibe como prueba de la "crueldad antidemocrática" de las fuerzas represivas del opresor Estado español. Incluso, y respecto al uso de pelotas de goma que tanto denuncian desde el independentismo, disponemos de un antecedente precisamente a cargo de los Mossos que también causaron la pérdida de un ojo a una mujer.
Muchos españoles estaban esperando unas intervenciones más valientes de nuestros responsables políticos del momento, cosa que no ha sucedido
Y le reprocho su actitud al señor Zoido porque sucede que aquí se está celebrando un juicio con doble pata. Es, por supuesto, un proceso judicial con todas las garantías y está presidido y conducido de manera impecable, y hasta generosa, por el presidente de la Sala Manuel Marchena. Pero desde el momento en que éste decidió que las sesiones de la vista oral fueran retransmitidas urbi et orbi, hacen su aparición otros elementos, que son los ciudadanos, ante los que, además de la transparencia decidida por el tribunal, les llegan todos los mensajes que se emiten desde el interior de esa Sala. Esos ciudadanos reciben a un nivel muy distinto, pero con innegable contundencia, lo que se dice allí dentro. Y es muy probable que, independientemente de la trascendencia jurídica que tengan las declaraciones de los procesados y de los testigos, todas estas intervenciones produzcan un determinado efecto en su ánimo.
Es muy cierto que en el turno de los procesados hay que tener muy presente que estos puede ejercer su derecho a la defensa sin limitación alguna y, por lo tanto, no debe sorprender a nadie el haber escuchado la versión más beatífica y victimista de lo sucedido y que está siendo juzgado. Pero los testigos son otra cosa. Aquí se está hablando de los hechos tal y como cada uno los vivió sin posibilidad alguna de mentir.
Y en este punto muchos españoles estaban esperando unas intervenciones más valientes de nuestros responsables políticos del momento, cosa que no ha sucedido . Por eso la actuación de Zoido ha resultado tan decepcionante. Tendremos que seguir esperando a alguien que no se esconda y dé la cara por nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, defienda abiertamente su comportamiento y describa con detalle y precisión la ratonera a la que se vieron empujadas y en la que tuvieron que actuar sin ayuda. En fin, otra vez será.
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